El viaje de «Valdivia Cine Vídeo y Ecología» a «FicValdivia»

Con más de cien películas disponibles para el visionado virtual arranca la edición número 27 del certamen valdiviano. De cómo llegó FICValdivia a ser uno de los certámenes más importantes del país va este texto. Hacemos este recorrido a través de la voz de quienes han guiado estas casi tres décadas de desarrollo audiovisual — como enfatizan todos— a 800 kilómetros de Santiago.

Lucy Berkhoff, la primera directora. 1993 2006.

Es 1993 y Chile lleva recién tres años de retorno a la democracia luego de 17 años de dictadura.

Lucy Berkhoff

Es 1993 y Chile aún no cuenta con una herramienta tecnológica como Internet que permita acortar las extensas distancias geográficas de sus regiones ni tampoco soslayar su recóndito lugar en el mapa mundial.

Es 1993 y el Cine Club de la Universidad Austral de Chile (AUCH) cumple 30 años difundiendo la cinematografía en la ciudad de Valdivia.

En ese contexto, con un tejido social desarticulado por la dictadura y con distancias geográficas que propician la centralización de distintas actividades, entre ellas las culturales, cumplir tres décadas reuniendo a personas en torno a la exhibición, discusión y reflexión del cine no es algo menor. Al contrario. Lo sabe Lucy Berkhoff, directora del Cine Club UACH entonces y por ello decide celebrarlo con una muestra de cine internacional que resultó tan exitosa que fijó en su mente de manera inclaudicable la idea de realizar un festival de cine en la ciudad.

“El cine club exhibía cine arte trayendo películas de diferentes distribuidoras de Santiago. También se realizaban ciclos de distintos directores, invitando a críticos para realizar foros después de las funciones. Teníamos un público cautivo de la ciudad, de la Universidad y muchos socios. Es decir, era lógico seguir creciendo”, dice Lucy desde Viña del Mar, lugar donde reside.

Motivada por proporcionar a la ciudad un evento cultural de envergadura mayor, el 11 de octubre de 1994 se inaugura el festival Valdivia Cine Vídeo Ecología. “Soy muy soñadora y peleadora para conseguir mis objetivos”, agrega.

“Valdivia, entonces, es una proeza. No es un Santiago chico, sino una real posibilidad futura ofrecida a los creadores, tanto chilenos como extranjeros, para mostrar su trabajo en un medio que lo valora”, decía la cronista Gabriela Bade en el diario La Nación el 17 de octubre de 1994, un día después de la clausura del novel certamen cuyos ganadores fueron el cortometraje Larga distancia, de Claudia Aravena, el vídeo Wichán, de Magaly Meneses, y el programa de televisión Visiones, de Canal 13.  

Lucy declara que uno de los énfasis de su gestión fue desde el comienzo ofrecer espacio a los nuevos realizadores chilenos. “(Ellos y ellas) necesitaban un espacio donde presentar su trabajo e intercambiar experiencias”, dice. 

Fuente: Cine Club UACH

También le parecía fundamental que este evento tuviera un “carácter propio que identifique a la región con su quehacer cultural específico y un propósito social de envergadura ecológica. Era una necesidad contribuir a la descentralización de las actividades nacionales impulsando, con el tiempo, el desarrollo del Polo Audiovisual del Sur. Se crea una Comisión Fílmica de Valdivia y convenios de coproducción y distribución del Mercosur y Patagonia Audiovisual”, explica.  

Es en 1997 cuando comienza a denominarse Festival Internacional de Cine de Valdivia (FICValdivia).

Ese mismo año 97 se incorpora al equipo del certamen la periodista Andrea Osorio, actual directora del Cine Club UACH. Al consultarle por sus recuerdos respecto a la organización de esas primeras ediciones, rápidamente pone atención al contexto de éstas. “No contábamos con todas las herramientas que hoy tenemos para trabajar, la tecnología era mínima: el festival se organizaba mandando fax y llamando por teléfono. Era una realidad completamente diferente, pero yo creo que Lucy y el equipo que estábamos detrás de ella fuimos capaces de aprovechar todas las instancias que teníamos a mano para organizar un evento cultural de la mejor calidad”. 

