Ulises, de Oscar Godoy
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Santiago está cambiando. Las últimas dos décadas han sido especialmente vertiginosas en este sentido. Las transformaciones en nuestro paisaje urbano han sido reflejadas con eficiencia en algunas películas chilenas como Aquí se construye, pasando por Play, y más recientemente Lucía, entre otras.  Pero los cambios demográficos, especialmente los relativos a la multiculturalidad de esta capital cada vez más cosmopolita, han sido un tema huidizo para nuestro cine.

El mérito de este largometraje de Oscar Godoy es no sólo mostrar un mundo al que el cine chileno no había entrado, sino además hacerlo con dignidad y destreza. En Ulises el espectador es testigo de la cotidianeidad de un inmigrante peruano en Santiago. Del mundo humano y físico que le toca habitar, de sus relaciones y de la falta de ellas.

El valor del trabajo del actor argentino José Román es armar creíblemente en Julio a un personaje silencioso, sufriente y contenido, dándole a la cinta un tono bastante frío frente al enorme drama al que se enfrenta, alejándose así del melodrama. La ironía de su título, es que este viajero no es heroico en su desafío al destino, pero al mismo tiempo si lo es, en su resistencia. 

La entrega pausada de información respecto al pasado y al presente de este protagonista va exigiéndole al espectador enfrentar sus prejuicios respecto a los inmigrantes y poco a poco ir conmoviéndose frente al devenir de este sujeto. Probablemente eso hace más poderoso el efecto. El observar como de manera tímida, pero decidida Julio –profesor de Historia- se transforma en un obrero de un matadero. La intelectualidad expuesta literalmente a la brutalidad de la carne animal, a la sangre, obliga al espectador a preguntarse: ¿Vale la pena? Cuando en el centro de llamados mientras Julio habla interrumpidamente con su madre, al fondo del plano vemos a una peruana sollozando junto al teléfono, de nuevo nos preguntamos: ¿Vale la pena?. Cuando se nos muestra las condiciones de vida y trabajo de tantos peruanos en Santiago, no queda sino inquietarse frente al esfuerzo y la tenacidad.

Que una película logre que un espectador acceda en un mundo constantemente caricaturizado y logre hacerse este tipo de preguntas es un merito. No sé esa denuncia era el interés de Godoy, si creo que la reflexión sobre la realidad y el compartir visualmente mundos diversos es uno de los sentidos del cine. Eso en Ulises está logrado y se aplaude.