Un pedazo de cine de Sergio Larraín
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En el marco de la gran exposición dedicada al fotógrafo chileno Sergio Larraín, fallecido en 2012, que fue inaugurada el pasado 28 de marzo en el Museo Nacional de Bellas Artes, se encuentra alojado en una esquina de la sala que acoge la muestra, una pieza audiovisual de cuatro minutos y medio, sobre los niños que vivían a las orillas del Río Mapocho en el Chile de 1962, sí, el año del mundial. Sin créditos de inicio ni final, este pequeño documental realizado por Larraín para la Agencia Magnum, se repite una y otra vez ante la mirada de los visitantes de la retrospectiva, que tienen en este trabajo un pedazo de cine que entrega dos reflexiones importantes. Una, el ojo de Larraín para mirar e insertarse en la cotidianeidad del horror de una niñez amputada. La otra, la realidad de un Chile de hace cinco décadas, que tampoco dista tanto de la situación algunos niños, que merodean en la actualidad por el centro de Santiago y sus alrededores.

Las imágenes de este documental siguen a un grupo de niños que vagabundean por el Río Mapocho, a la altura del Mercado Central, en donde los vemos arrancando de un señor que los persigue, subiéndose a una micro en movimiento por la puerta trasera y caminar en un día lluvioso a pies descalzos. Y esa es la imagen que más conmueve del pequeño trabajo de Larraín. Tres niños caminan hacia cámara, y en el momento en que están frente a ella, Larraín ejecuta un tilt down hacia sus pies sucios, que tocan el pavimento mojado. La secuencia trae a la memoria el cortometraje Revolución (Jorge Sanjinés, 1963), que también resuelve con ese gesto una de sus escenas finales. El documental de Larraín tiene en general esa impronta del cine neorrealista italiano, que tan profundamente marcó al Nuevo Cine Latinoamericano. Por ende, al ver las imágenes capturadas por Larraín, aparecen de inmediato referencias visuales a trabajos como Las Callampas (Rafael Sánchez, 1958), Tire Dié (Fernando Birri, 1958) y Valparaíso mi amor (Aldo Francia, 1969). Aparece esa idea de instalar una complicidad entre realizador y personaje, que anula la noción de espectáculo y propone la escenificación de una dignidad en el contexto de la miseria. Esto logra que el ejercicio fílmico pase a tomar una fuerza superior a la realidad misma, en su confrontación con el espectador, al dignificar a los marginados y desposeídos. El espectador advierte en ellos presencia. Presencia digna. Enfatizo en esta reflexión, porque creo que uno de los grandes problemas del cine con implicancias sociales, es no lograr su cometido al construir ese trabajo de dignificación.

Los italianos de la posguerra fueron maestros en esto. Sobre todo Luchino Visconti, el de menos popularidad como neorrealista, al lado de las figuras de Roberto Rossellini y Vittorio De Sica, pero quien seguramente entregó la cinta más brillante en cuanto a la idea de la marginalidad asociada a la dignidad. Me refiero a La terra trema (1948), la historia de pescadores sicilianos reales, que se interpretan a sí mismos, y que más allá de discursos de sufrimiento y heroísmo, tienen vida.

Los personajes de la pieza audiovisual de Larraín tienen vida. Sonríen pícaros, se mueven con soltura y traviesos por la ciudad. Son protagonistas con sus propios códigos de un espacio urbano de terror, que les coarta su niñez y los expone al peligro. Esto se confirma en las fotografías de la serie «Niños Vagabundos», a la que pertenece este documental, una colaboración del autor con el Hogar de Cristo y la fundación Mi Casa, para retratar a los niños de la calle que vivían en las riberas del Mapocho. Niños que miran sonrientes al lente de Larraín, niños durmiendo amontonados para protegerse del frío, niños que fuman. Es la mirada certera de Larraín, la mirada neorrealista del fotógrafo chileno del que más se habla en el mundo, la mirada cómplice del fotógrafo que inspiró a Julio Cortázar para escribir el cuento «Las babas del diablo», en cual se basó el cineasta italiano Michelangelo Antonioni para su película Blow-up. Es un pedazo de cine de Sergio Larraín.

La retrospectiva de Sergio Larraín, en donde se puede ver este documental, junto a 157 fotografías del autor, ampliadas a partir de los negativos originales, estará abierta al público hasta el próximo 15 de julio de 2014, en el Museo Nacional de Bellas Artes. Posteriormente, la muestra itinerará por las ciudades de Concepción, Punta Arenas y La Serena.