Ecran estrenos: «Tierra Quemada»
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«Tierra Quemada» podría definirse como un western a la mexicana. Representa en el actual renacimiento del cine nacional, un intento comercial y una incursión en el campo del criollismo local. Medir méritos y fallas de esta producción nacional, nos obliga a establecer una especial escala de valores. Esta se situaría entre las aventuras tipo «Un chileno en España», de José Bohr, o «Más Allá de Pipilco», de Tito Davison, en un extremo, y en el otro el intelectualismo del «A. B. C. del Amor» (episodio de Helvio Soto). Ninguno aportó realmente a un nuevo cine local.

Este primer esfuerzo para producir un largometraje argumental en colores destaca, ante todo, por ser su equipo realizador íntegramente nacional. Técnicos de Emelco Chilena dan su examen en el largometraje luego de años de práctica en cine publicitario de tono menor, y aunque los defectos de realización, el mal gusto de la parte literaria del film pesen en forma considerable sobre el total, hay una cierta dignidad dada por la honestidad con que se trabajó y más precisamente por la imagen de «Tierra Quemada«. Andrés Martorell movió un equipo que muestra buenas posibilidades futuras, y en líneas generales dio a la película su factor más importante y positivo.

«Tierra Quemada» conjuga con discreción recursos seguros. Entre otros, un elenco estelar en los términos locales que aporta un factor de curiosidad y juego de reconocimiento en el espectador, junto con una cierta solvencia interpretativa. Es cierto que este factor tiene su pro y contra. Los artistas (figuras conocidas del teatro, radio y tevé) no tienen experiencia en el nuevo medio que es el cine. Se mantienen fieles a sus líneas usuales, aplican a fondo los elementos que les han ganado popularidad, configurando así un cuadro bastante heterogéneo que obviamente menoscabó el total. Los cómicos resultaron exagerados y sin dirección; los papeles dramáticos, grandilocuentes y exteriores. Naturalidad encontramos en Elena Moreno, Gerardo Grez, Tennyson Ferrada y María Eugenia  Cavieres.

El  aspecto  interpretativo  y sus reparos nos llevan a señalar que el libreto y el diálogo son responsables de buena parte de las deficiencias de los actores. El texto no es más que una sucesión de lugares comunes, de esos que abundan en las fotonovelas. El resultado es antinatural y falso. La historia misma nos parece débil, carente de enjundia, con un recargamiento innecesario de tintes melodramáticos. Se enfoca un conflicto por la posesión de la tierra, pero se le da un carácter novelesco (pugna entre dos familias) restándole vigor y vigencia. Se prodigan orgias de sangre en la tónica de los westerns a la italiana, pero con evidente falta de experiencia en el uso de los elementos claves de un film de acción.

Los personajes trazados en perfil, si­tuaciones cuyos antecedentes no se aclaran, producen una impresión algo ingenua y falsamente sentimental en torno a una problemática de tanta vivencia como es el dominio y explotación de la tierra chilena. Por fortuna, frente a estas fallas que deberían ser subsanables por el bisoño equipo de Emelco, existe el mérito de la fotografía, el descubrimiento del paisaje, en su dimensión de campo y cordillera. En este medio, y en general con un idioma limpio, discreto, casi preferentemente directo y narrativo, el director desarrolla su tema. Merecería nota aparte sin duda la hábil explotación del cantante popular Pedro Messone como uno de los principales actores del elenco.

En suma, «Tierra Quemada» es una película que se desborda en orgias de violencia, sin contar todavía con la solvencia para producir este tipo de escenas con naturalidad; mueve un equipo estelar, descubre la belleza del campo chileno en una nueva dimensión de su paisaje, propende un retorno al criollismo ya caduco y que muy poco tiene que ver con el Chile de hoy y conjuga todo tipo de recursos para llegar al máximo posible de espectadores. Como primer intento en color y dejando en claro que se trata de un film de intención estrictamente comercial en el que se utilizan sin contemplaciones todos los recursos sentimentalones y todos los clisés del «criollismo», nos parece que logró entretener en un plano digno. PUEDE VERSE.