Historias de Fútbol, de Andrés Wood
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Una película menor debe saber que lo es para no pasar por ingenua. Ninguno de los tres relatos se empina mucho más allá de lo que quiere contar y ni siquiera aspira al rol de retrato de un grupo o de una clase. Le bastan la amenidad, la autenticidad y algunos simples personajes enfrentados a avatares de poca envergadura. Tanta modestia rinde sus frutos y la película no nos coloca nunca más allá de sus verdaderas posibilidades, lo que a la larga produce una satisfacción duradera, como la que sigue produciendo un clásico de nuestra comedia popular: El gran circo Chamorro.

Lo que queda como deuda es, como casi siempre, el guión. Los relatos están bien armados, pero al validarse casi exclusivamente por su capacidad lineal de hacernos seguir una sola historia por vez, los cierres de las narraciones parecen insuficientes y previsibles. Tal vez en las obras literarias de los cuales provienen eso funcione, pero en la pantalla resulta escaso, especialmente por la carencia de emociones de envergadura comprometidas en los finales. Ninguna de ellas logra sugerir algo que no muestre en pantalla, por lo que la amenaza de banalidad se asoma por aquí o por allá, con especial insistencia en el relato del medio, protagonizado por niños, lo que no es poca dificultad.

Lo mejor se da en el terreno de las ambientaciones y de los personajes, siempre tratados con el cariño que los cineastas chilenos suelen mezquinarles a los productos de su creatividad. Wood, que no es precisamente un derrochador de fantasías o de estilos, se atiene a respetar el mundo popular que filma y lo hace con tino y a ratos con gracia. Afortunadamente se le dan bien los actores y podríamos adjudicarle a su reparto uno de los principales méritos en el éxito de la película. En su conjunto constituyen una galería de tipologías eficaces y colocadas en su justo tono de comedia. Probablemente sean las hermanas chilotas encarnadas por María Izquierdo y Elsa Poblete las que se lleven la palma en este terreno, a pesar que los galanes acompañantes no están a la misma altura.

Sin duda uno de los debut más prometedores del cine chileno reciente, lo que se ha visto confirmado por la paulatina maduración de su autor. Se podría lamentar que en ese camino haya abandonado un género para el que parecía naturalmente dotado. En cambio la seriedad dramática de sus últimas películas, que le ha ampliado las dimensiones de su mundo narrativo, ha implicado también dejar de lado una sazón más variada en el tono, como la que aquí demostró saber manejar.