Terremotos en el cine chileno: identidad y unidad

El terremoto que ha sacudido nuevamente a Chile, pero con particular fuerza a la región de Coquimbo, nos enfrenta al asunto que tendemos a olvidar con facilidad: nuestra condición de país telúrico. Y esto ya no nos debería sorprender dado nuestro nutrido historial: 7 terremotos de magnitud superior a 8 en la escala Richter en 109 años (1906-2015). Es decir, en promedio, uno fuerte cada 15 años. Tenemos el terremoto más potente que se ha podido registrar en la historia de la humanidad: el de Valdivia, de 1960, de magnitud 9,5 con una duración inconcebible de 10 minutos y denominado sin exageración como el “cataclismo” o el «megaterremoto». Hay que asumir todo esto como una característica intrínseca de nuestra existencia en este territorio, algo ya parte de nuestra cultura.

Admitido aquello, en gran medida este aspecto hace que esta particularidad sea de hecho lo más representativo de la identidad chilena. Y, tal vez, acaso de las pocas instancias que nos convocan ampliamente más allá de nuestras múltiples y nutridas diferencias. Ahora bien, ¿Cómo hemos abordado este brutal y recurrente fenómeno natural desde la cinematografía?

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El terremoto del 16 de agosto 1906 en Valparaíso (8,2 Richter; 3.000 muertos), el octavo en magnitud dentro de nuestro listado, fue el primero como tal filmable. Pero de los registros que dan cuenta de cine nacional, que parten de 1897 hasta la actualidad, entre 1904 y 1909 apenas se consigna una solitaria Exposición de Animales de la Quinta Normal (1907). Un Cosmographe Didier (cinematógrafo) exhibe en aquel entonces películas en el Teatro Variedades de Santiago, pero en los sucesivos meses solo figuran vistas extranjeras, como las del matrimonio del rey Alfonso XIII de España o del terremoto en San Francisco (acontecido en abril). Pero ni rastro de alguna filmación concreta sobre lo ocurrido en el puerto. Como sea, singular resulta un solitario anuncio publicado en El Mercurio de Santiago el 25 de agosto del mismo año.

 

Pero algo más concreto pasó en noviembre de 1922 cuando vino el terremoto de Vallenar (8,5 Richter; 1.500 muertos), el quinto de mayor potencia. Los años 20 fue una década prolífica en cuanto a realización con cerca de 110 películas entre ficciones, documentales y animaciones; y un evento de esta magnitud no iba a quedar al margen. Fue así como junto a la comitiva presidencial de Arturo Alessandri Palma que acude a la zona va un camarógrafo -no identificado- y filma los estragos. Denominado por los anuncios de la época como «Catástrofe del norte» o «El terremoto del norte«, el documental de una hora de duración se estrena el 1 de diciembre en diferentes salas de la capital. Una nota de la época da cuenta de la película (que se encuentra desaparecida e incluso no figuraba en ningún libro o estudio hasta este artículo):

«La fotografía y los relatos escritos no han podido hasta ahora hoy sino dar pálida idea de la magnitud de la catástrofe. Se necesita una película copia fiel y animada de la realidad para que el público se de cuenta de la horrible verdad. La película será un poderosos auxiliar del movimiento en pro de los damnificados. Hay gente que cree que con lo erogado es ya suficiente y sobre para reparar los daños y desgracias. Una vez vista la película no habrá quien no agregue lo que pueda a la obra de reconstrucción del norte». [1]

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Aviso publicado en El Mercurio, 30 de noviembre de 1922

A pesar de que no se encuentra dentro de los de mayor magnitud, el terremoto de Chillán de 1939 cuenta con al menos dos documentales a su haber según los registros disponibles. De magnitud 7,8 en la escala Richter, ha sido el más mortífero de todos con más de 5.000 víctimas fatales según cifras oficiales.