“Cada año significaba un tremendo desafío. Por eso, lo que más valoro del festival es que se fue construyendo de a poco y con una base súper sólida porque ese fue el espíritu: año tras año trabajar para consolidarse, traer películas importantes, invitados interesantes”, manifiesta.  Añade: “Yo creo que ella fue súper visionaria porque realizamos cosas que hoy día se dan un poco por sentadas, por ejemplo, comenzamos a hacer las muestras work in progress, mesas de negocios, toda esta actividad en torno a la industria, empezamos a desarrollarlas mucho antes, un poco proyectando lo que podía venir a futuro. Teníamos muchísima cobertura, venían periodistas y representantes de los medios de comunicación más importantes del país, incluso venían periodistas del extranjero», rememora.

Durante doce años FICValdivia estuvo bajo la dirección de Lucy Berkhoff, quien cesó sus funciones en 2006. Si bien reconoce haber enfrentado dificultades y no haber sido bien tratada por la rectoría de la Universidad Austral, considera que su gestión fue positiva. “Siempre los problemas que se me presentaban me daban más fuerza para pelear porque yo creí mucho en este proyecto. Soy y fui muy trabajólica, me gustaba mucho lo que hacía y es una satisfacción grande el haber creado un festival a 800 km de Santiago, que logró descentralizar y darle a Valdivia un evento de prestigio que fue exitoso”.

“He asistido a todos los FICV. El de 2007 no lo encontré muy bueno, las ediciones  2008  y 2009 empezaron a sentirse diferente, la curatoría era otra, había mucha película experimental y el público valdiviano que teníamos se comenzó a perder. Después que asumió Raúl Camargo comenzó a mejorar. Para mí, no es que haya crecido más que el del año 2006, es otra visión, otra curatoría, otra generación”, concluye.


Guido Mutis. Director académico. 2007- 2008.

En 2007 la Universidad nombra como director del Festival al académico Guido Mutis y decide traspasar la producción del certamen del Cine Club UACH al Centro Cultural de Promoción Cinematográfica de Valdivia (CPCV). Mutis, profesor de literatura inglesa como una extensa y destacada trayectoria académica, era además un erudito del cine, la radio y la música y una persona muy querida en la ciudad. 

En medio de la producción de la que sería la primera edición del festival bajo su guía, el académico fallece inesperadamente el 10 de julio de 2008. En respeto a su memoria y como manifestación de lo sensible de su partida, ese año el certamen se realiza sin un director. 

Andrea Osorio alcanzó a trabajar con el académico. “Guido estuvo muy poco tiempo en la dirección. Él era una figura destacada en varios sentidos, por su labor académica, por el tipo de persona que era, por el aporte cultural que había hecho también en Valdivia, por el currículum que él tenía, pero como fue una época de transición, según yo lo recuerdo, por ser un tiempo tan breve, no sé si él tuvo mucha injerencia en la visión de festival. Fue más bien una figura representativa de la cultura, como cinéfilo y académico. Trabajamos estrechamente ese año en la programación, eso sí fue algo a lo que él se dedicó mucho. Yo era la encargada de programación, entonces nos reuníamos para definir parte del programa. Fue un encanto trabajar con él”, recuerda. 


Bruno Bettati. Productor internacional. 2009 – 2013 

“Yo soy productor y no director, y eso está súper marcado en mi dirección”, dice tempranamente en esta entrevista Bruno Bettati desde Alemania, donde vive hace poco más de un año. 

Si bien asumió oficialmente como director del festival el 2009, sus primeros vínculos con éste datan de 2001, cuando junto a un grupo de amigos trabajadores del audiovisual fundaron la productora Jirafa en Valdivia. Fue lógico que estando allá realizando cine se acercaran al certamen. En aquella ocasión, dice, trabajaron encargándose de las actividades de industria, gestionando la visita de algunos invitados y realizando gráficas.  

“El Festival diferenciaba a la región de otras porque ésta tenía un festival de cine, lo que era muy bueno. En esa época no había 70 festivales de cine como ahora. Entonces hicimos gestiones buscando levantar recursos privados, pero el interés público y el privado tuvieron roces entonces entre el  2003 y 2006  no  trabajé en el festival. Regresamos el año 2007 porque el rector de la Universidad de esa época nos consideró valiosos y nos quiso incluir”, cuenta. “Yo fui productor del que sería el primer festival de Guido”, añade.


