Enigma, de Ignacio Jurisic
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Inspirada en una historia real sucedida a finales de los ochenta, la película Enigma sigue a la madre de una joven mujer asesinada, cuya muerte –después de 8 años de investigación- aún no ha sido esclarecida y que decide ir a la televisión para contar su historia y presionar a la justicia. El tema es que además del dolor y el duelo que cruza a esta madre, y a toda la familia, el crimen está rodeado por el silencio respecto a la orientación sexual de la joven, poniendo en el centro de la narración aquella central característica de la idiosincrasia chilena en que no se nombra lo que nos incomoda. Un rasgo que nos acompaña hasta hoy, pero que era aún más evidente en la década de los noventa, en un Chile que recién está dejando atrás la dictadura y en donde los valores familiares están, en general, cruzados por el conservadurismo y el temor al “que dirán”.

Enigma es una película que habla sobre el silencio y la negación, sobre las cercanías y los secretos familiares, y la manera de filmar del director Ignacio Juricic logra transformar, con habilidad, estos conceptos en atmósfera cinematográfica. La cinta se construye en una tensión constante entre intimidad y distancia, entre complicidad y juicio, una tensión que resulta tremendamente familiar para casi cualquier persona criada en Chile. La tensión de la trama se sostiene en que la protagonista está en proceso de decidir ir a la televisión para exponer el caso de su hija, aunque, paradójicamente, no ha sido capaz de hablar de aquello abiertamente con sus más cercanos. Ella es consciente de que al hablar del asesinato de su hija deberá reconocer su homosexualidad, poniendo a toda la familia en tela de juicio tanto por quienes no la conocen, como por quienes la rodean. La narración es eficiente en dar cuenta de lo borroso de esos límites culturalmente impuestos sobre la vida privada y pública, y la presión que sobre ellas ejerce la mirada de los otros. 

Criado en una familia de mujeres, Juricic es capaz de recrear esos momentos de sororidad cómplice y cotidiana que define la vida de las hermanas y las hijas de esta familia. El uso de planos en donde cuerpos y cosas se amontonan, invitan a reflexionar sobre los límites de la intimidad, sobre cómo nos definimos por nuestro contexto y que pasa cuando la libertad personal se lee como una agresión a los códigos familiares. Esta propuesta se sostiene en un muy inteligente uso del espacio físico, de la puesta en cámara y el diseño de producción de la película, pero especialmente en la brillante interpretación del elenco liderado por Roxana Campos en el rol protagónico, en que también se lucen reconocidos nombres del teatro –y del cine- como Paula Zúñiga, Claudia Cabezas y Rodrigo Pérez.Aunque no deja que el discurso militante se tome el centro trama, Enigma es una película que denuncia, no solamente, los crímenes de odio hacia las personas que se atreven a desafiar el orden hegemónico y heteronormativo, sino también la desidia de las instituciones a la hora de perseguir estos hechos, especialmente si sus víctimas son personas pobres. Pero mucho más centralmente, Enigma es una película que nos habla de las dificultades de mirarnos honestamente y dialogar sobre lo que somos, amamos y tememos con quienes tenemos más cerca. Es una película sobre la aceptación y el cariño incondicional, y por lo tanto es una película que, como personas y también como sociedad, nos expone y nos invita a cuestionar nuestro actuar desde ese lugar.