terregrama_02_egidio_ecran.jpgFue entonces Egidio Heiss, un experimentado camarógrafo alemán avencindado en Chile desde fines de los años 20, el encomendado por el periódico La Hora para realizar una serie de filmaciones sobre lo acontecido en Chillán. La investigadora Jacqueline Mouesca consigna títulos como La noche trágica de Chile, Chillán la mártir o El dolor de Chile [2], pero solo tenemos constancia efectiva de Terremoto en el sur, película restaurada por la Cineteca Nacional en los laboratorios de la Filmoteca de la UNAM, México, el año 2006. Y es, de hecho, una de las dos más antiguas filmaciones nacionales sobre esta clase de hechos que podemos ver. La revista Ecran deja sus impresiones a través de una crítica:

El valor cinematográfico queda superado por el motivo del film. El telón de fondo, sobre el cual se destaca la silueta de las madres que han perdido a sus hijos, de los que vagan entre las ruinas, y por último la montaña de escombros que recuerda el sitio en que estaba el Teatro Municipal de Chillán, y en el que se supone estén enterradas más de 300 personas, es la ciudad muerta quién sabe por cuánto tiempo”. [3]

La otra pieza sobre este mismo evento es Notas del Terremoto, (restaurada por la Cineteca Nacional el 2007) dirigida por Luis Fiol Bemer, cineasta del que no tenemos datos sobre su formación u origen. El cortometraje silente, retrata parte de la gira del presidente Pedro Aguirre Cerda por la zona. Lo que se puede ver tanto de este cortometraje es una acentuada lógica descriptiva e informativa. Si bien el cine sonoro comienza a ser tendencia en la industria mundial desde 1927, tanto el documental de Fiol Bemer como el de Heiss utilizan los tradicionales intertítulos del cine mudo para entregar datos específicos, como: “La Estación de FFCC y La Casa de Máquina, también destruida. Los coches sirven de vivienda”.

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Dos fotogramas de Notas de un Terremoto (1939), Luis Fiol Bemer

Llegamos ahora al terremoto de Ovalle del 6 abril de 1943, el noveno en magnitud del listado (8,2 Richter; 20 muertos). Siendo un década muy prolífica en cuando a realizaciones, en cierta medida por la creación de Chile Films el año anterior, no figura ningun largometraje, ni ficción ni documental, que aluda a lo sucedido en la IV región. Pero esto se puede entender dado el surgimiento de instituciones que crean unidades dedicadas exclusivamente a registrar la contingencia. De esta manera, los eventos asociados a la actualidad, donde prima la inmediatez, comienzan a ser cubiertos con un enfoque informativo y preciso a través de breves filmaciones articuladas en torno a una voz en off omnipresente. Este tipo de materiales se hacían generalmente de forma quincenal y se exhibian antes de las películas en cartelera (recordemos que aun no existía la televisión). En esta área ya estaban trabajando un equipo de Chile Films y otro del ICE (Instituto de Cinematografía Educativa). En definitiva, sabemos que al menos el Noticiero ICE -integrado por Luis «El Loco» Bernal, Carlos Caroca y Ricardo Younis– viajó rapidamente a la zona afectada a filmar los hechos exhibiendo el material en Santiago a partir de 16 de abril, tanto en rotativos como en salas grandes.

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Aviso publicado en El Mercurio, 15 de abril de 1943

Saltamos entonces a Valdivia 1960. El más destructivo y emblemático de todos con 9,5 en la escala Richter y más de 2.000 muertos. Cuando aun la televisión no se masificaba en Chile, seguía siendo el cine la herramienta disponible a la hora de intentar atestiguar y conservar imágenes de estos hechos. Fue así como el historiador Leopoldo Castedo, que llegó a Chile a bordo del Winnipeg en 1939 huyendo de la guerra civil española, es quien junto a un equipo que incluía al documentalista Sergio Bravo logran una de las mejores películas sobre este tipo de catástrofes. Y es que no estamos frente a un mero registro ni una constatación noticiosa.

