Ecran estrenos: «Morir un Poco»
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Chilena. 1965- Dist.: Continental Films. Dirección, Argumento y Música: Alvaro J. Covacevich. Director de fotografía: Oscar Gómez. Sonido: Manuel Troni. Interpretación musical: N. Vicencio y “The Telstars”. Reparto: Un Hombre Cualquiera (Luis Oliva); La Calle y su Gente; Las Cosas; Las Diversiones; La Angustia. Censura: Mayores de 18. Estreno: Windsor.

Morir un Poco” es la primera experiencia cinematográfica de un hombre deseoso de plantear ante la conciencia de un público su inquietud por una realidad que nos rodea y nos negamos a ver. En este caso, la indiferencia de todos hacia el hombre común, el hombre de la calle viviendo, cotidianamente, su propio drama. ¿Lo logró?

Si ser joven significa una búsqueda auténtica de una forma de expresión y comunicación propias, “Morir un Poco” es un film joven.

Pero hay algo más importante. Ser joven significa tener futuro. Significa que la búsqueda de hoy tendrá una maduración, que de esa búsqueda podrán beneficiarse otros jóvenes. Y para nosotros aquí reside la validez básica del film de Alvaro Covacevich. En este sentido “Morir un Poco” tiene la virtud de sus propios defectos. Pienso en tantos cineastas de café teorizando sobre films que nunca harán. Y pienso en algunos, los más sinceros, que han visto en la película de Covacevich un camino de solución a los problemas más apremiantes, no ya de la expresión sino de ese aspecto ignorado por el espectador, pero angustioso para los realizadores jóvenes: la producción a un costo razonable. Los graves problemas para los cuales no hay respuestas prefabricadas.

Es ineludible plantear que los problemas estéticos del cine están, en nuestros países, unidos sin remedio a la disponibilidad de medios económicos y materiales. Es éste el primer escollo que requiere ser enfrentado con una visión fresca, apartada de fórmulas hechas. Covacevich encontró el camino a través del cine directo, de una cámara pensante, testigo ocular y mudo de la tragedia cotidiana del hombre común, y aplicó sobre esa base su propia visión; la indiferencia dentro de la cual el hombre latinoamericano de hoy muere un poco cada día.

No hay sonido directo, doblaje ni reconstrucción de escenarios; todo lo cual es caro. Hay, en cambio, una forma de mirar meditativa y descarnada de las contradicciones en que se debate el ser anónimo contemporáneo a través del ojo implacable de la cámara.

La constante del film son la contradicción, el contraste, la paradoja. El hombre común de Covacevich vaga entre la multitud; las vitrinas lo instan a viajar, conocer exóticos lugares; él realiza el triste viaje hacia su casa. Se le habla de los horrores de la guerra y se le pide que agradezca que eso ya no ocurre más; él mira otros horrores de una guerra sórdida que deja como víctimas la pobreza y la desesperanza, y que existe hoy y aquí. Observa el mundo brillante y colorido de una playa donde lo asaltan cuerpos, texturas, formas placenteras; y lo compara con su propio mundo, donde esos cuerpos y esas formas son tristes y humillantes. Su frustración e impotencia se reflejan, finalmente, en una pobre reacción sin importancia, pequeña, a la medida de sus fuerzas.

Sin embargo, Covacevich a través de su testigo, revela una indefinición política en cuanto que su hombre común aparece sólo como espectador y no actor de su propio drama, haciéndonos pensar si quizás la indiferencia general no ha llegado a ser también su propia indiferencia. La no acción, la no participación, es, en el fondo, la indecisión. Así, la denuncia de “Morir un Poco”, apela más al sentimentalismo que a la lucidez. En el plano formal también el film cae en ingenuidades; hay algunos rasgos de esteticismo no justificados, que sólo restan rigor al concepto sin arraigarse en el esquema general.

Así y todo, “Morir un Poco” es un primer paso valioso, sorpresivo y provocativo en el camino de lo que puede llegar a ser un cine de expresión que abra paso a todo un movimiento de cinematografía joven en Chile.