Crystal Fairy y el cactus mágico, de Sebastián Silva
Películas relacionadas (1)
Personas relacionadas (1)

Los personajes entrañables no son fáciles de encontrar en las películas de Sebastián Silva. De hecho, son en esos mañosos tipos de donde emergen las problemáticas que busca instalar, todas cercanas a un cierto inconformismo existencial. Esta película es donde más acentúa esto último, con todo lo amplio e impreciso que este propósito implica.

En Crystal Fairy hay varios tipos insoportables, pero el peor sin duda es Jamie, un gringo de paso por Chile que sólo quiere drogarse en el desierto con un cactus llamado San Pedro, rol encarnado sobriamente por Michael Cera. El resto: el paisaje, el compartir y conversar con los tres hermanos chilenos que lo acompañan (hermanos del director), en resumen, establecer vínculos fraternos reales, todo eso, le da lo mismo. El quinto pasajero es Crystal Fairy, una excéntrica y mística chica que entra al viaje casi por casualidad. Su caricaturizada actitud hippie constantemente descoloca al grupo. Al contrario del personaje de Cera, este otro, a cargo de Gaby Hoffmann, parece estar necesitada de afectos, pero tampoco sabe cómo conseguirlos.

crystalfairy3_24042014.jpg

Crystal Fairy es una película que se le podría catalogar como “road movie” y, como tal, cumple con ese objetivo al hacer que los personajes en medio de este viaje al norte cambien algo. Hay un click interno en los dos protagonistas. No es lo mismo cuando parten que cuando terminan. Pero he aquí la sorpresa. El tránsito que hay en medio marca una nueva búsqueda en el estilo de Silva, quien antes en películas escritas junto a Pedro Peirano armaba guiones bien equilibrados, efectivos y bien redondeados, pero tal vez esa pretensión final que se esforzaba en dejar clara (llámese ésta social o sicológica), a veces terminaba jugándole un poco en contra, densificándolas exageradamente, sobre todo en el caso de La Nana. Esto, a pesar de la efectividad narrativa que todas esas cintas previas poseen.

En Crystal Fairy hay harto de desvarío, harto de juego, harto de prueba y esa misma espontaneidad le da un grosor destacable al filme. Se cuela entonces un humor que trasunta el ambiente irresponsable, insoportable y patético de protagonistas de una altanera burguesía, logrando un realismo bastante sólido. Existe, por este lado, un juego cinematográfico (de estructura y montaje) que antes el cine de Silva no se atrevía mucho a traspasar, que se grafica en un final bastante abierto y que no busca implantar ninguna lección.

Así, cuando (incluso literalmente) los personajes quedan al desnudo y frágiles, lo entrañable se abre paso de manera justa y equilibrada en esta cinta que no es un portento, pero da entusiastas señales de una búsqueda que en este caso se para muy bien narrativa y cómicamente.

crystalfairy4_24042014.jpg