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Dos fotogramas de La Respuesta (1961), Leopoldo Castedo

La Respuesta retrata con precisión y lúcida estructuración narrativa la tenaz proeza de un grupo de ingenieros, trabajadores, y autoridades en general, que unidos y coordinados salvan a Valdivia de un desastre peor incluso que el mismo terremoto: el desborde de un taponeado lago Riñihue repleto de agua. A punta de palas y algo de maquinaria, el equipo debe liberar el curso del agua antes de que la lluvia llene por completo la represa natural que se estaba formando. El desborde hubiese sido imparable, arrasando con todo a su paso. Castedo incluso publicó un libro sobre cómo se vivió el proceso humano, técnico y logístico. La Respuesta logró ser más que una película, un documento histórico pleno y completo, y así la revista Ercilla registró las impresiones provocadas fuera de Chile:

“La primicia de “La Respuesta” la tuvo Argentina, al exhibirse fuera de concurso en el Festival de Mar del Plata. Al terminar la proyección, un espectador se acercó a Castedo:

-Señor, soy un obrero argentino y sé que mi opinión no vale gran cosa. Pero quiero decirle que pocas veces me he emocionado tanto. Con la película me dí cuenta que los chilenos son muy hombres”. [4]

Pasaron los terremotos de 1965 (La Ligua; 7,4) y 1971 (Illapel; 7,5), hasta llegar al de 1985, en la zona central, de magnitud 7,8 en la escala Richter. Tal vez por el contexto tecnológico –la presencia del video– el registro en este caso se volcó a una preocupación principalmente noticiosa y televisiva. En aquel entonces, el enfoque de la mayoría de las películas nacionales eran constatar y construir relatos audiovisuales en torno al proceso político del país: el inmimente fin del régimen militar. Ninguna de las películas claves de este periodo aluden a la catástrofe. Caso curioso es Raúl Ruiz, siempre atento a Chile, que vincula aspectos del temperamento nacional con nuestra sismicidad cuando en el Canto 10 de la serie A TV Dante (1991) Dante (Francisco Reyes) le dice a Virgilio (Fernando Bordeu): «Chucha…’ta temblando«. «Siempre tiembla«, le responde Virgilio. 

Así llegamos al fatídico 27/F (8,8), el segundo en cuanto a magnitud en nuestra historia filmable, y a la fecha el más registrado/filmado. En gran medida gracias a la alternativa digital, figuran al menos 9 piezas entre documentales y ficciones de los más diversos enfoques y énfasis. Por ejemplo, Tres semanas después (2010) de José Luis Torres Leiva, una mirada paciente y minuciosa que apela a una inmediatez delicada carente de estridencia. O 03:34 Terremoto en Chile, una ficción con vocación masiva, de súper producción, y que tuvo buena acogida de público para los estándares locales (180.000 espectadores). También otra pieza, como el documental Mauchos, de Sebastián Moreno y Ricardo Larraín, que acentuó la resiliencia de las víctimas y en la importancia de la reconstrucción.

Y entonces, con un cuerpo fílmico más diverso y amplio surgen interrogantes necesarias: ¿Cómo lograr una película que interpele, que emocione, pero a la vez sea respetuosa con la catástrofe del que se tiene frente? ¿Cómo lograr un relato no solo asertivo sino también factible económicamente, de calidad incluso? Las múltiples historias y construcciones a partir del 2010 revelan una preocupación y una madurez singular. Incluso las búsquedas de tipo más científicas se plasman en la pantalla, tal como lo abordó, por ejemplo, el corto documental 27/F: Huellas del terremoto y del tsunami. Dentro de esta línea está el capítulo Sismos y tectónica (15′) de la serie documental La fuerza de la tierra (2013), que a través del trabajo en Mejillones del geólogo Gabriel González se explica didácticamente el fenómeno de la subducción de placas. Esta serie llama la atención por su cuidado y preciso tratamiento gráfico y visual. Un caso, de experimentación y singular atrevimiento hasta cierto punto, fue El año del tigre (2011), un ejercicio bien especial que funde actores interactuando y resolviendo una ficción con la realidad azotada todavía por las consecuencias materiales del terremoto y maremoto.

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Fotograma de Mauchos (2011), Sebastián Moreno y Ricardo Larraín

Los terremotos del Norte Grande (8,2) de 2014 y el de Canela Baja (8,4) de la semana pasada los tenemos demasiado encima como para identificar relatos audiovisuales específicos. Con el tiempo y con perspectiva habrá que analizar el cómo se piensa y reconstruye un desastre natural desde la imagen en movimiento ahora que vamos interiorizado una vez más esto que nos pasa como nación. Pues, cómo, una vez más, utilizaremos el dispositivo cinematográfico para narrar, revelar, intentar profundizar, más que solo mostrar el hecho mismo y sus evidentes estragos materiales y humanos. Yace en este tema no solo el desafío técnico o narrativo, sino una esfera ética. La posibilidad de acercarse a una realidad y construir con ello algo convocante sin pasar por encima de las víctimas y sus dolores.

