EL HECHIZO DEL TRIGAL
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PRODUCCION: Chilena. Perla del Pacífico.

DIRECCION: Eugenio de Liguoro.

ARTISTAS PRINCIPALES: María Lubet, Carlos Danilo, Alejo Alvarez.

CARACTER DE LA PELICULA: Típico chileno.

HABLADA: En castellano.

NUMERO DE PARTES: Nueve.

DICTAMEN DE LA CENSURA: Aprobada sólo para mayores de 15 años.

DURACION: 1 hora, 20 minutos.

ESTRENADA: En los Teatros Central y Santa Lucía en función premier, el Lunes 1.o de Mayo.

ASUNTO: En una hacienda chilena vive su dueño con su hija (María Lubet). Hasta allí llega un ingeniero (Carlos Danilo) que va a construir un tranque de regadío. El ingeniero, no obstante estar de novio en la ciudad, trata de conquistar a la campesina con el fin de burlarse de ella. Esto pone en grandes preocupaciones a un huasito (Alejo Alvarez), que está sinceramente enamorado de la hija del hacendado. Un incidente viene a solucionar la situación: la novia del ingeniero, al saber los pasos que éste va siguiendo en el campo, se dispone a ir en su busca para ponerlo en su lugar. Por esta razón el ingeniero vuelve a la ciudad, pero ya su novia se ha ido al fundo para hablar con la muchacha, y después de una serie de peripecias, todo se soluciona con el casamiento del huasito con la hija del hacendado.

COMENTARIO: Antes que nada, nos vemos en el deber (y tenemos gran placer cumpliéndolo) de felicitar a los que han tenido la loable iniciativa de formar la producción normal de películas en Chile, editando «El Hechizo del Trigal» cuya filmación ha significado un esfuerzo digno de nuestro más sinceros y entusiastas aplausos y del de todos los chilenos. Pero entiéndase que lo que aplaudimos es el esfuerzo, pues como estamos en familia (ya que este Boletín no sale al público), vamos a hablar sinceramente de algunos tópicos defectuosos que hemos encontrado en esta producción. Primero dejaremos establecido que no nos guía ningún espíritu de malevolencia contra la producción nacional; muy por el contrario, tenemos en ella fundadas esperanzas y hemos sido los primeros en aplaudir su renacimiento, y si vamos a hacer notar sus defectos no es por el bajo placer de «encontrarle defectos», sino para que, haciéndoselos notar, los productores chilenos tengan ocasión de corregirlos en lo venidero. Prueba de lo que acabamos de decir es el hecho de que no demos a «El Hechizo del Trigal» la clasificación artística y comercial que reciben las producciones extranjeras en nuestras columnas, pues si lo hiciéramos, implicaríamos con ello un parangón que no se puede hacer entre nuestra incipiente producción y la del exterior ya formada hace mucho tiempo. Hecho este preámbulo aclaratorio, pasaremos a hablar de la película en si misma. No hay para que decir el argumento de «El Hechizo del Trigal» es pobre y muy visto, pero se le podría haber sacado un enorme partido con una dirección más atinada que la que tuvo este film. Pues este es el pecado capital en la producción que comentamos: falta de dirección. Cuando un director va a revivir un ambiente en el celuloide, cae de cajón que lo primero que hará será compenetrarse de ese ambiente o bien consultar a asesores entendidos en la materia. Pues bien, «El Hechizo del Trigal» deja la impresión de que su director no ha hecho ni lo uno ni lo otro, sólo así se explica que nos haya dado una visión casi muerta e inerte de nuestro campo que de por si está tan lleno de vida latente. Chile no se reconstruye poniendo una pradera con cuatro álamos, dos vacas, una montaña al fondo y un mar a la orilla; hay que agregarle más a eso, y ese algo es su espíritu pastoril rico en emociones poéticas. El señor de Liguoro no ha alcanzado a ver todo el romance que hay en una cueca, el hondo significado de un rodeo y reacción violenta del chileno frente al medio, y de aquí se ha derivado una serie de defectos que hacen desmerecer a esta película. Por ejemplo, en un rodeo vemos que va corriendo un animal colorado, le hacen la «atajada» y cuando la polvareda se disipa, el color del animal se ha convertido en blanco. No sabemos si esto será una falta de compaginación o qué será, pero en todo caso es un descuido del director, quien ha visto en un rodeo sólo un disparatado corretear de animales. Otro botón de muestra: el director, por delicadeza, no debió poner un incendio tan ingenuo como ese que aparecen en «El Hechizo del Trigal«; se debió haber hechado un poco más de paja y así habría resultado un simulacro de incendio y no la quema de un metro cuadrado de paja con llamas de cuarenta centímetros. Los otros defectos del fim son menores y un poco más pasables. La interpretación deja algo que desear, pero en todo caso servirá para seleccionar a los actores que interpretarán las próximas producciones. Se distingue muy especialmente Alejo Alvarez en su papel de huaso; con modales muy desenvueltos, dicción clara y correcta y una especial habilidad interpretativa. La parte técnica de «El Hechizo del Trigal» es bastante buena y superior a todo cuanto hemos visto hecho al respecto en nuestro país. Salvo un interior en que poco menos hay que adivinar lo que pasa dentro, por su obscuridad, la fotografía es clara y nítida. El sonido también es bueno a pesar de que hay unas pocas partes fuera de sonido. Es una lástima que los elementos técnicos, que eran los que hasta ahora habían fallado, hayan sido aprovechados en forma tan lamentable. En diversas partes de la película hay escenas cómicas de gran efecto. Y, para terminar, vamos a felicitar a La Perla del Pacífico una vez más por el esfuerzo que le ha significado la filmación de «El Hechizo del Trigal«, y a dejar constancia de que estamos seguros de que con los buenos propósitos que abriga esa productora, todos los defectos que con entera buena fe hemos hecho constar, serán ampliamente subsanados en los sucesivo. Demás está decir que en nuestro país el éxito de taquilla de «El Hechizo del Trigal» está asegurado, pues se trata de un film nacional que todos los chilenos tendrán gran interés en ver.