El Chile de Kramarenco
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Conocí a Naum Kramarenco en el año 2008, cuando buscábamos que nos autorizara a usar una copia de Regreso al Silencio (1967), en un proyecto homenaje a Nelson Villagra que postulamos junto a la productora El Cine Vino, a los Fondos de Cultura. Kramarenco accedió al requerimiento y firmó la carta, aunque lamentablemente el proyecto no resultó ganador. La sorpresa fue que ni el mismo Kramarenco tenía la película, que nos fue facilitada amablemente por la Cineteca de la Universidad de Chile. Sabíamos que esa película era importante para él, y también para Villagra, quien había debutado con ella en el cine chileno, antes de su gran papel en El Chacal de Nahueltoro.

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No recuerdo el nombre del personaje. Sólo que era un detective ambiguo que aparecía ya entrados varios minutos de la película, para ofrecer pistas a uno de los hermanos Duvachelle, sobre el paradero del otro Duvachelle. Y es que de eso se trataba Regreso al Silencio, de dos hermanos que volvían a verse después de años de estar separados, para que irónica y cruelmente uno de los dos desapareciera después de la celebración del reencuentro.

Los años pasaron en el cine chileno, y este filme de suspenso quedó eclipsado en la historia por el posterior boom de películas como Valparaíso mi amor, Tres Tristes Tigres y El Chacal de Nahueltoro. La de Kramarenco ha quedado para algunos como una película poco comprometida con su tiempo, como una anécdota de dos hermanos en el Santiago de la época. Pero lo cierto es que más allá de ser el debut de Nelson Villagra, en un papel que será recordado por la constante expresión risueña de su personaje en cada aparición en cuadro, y por el talento de los hermanos Duvauchelle, Regreso al Silencio es una invitación a descubrir un Chile distinto al que muchas de nuestras películas nos han mostrado. Otra ciudad, otra sociedad, otros problemas, otra forma de relacionarse. Otros códigos, que no parecen tan lejanos al ser observados desde la actualidad. También había un cine con intenciones de captar al gran público en el año 67, de encantarlo, de emocionarlo, de sacudirlo con el hit de la época. De intrigarlo con la estética del cine gringo, de sorprenderlo con una película que tenía pinta de no ser chilena. Pero ahí está Chile, ese Chile que desapareció, el Chile en que Kramarenco quería hacer una buena película y sorprender a la audiencia. Ese Chile en que los personajes hablaban un español tan bien modulado, que la pega era más difícil para Villagra y compañía. Salieron airosos. Incluso el crítico Ítalo Pasalacqua, en su pequeño papel de recepcionista de hotel.

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Hoy me he enterado de la muerte de Kramarenco y he recordado ese día, cuando fuimos a su casa y conversamos con él y con su hija. Los años ya le pesaban. Nos habló de la cámara con que se hizo la película. Nos habló de la fotografía, de la música, de los hermanos Duvauchelle. Eran otros tiempos, nos dijo. De Villagra no se acordaba mucho, pero nos mencionó su simpatía. Por eso que me hizo sentido cuando años después leí esa entrevista que le hizo Jaqueline Mouesca a Nelson Villagra, en que él decía: «…en la película aparezco constantemente con una sonrisa, y muchos interpretaron eso como un modo elegido por mí para transmitir el cinismo del personaje. Pero, no era eso, sino simplemente que estaba de verdad tentado de la risa, porque era mi primera experiencia cinematográfica, y para un modesto provinciano como yo el trabajar de pronto en el cine me había resultado bastante exótico.» (Araucaria de Chile, nº37, 1987, Madrid, link al artículo completo).

Se abre la invitación para que los estudiantes de cine y el público sientan la intriga de conocer el Chile de Kramarenco. Regreso al Silencio ha envejecido bien.