El primer año: Un Chile esperanzado que no fue
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Revisar las imágenes del primer año del gobierno de Allende captadas en el inicio de su carrera por el emblemático documentalista chileno Patricio Guzmán tras medio siglo de su realización y del quiebre democrático, nos recuerda que Chile no siempre fue gris, desmemoriado y desesperanzado como lo vivimos hoy (después de fracasados intentos de cambiar un modelo impuesto en dictadura), sino que tuvo una época alegre, colorida e iluminada por la esperanza de igualdad y justicia social con la vía democrática al socialismo.

Filmada por doce meses desde el día siguiente del triunfo de Allende el 4 de septiembre de 1970 y estrenada en Chile en 1972, El primer año (1972-2023) fue restaurada (junto a La batalla de Chile) después de cincuenta años con apoyo del gobierno de Francia (donde Guzmán vivió su exilio y se quedó en forma permanente), reparando en parte la pérdida o destrucción de la mayoría de las copias tras el golpe de Estado civil-militar.

El icónico director francés Chris Marker quería hacer una película sobre la vía chilena al socialismo, pero al ver El primer año de Guzmán se dio cuenta que ésta ya estaba hecha, por lo que produjo la versión gala. La edición remasterizada y con nuevo sonido, incluye una valiosa introducción en que Marker destaca la oportunidad de escuchar directamente la voz de los chilenos y de los militantes que viven la realidad revolucionaria

Efectivamente, una de las mayores riquezas de El primer año -ópera prima de Guzmán con 31 años, tras haber estudiado cine en Madrid- es conocer las propias opiniones de obreros, que debieron enfrentar humillaciones, injusticias y persecución en la administración norteamericana del acero chileno; de los mineros que por generaciones enfrentaron la inseguridad y accidentes de las minas, mientras sus dueños se paseaban por Europa y hablaban en francés y castellano; de los pueblos originarios desplazados y empobrecidos, despojados sistemáticamente de sus territorios.

Aunque la voz obrera se escucha con más claridad y lucidez en la parte tres de La batalla de Chile, El poder popular (1979), en la ópera prima de Guzmán toma un lugar fundamental como actor social que denuncia que los dueños de los medios de producción se llevan las ganancias y los obreros, las migajas (cuestión que sigue sucediendo cincuenta años después). Describen obligaciones humillantes impuestas por los empleadores de ese entonces, como juramentos de obediencia al patrón sobre una calavera, con la afirmación de que el Estado es malo, o el descuento por planilla de un aporte obligatorio para una estatua del dueño de la fábrica, a la que debían saludar diariamente al comenzar su jornada. La pugna de la derecha por la batalla cultural y simbólica en su peor expresión.

Este estreno restaurado de MarketChile en salas de todo el país, nos muestra un Chile lejano en el tiempo, pero -a la vez- tan actual con la permanencia en la perspectiva de la historia larga de fuerzas conservadoras que siguen concentrando el poder oligárquico e impidiendo los cambios. La burguesía de entonces, que entra en pánico con el triunfo socialista sacando su dinero al exterior o reaccionando a la caída de la bolsa, tiene su parangón contemporáneo en el empresariado rentista y las compañías globales (que a veces tienen más poder y patrimonio que los propios Estados), que amenazan con retirar las inversiones, acusan inestabilidad si el pueblo empuja cambios y, de paso, mantienen como rehenes a sus clientes, obligados a pagar cada vez más por servicios que se han hecho indispensables en la vida moderna.

Con El primer año, Guzmán inauguraría una carrera como documentalista internacionalmente reconocido de más de 50 años -tal como la dolorosa efeméride del quiebre democrático-, marcada por el golpe de Estado como un leit motiv al cual siempre vuelve para contribuir valiosamente a la memoria histórica de nuestro país, frente al olvido y al peligroso avance del negacionismo.

Cumpliendo el deseo de un carismático Fidel Castro durante su extensa gira por nuestro país que aparece en el documental -«quisiera que de todo esto se hiciera un filme y se lo mandaran a Nixon»-, Guzmán documentó el Chile deseante y esperanzado que alguna vez fuimos, transformando el registro en un archivo fundamental para la historiografía nacional, tal como toda su obra marcada por sus anhelos de transformación social (que sigue produciendo a sus 80 años con Mi país imaginario, 2022).

Realizado con un equipo de apenas cinco personas en territorios del norte, centro y sur del país, El primer año combina con especial agudeza las voces de los protagonistas de la revolución y los aspectos culturales del Chile de los setenta (con toques irónicos y de humor), con un montaje novedoso y frenético (que recuerda por momentos a Now (1965) de Santiago Álvarez) y modernos movimientos de cámara, en un relato ágil que -50 años después- mantiene la vigencia de las causas justas.-