Tras la muerte del profesor Mutis, la Universidad le encomendó la búsqueda de un director para el certamen, tarea que intentó sin éxito porque no hubo nadie que cumpliera con el perfil que se esperaba para el cargo y que estuviera dispuesto a irse a Valdivia a vivir. Infidencia que a sugerencia de uno de los candidatos a los que les habló del puesto en FICValdivia y que lo rechazó, es que pensó en proponerse. Lo hizo y fue aceptado por la administración de la Universidad. 

¿Cuáles fueron los énfasis de tu gestión?

“Me dediqué más a la estructura legal del festival, a la estructura financiera, a gestionar una base de apoyo estable, a corregir deficiencias administrativas, cosas muy aburridas, si tú quieres, pero en el fondo para mí el principal problema de por qué el festival no podía progresar era que las platas llegaban muy tarde. Por supuesto que no eran suficientes, pero pensaba que sólo si supiéramos antes cuánto tenemos en caja tendríamos un mejor festival. Ocurría que muchas veces el certamen se estaba produciendo y no sabías cuánto dinero ibas a tener y eso es una situación muy complicada. Entonces, mi primera gestión fue alinear la administración pública con las finanzas y con la estructura legal del festival y eso duró cinco años, es decir, todo el tiempo que estuve en la dirección me dediqué a eso.

Un segundo énfasis fue intentar que el festival comenzara a internacionalizarse según los criterios de prestigio de los certámenes, es decir, respecto a la cantidad de estrenos. El festival quería internacionalizarse más, pero no tenía ningún estreno latinoamericano, todas las películas del festival ya se habían dado en otro lado. Los festivales se rankean por cuánto antes tienen las películas. Valdivia tenía muchos estrenos nacionales, pero muy pocos internacionales o continentales y era demasiado pequeño para aspirar a estrenos mundiales, pero sí podía aspirar a que la primera vez que las películas se dieran en América Latina fuera en Valdivia. Buscamos entonces tener más películas latinoamericanas y para eso incorporamos a algunos programadores y presupuesto para que viajaran a festivales internacionales a conseguirlas. 

Finalmente, también trabajamos por convertir al festival en un evento de importancia nacional, es decir que en todo el país se sepa que este certamen es relevante y por lo tanto se requería una gestión de medios de prensa importante. Creció el aparataje de prensa del festival y también empezamos a tratar a Arica igual que a Santiago, mandándoles la misma información e invitándolos a que vinieran y pasó que gente de otras regiones empezó a venir a Valdivia, a tomarse una semana de vacaciones y ver películas, lo encontraron un panorama interesante. En esa línea también buscamos que el Estado se alineara con el festival, no sólo en términos de recursos, sino que por ejemplo en la inauguración estuvieran todas las autoridades, que Carabineros estuviera en la seguridad de esa ceremonia, que hubiera una ambulancia, es decir generar esa sensación que el Estado estaba para el festival”.

Todas esa decisiones trajeron cambios que hicieron que el certamen se alejara del perfil más local e íntimo que tuvo durante años, para tener mayor presencia internacional. Bruno, reconoce que eso generó diferencias. “El festival pasó de ser un evento local a un evento nacional y por lo tanto pasó a tener público nacional. Por supuesto que había un público tradicional, de tercera edad, que iba al festival asiduamente y que sintió invadido su espacio. Antes el festival era súper tranquilo, más puntual, la gente te retaba si metías bulla y eso empezó a cambiar porque empezó a venir más gente joven. La voluntad del festival siempre fue incluir, no excluir, porque ésa es la actitud de cualquier evento que quiere crecer. Por eso, se nos ocurrió que los mayores de 60 años sólo presentando el carnet de identidad entrarían gratis a las funciones y esa política se ha mantenido desde entonces. Esa fue nuestra forma de decirle a la tercera edad que nadie los estaba echando, pero que el evento tenía ambición internacional y eso era lo que les podíamos hacer para revertir esa sensación de exclusión. La propuesta mitigó un poco la situación”, dice.   

