“Soy mucho mejor que voh”: retrato de un perdedor
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La segunda película del director José Manuel “Che” Sandoval nos invita a acompañar durante una noche a un personaje que, a pesar de su antipatía, no podemos dejar de mirar. Probablemente por lo conocido que nos resulta.

En 2009 Te creís la más linda, pero eris la más puta fue celebrada como una brisa de aire fresco en el activo panorama del cine chileno de entonces. En medio de un grupo de filmes autorales, con pocos diálogos y con una formalidad muy del gusto de los festivales europeos, aparece esta película de estudiantes de la Escuela de Cine de Chile. Centrada en un adolescente verborreico que se mueve por el barrio Bellavista buscando reconocimiento y sexo, y en el camino se encuentra con los más variados personajes, incluyendo al Naza, el protagonista de Soy mucho mejor que voh.

Lo más destacado de ese primer trabajo de Che Sandoval fue la naturalidad de las actuaciones y los diálogos. Lo cercano que resulto para el público joven esta realidad que veían en pantalla y que género que más de diez mil personas fueran a verla sólo a la sala del Cine Arte Alameda, un tremendo éxito de público para un filme de estas características. La debilidad de ese filme tenía que ver con ese mismo efecto. Te creís la más linda… funcionaba muy bien con el público que compartía la experiencia del personaje, pero podía resultar demasiado superficial para quien quisiera buscar en ella algo más que una anécdota adolescente.

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Con este segundo trabajo Che Sandoval parece haber superado ese defecto sin perder la fluidez natural de la narración, los diálogos y los personajes. En este caso seguimos a Cristóbal, “El Naza”, un cuarentón en crisis de identidad ante la independencia laboral de su esposa y que se niega a que la familia se instale en Barcelona a causa de una beca que ella gano. La manera de tratar con esta frustración es irse por la ciudad buscando sexo – quizá como una manera de probar su masculinidad- pero que cuando lo encuentra no es capaz de afrontar la situación, como tampoco es capaz de afrontar a su familia.

Para el estreno de Las cosas como son de Fernando Lavanderos, el crítico Héctor Soto publicó un interesante comentario sobre como los jóvenes realizadores están representando a los hombres en el cine chileno. Además de Jerónimo, el protagonista del filme de Lavanderos, Soto daba como ejemplo el ambivalente personaje de Sergio Hernández en la película Gloria y describía como en ambos filmes perecía que los hombres no sabían sino retraerse ante mujeres independientes y decididas. “El Naza” del Che Sandoval perfectamente podría sumarse a este tipo de chileno que entra en crisis cuando su mujer sale del espacio que él le había definido.

Che Sandoval ha dicho que “El Naza” representa lo peor del chileno “chanta”, uno que miente constantemente, que se inventa los discursos más inverosímiles para no hacerse cargo de su propia responsabilidad ante otros y el mismo. A pesar de que tempranamente nos damos cuenta de lo patético del personaje, la manera en que está construida la narración es lo suficientemente dinámica y atractiva para no perder el interés, para mantenernos entretenidos y, en muchos casos, hacernos reír. Pero esta vez Che Sandoval, va mucho más allá de la anécdota. La película logra instalar cierta amargura en el espectador, ya que detrás de esa ligereza del personaje se presenta un dolor real, que se esconde en acciones y actitudes que, lamentablemente, nos suenan demasiado familiares.