El Huaso, de Carlo Guillermo Proto
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El Huaso (2012)

¿Cuán dueño somos de nuestra propia vida? ¿Tenemos el derecho de decidir de terminar con ella, pasando por encima de la opinión de los más cercanos? Es la lucha que cruza a El Huaso, el documental de Carlo Guillermo Proto, quien en primera persona enfrenta estos cuestionamientos que se plasman nada menos que en su propio padre, Gustavo. Pero la película no habla finalmente de la eutanasia, o del derecho de alguien por terminar con su vida antes de que una enfermedad degenerativa lo prive de una vida digna. No, El Huaso habla más bien de la obstinación de alguien que ha encerrado sus angustias al punto de que su peso haga no verle otra salida que la muerte. Una que parece ser un capricho.

Para el director esto es algo que se podría vincular a una personalidad típica chilena y de ahí viene su título, aunque en el inicio se le dé una definición más bien inocente del término. Sería una porfía y la imposibilidad de afrontar un problema, de aceptar que algo anda mal. Proto bautiza así a su padre que partió con todos ellos hace más de 30 años a vivir a Canadá (sin motivo político aparentemente). En un país frío, aburrido (dice el mismo padre en una perturbadora voz en off), la vida parece haber perdido motivación, a pesar de los tres hijos, los nietos que lo quieren, y de un pasar económico satisfactorio. No hay motivos para vivir, piensa él, si más encima hay altas probabilidades de que sufra Alzheimer.

Obviamente que la decisión golpea a una familia, y el documental en manos de su propio hijo va poco a poco deconstruyendo algo más profundo, porque la fatal decisión de Gustavo va más allá de no querer llegar a un estado degenerativo lamentable. “El Huaso” Proto, en su viaje a Chile buscando entre rastrear su pasado y despedirse de lo más querido, habla de su dolorida juventud, con dos padres quebrados física y mentalmente, como él. La raíz de todo vino de ahí, pero él no lo afronta y, tal como a bordo de un caballo en un rodeo del que participa, termina atrincando los problemas con golpes ciegos.

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Con la sinceridad brutal que exige un trabajo en primera persona, la emotividad y riesgo de El Huaso no deja lugar a dudas. Se revelan duras conversaciones familiares, y el director logra increíblemente sumergirse en las contradicciones de su padre, quien se entrega al rodaje. Todo con una estructura que respeta lo cronológico acrecentando la cercanía con el relato.

El resultado es, entonces, totalmente doloroso, intenso, con un final tan imprevisto que hace que el significado inicial del documental se desbande totalmente. La metáfora sobre la identidad chilensis que el director buscó plasmar, de ese huaso patriarcal y machista, se sale así de sus márgenes, porque al meter las manos en mares tan turbulentos (como la depresión, el deseo de muerte y el dolor de una familia que, con todo derecho, se siente dueña en parte de esa decisión) hace de la película algo más que un rastreo identitario. Acá hay una dolorosa y pesada humanidad puesta en jaque y contradecida por traumas sofocantes. Que se haya llegado a plasmar con fineza todo esto, es el gran triunfo del documental.