En medio de su gestión comenzó a suceder que escuelas de cine de todo el país comenzaron a asistir de manera institucional al festival, considerándolo, en algunos casos, como una actividad docente de formación para sus estudiantes. “Eso no lo planificamos y que sucediera espontáneamente fue bueno”, rememora.

¿Cuál fue la gestión fallida de tu dirección?

Nunca logramos un convenio con una aerolínea. Es algo poca gente lo logra, ciertamente, pero si tú ves los grandes festivales, todos lo tienen.

¿Y alguna gestión que haya quedado inconclusa?

Una gestión que no se pudo concretar, pero si iniciar fue el empuje para la restauración del Teatro Cervantes. El espacio estaba en una situación irregular en términos arquitectónicos, como bien raíz, etcétera. Lo que hice fue levantar este tema como un asunto estratégico porque el festival necesitaba una sala inaugural más grande ya que el Aula Magna AUCH tiene 440 butacas y el Cervantes tenía mil. Se logró que el gobierno comprara el Teatro y que se considerara infraestructura que requería atención pública. Me habría gustado ver el Cervantes funcionando como una entidad.

¿Cómo recuerdas hoy esos años en la dirección de FICValdivia?

Agradezco que la Universidad me dio su confianza y me permitió empujar el evento hacia algún lado. Creo que la decisión de la UACH de aceptar que un no académico dirigiera el festival me permitió demostrar los puntos que yo creía que eran importantes para el desarrollo del certamen. Eso lo valoro mucho porque pensé que no iba a resultar, que no iba a conseguir el apoyo de una institución de la que no soy miembro. Confiaron y eso me gusta porque independiente si te caigo bien o mal, si te gustan mis ideas, transmití la confianza de que lo iba a hacer lo mejor posible y que iba hacer algo por la ciudad. Esa oportunidad no la he tenido tantas veces y creo que es un tremendo desafío porque pienso que si hubiera comenzado a dirigir el festival ahora no habría podido porque en Chile se instaló una desconfianza tremenda. Hoy se cree que todo se mueve por intereses privados, y a lo mejor es cierto, pero el punto no es ese sino dónde están realmente los que se mueven por el interés público. Hoy ser alguien de confianza en Chile es muy difícil, entonces miro esos años y siento que viví en otra época, que ha pasado mucho tiempo y esa sensación se debe a que Chile cambió de una manera fuertísima”, concluye.

Bruno Bettati dejó la dirección del FICValdivia en 2013 y se incorporó al Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio en 2014. Actualmente se encuentra en Alemania dedicado a las labores internacionales y de inversión de su productora Jirafa, que en 2021 cumple 20 años. 


Raúl Camargo. Director en ejercicio. 2014 a la fecha.

Asumió la dirección en 2014, pero viene trabajando en el festival desde 2007, cuando se incorporó como programador bajo la gestión de Bruno Bettati.

Sabe que en materia de internacionalización y programación, el aporte de sus predecesores le ha permitido trabajar por mantener y consolidar ese legado. A propósito de la creación de la carrera de Creación Audiovisual en la UACH han desarrollado de manera conjunta una serie de actividades de vinculación durante todo el año.

A días de comenzar la edición número 27 del certamen, la que se desarrollará de manera virtual a causa de la pandemia del COVID-19, reconoce que una de sus metas iniciales como director fue generar la vuelta del público valdiviano al certamen. “Sentíamos que a nivel de programación ya teníamos un lugar, por ende era más bien continuar esa senda, pero la lógica era la recuperación del espacio de Valdivia y transformarlo en un festival anual en el que pasan cosas todo el año y no solamente en octubre”, dice.

“Creo que es momento de plantearse una nueva meta, pero probablemente esa nueva meta tenga que ver con las conclusiones que saquemos post pandemia, porque el naipe se rebaraja y en ese proceso hay que ver cómo vamos a utilizar las nuevas tecnologías, que si bien ya las usábamos en la transmisión de los shows musicales por ejemplo, pero claramente hay ciertas posibilidades que se abren, sin abandonar la presencialidad nunca, y que podríamos tomar. A la ambición de la estabilidad financiera para seguir haciendo más cosas en el festival y durante el año, se suma lo tecnológico y las nuevas herramientas que podríamos incorporar en adelante”, sentencia.