El registro inmediato que hoy permite la tecnología, por ejemplo, mediante los dispositivos móviles presenta un espacio especial y novedoso para los realizadores. Si bien se acentúa la posibilidad de registro casi en vivo y viralizable (material muchas veces de nulo tratamiento, en bruto), también se incorpora la multimedialidad, la ubicuidad cada vez más íntima, y una estrategia narrativa que -si bien no es nueva- es ahora más evidente y posible dada la acumulación y disponibilidad de fuentes: el trabajo con material de archivo, con material ajeno de forma tal vez colaborativa y simultánea. Una vez más, en las posibilidades del montaje radica la clave de este oficio y sus alcances. Pero falta mucho por estudiar, aprender, descubrir, hacer y afiatar. ¿Cómo nos paramos y preparamos ahora, pensando ya en el próximo remezón?

“Para mí, “La Respuesta” es una prueba de que el problema del cine sigue siendo el tener algo que decir. Cuando eso sucede, se superan los problemas materiales”. [3]

Leopoldo Castedo (1915-1999).

 

Filmografía (en desarrollo) por fecha:

-1906: ……………..

-1922: El terremoto del norte (1922), cineasta desconocido

-1939: Terremoto en el sur (1939), Egidio Heiss

Notas de un terremoto (1939), Luis Fiol Bemer

-1943: Filmaciones sobre el terremoto hechas por el Noticiero ICE (1943)

-1960: La epopeya del Riñihue (1960), Enrique Campos Menéndez

La Respuesta (1961), Leopoldo Castedo

-1971: ……………..

-1985: ……………..

-1997: ……………..

-2010: Tres semanas después (2010), José Luis Torres Leiva

 Caleta de mujeres (2010), Andrea González

 Cartas de un vecino (2010), Manuel Meza

 27/F: Huellas del terremoto y del tsunami (2011), Felipe Dreves

 Mauchos (2011), Sebastián Moreno y Ricardo Larraín

 03:34 Terremoto en Chile (2011), Juan Pablo Ternicier

 El año del tigre (2011), Sebastián Lelio

 Aftershock (2012), Nicolás López

 Sismos y tectónica (2013), Julián Rosenblatt

-2014: ……………..

-2015: ……………..

Notas bibliográficas:

[1] El diario ilustrado, 1 de diciembre de 1943 (Ver nota completa)

[2] Mouesca, Jacqueline. Op. Cit. Pág. 52. (Ver libro completo)

[3] Revista Ecran, nº420, 7 de febrero de 1939. (Ver nota completa)

[4] Revista Ercilla, 1 de febrero de 1961. (Ver nota completa)

Libros consultados:

– Castedo, Leopoldo. Hazaña del Riñihue. El Terremoto de 1960 y la Resurrección de Valdivia. Crónica de un episodio ejemplar de la Historia de Chile. Santiago, Editorial Sudamericana, 2000.

– Godoy Quezada, Mario. Historia del cine chileno. Santiago, Chile: 1966.

– Jara, Eliana. Cine mudo chileno. Santiago, Chile: Fondo de Desarrollo de la Cultura y las Artes. Imprenta Los Heroes, 1994.

– Mouesca, Jacqueline. El documental chileno. Santiago, Chile: LOM Editores, 2005.

– Rodríguez Rozas, Alfredo, y Gajardo Cruzat, Carlos. La catástrofe del 16 de agosto de 1906 en la República de Chile. Imprenta y Litografía Barcelona, Santiago, 1906.

– Vega, Alicia. Itinerario del Cine Documental Chileno 1900-1990. Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile, 2006.

Sitios:

http://www.cinetecadigital.ccplm.cl/

http://www.cinetecavirtual.uchile.cl/

http://www.sismologia.cl/

http://www.onemi.cl