“Neruda”: El sujeto imaginario
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Siempre es interesante el ejercicio cinematográfico de construir un personaje ficcional, a partir de un sujeto real. Más cuando ese sujeto no sólo existió, sino que fue célebre en su tiempo y continúa existiendo a través de su obra. En este caso el trabajo cinematográfico no sólo se contrasta con el discurso histórico respecto a la existencia de este individuo, sino con el imaginario que cada persona posee de este personaje al que ha admirado, el que le ha acompañado a través de sus creaciones y le ha puesto palabras a sus emociones. 

La vida de Pablo Neruda ha sido llevada al cine en diversas ocasiones. Además de numerosos documentales sobre el poeta, hay varias películas de ficción que lo han representado. El libro de Antonio Skarmeta Ardiente Paciencia tuvo su versión cinematográfica en 1983 dirigida por su propio autor y también una famosa versión internacional a cargo de Michael Radford en 1994 titulada Il Postino. Recientemente, 2014, el director Manuel Basoalto -quien años antes ya había realizado un documental sobre Neruda- puso a Jose Secall como protagónico interpretando al célebre poeta y ahora es Pablo Larraín quien se acerca a su mítica figura.

Lo interesante de la película de Larraín es que entiende en todo momento que se enfrenta a un mito, que todo lo que sabemos sobre Neruda es también un discurso y que el poeta fue muy consciente en el ejercicio de auto representación con el que construyó su persona pública. Con un guión brillante a cargo de Guillermo Calderón, Neruda se acerca a la vida del poeta en un momento preciso: la persecución a los militantes del partido comunista de parte del gobierno de González Videla en 1948. Siendo Pablo Neruda el más famoso de los comunistas chilenos, debe pasar a la clandestinidad. Es esta escena la que toman Larraín y Calderón para generar una película compleja y fascinante sobre la auto conciencia y la imaginación.

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Gael García Bernal -quien ya había colaborado con Larraín en No– interpreta a Óscar Peluchonneau, el detective a cargo de la persecución y captura del entonces senador. La relación entre ambos personajes es la que sostiene esta narración que se construye desde el relato del policía quien reflexiona sobre el Chile de entonces, su labor y su relación con el poeta, encarnado por Luis Gnecco. La propuesta visual de la película se va moviendo entre los códigos del cine negro clásico y una estética que recuerda a algunas películas de Raúl Ruiz. La fotografía de Sergio Amstrong crea imágenes que, sin perder realismo, van generando una atmósfera con ciertos tintes oníricos que, en coherencia con el texto y el montaje del filme, van haciendo al espectador preguntarse si lo que va viendo es cierto en la ficción de la película o es la imaginación de los personajes.

Neruda tuvo su estreno en la prestigiosa competencia “Quincena de Realizadores” del Festival de Cannes, en donde Larraín ya es reconocido como uno de los nombres más potentes del cine latinoamericano actual. Esta película -un coproducción internacional de nivel- sólo viene a demostrar porqué. Independiente del oportunismo que podamos observar en la elección y el acercamiento a sus temas, Larraín es un director eficiente y creativo, que se rodea de gente muy talentosa y que realiza películas que nos obligan a mirar de nuevo, a pensar sobre lo visto y reconocer las alturas a las que puede llegar el cine chileno.