El príncipe, de Sebastián Muñoz
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El príncipe (2019)

Después de un postergado estreno a causa de la pandemia, finalmente llega a la cartelera de las plataformas virtuales de Matucana 100, el Centro Arte Alameda y  CinepolisKlic, la película El Príncipe de Sebastián Muñoz. Cinta que se encuentra con el público nacional, luego de haber tenido un exitoso paso en la sección «Horizontes Latinos» del Festival de San Sebastián y de transformarse en la primera película chilena en obtener el premio Queer Lion en el Festival de Venecia. La ópera prima de quien ha sido reconocido como uno de los más talentosos directores de arte del cine chileno -con una amplia trayectoria que se ha movido entre el cine comercial de Stefan Kramer y la mirada autoral de Alicia Scherson, por nombrar algunos de sus trabajos, pone toda su capacidad como esteta al servicio de una historia dolorosa de amor entre varones.

La película está basada en la novela de Mario Muñoz, publicada en 1972, y que habla del “amor negro”, ese que se da entre varones en las cárceles cuando las luces se apagan. El texto fue adaptado en un guion del mismo director y del destacado dramaturgo Luis Barrales, y narra la historia de un joven homosexual que termina en la cárcel por asesinar a su amigo y objeto de su deseo, a principios de los setenta. En prisión tendrá la protección de «El potro» y desde el encierro iremos conociendo su historia al tiempo que somos testigos de las dinámicas de amor, celos, deseo y lealtad que cruzan las relaciones entre los varones que habitan este espacio. 

El crimen inicial de la película ya instala uno de los temas que cruza la narración y que ha definido la experiencia homosexual de miles de personas: la extrañeza y la culpa ante un deseo que culturalmente es sancionado. En el contexto del Chile de los setenta y en una sociedad en que el mandato masculino sigue teniendo que ver con la dominación y la violencia, el espacio que escoge el relato para exponer esa búsqueda por la identidad, los vínculos eróticos y también la ternura y la solidaridad es especialmente interesante. Una cárcel masculina, en donde la performática de la masculinidad se hace especialmente para sobrevivir, pero en donde también la necesidad de afectos se hace sentir fuertemente. 

En esta representación de las masculinidades que se tensa y se cuestiona, se aplaude las elecciones de actores que sostienen este relato y que entregan el protagonismo al joven Juan Carlos Maldonado, a quien se rodea de experimentados y poderosos actores como Alfredo Castro y el argentino Gaston Pauls para generar estos encuentros y desencuentros entre lo que el discurso mandato y lo que el cuerpo, el alma y el corazón, necesitan. 

El talento de Muñoz para crear imágenes ricas en texturas y sentidos se hace presente a lo largo de toda la película. La mirada de los cuerpos varoniles como objeto de deseo resulta a la vez novedosa y seductora deteniéndose en ese territorio del deseo lo suficiente para comprender las emociones de los protagonistas, pero sin perderse ahí. La trama se mueve en la búsqueda de la identidad, del espacio en el mundo que este príncipe debe conquistar y en la posibilidad que le entrega a la audiencia de entrar en este mundo y comprender los lazos que unen a estos cuerpos y las preguntas que acompañan estas almas.