Control de estrenos: «Tres Miradas a la Calle»
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Chilena, 1957. Productor, director, argumentista: Naum Kramerenko. Fotografía: Hernán Correa. Intérpretes: Orietta Escámez, Franklin Caicedo, Rubén de Lorena, Marcelo Gaete, Carlos Morris, Marilú Martin, etc.

¿Se puede hacer abstracción de ciertas circunstancias conocidas, y que son factores determinantes en el resultado de una obra artística? No; es difícil substraerse —especialmente en el análisis de esta película— e ignorar los factores que la hicieron posible. Hoy la industria cinematográfica del mundo entero cuenta con elementos técnicos superados, que permiten reflejar en su justa medida la intención del director y del escritor. Aún más, gracias a estas mayores posibilidades, la imaginación cobra alas, rompiendo las barreras que las limitaciones mecánicas imponían. En Chile, en materia de cine, estamos muy atrasados. Nuestros estudios no ofrecen garantías para hacer un film con sistemas modernos Pero si Chile cuenta con escasos recursos, muchos menos tuvo Kramarenko al realizar su película. Que vaya este preámbulo para testimoniar que no olvidamos las condiciones en que se filmó «Tres Miradas a la Calle«, y que reconocemos el esfuerzo y el sacrificio del productor-director, y de sus ayudantes y actores; pero que también sirvan estas mismas consideraciones para dejar bien en claro que no siempre se necesitan muchos recursos técnicos para conseguir una verdadera obra de arte. En el caso de «Tres Miradas a la Calle«, la pobreza de elementos mecánicos contagió al espíritu, a la intención, al ingenio y a la creación. De toda la película —dividida en tres episodios caprichosos— surge un hecho irredargüible: Kramarenko sabe expresarse en lenguaje cinematográfico. Lo malo es que  no tuvo  qué decir.

El primer cuento se desarrolla en una población callampa, y muestra las angustias de una joven —maltratada por su marido, amargado éste por los problemas de la miseria— que a toda costa quiere conservar su hijo que va a nacer. En este primer cuento hay varios aciertos cinematográficos y, en general, se nota sinceridad en los actores principales (Orietta Escames y Franklin Caicedo, y cierta ambición artística en el director. Sin embargo, el relato está mal construido, dramáticamente hablando: y, desde un punto de vista cinematográfico, tiene un ritmo lánguido y desmayado. La trama de este episodio es elemental, y sólo vale por algunos ambientes auténticos. El segundo cuento es un sketch insoportable, que va creando un clima de expectación (de desesperación, mejor dicho, porque lo anterior habría sido un mérito), en torno a un problema ingenuo y tonto, que culmina con una solución local, oportunista y exenta de gracia. Es injustificable la presencia de «Cosas de Arica» —titulo del segundo episodio— en una película realizada por un profesional. El último cuento —»Ojos de Gato»— es una fantasía de aventuras, donde el director supo sacar partido a sus escasos medios técnicos. El argumento —haciendo abstracción del resultado final, que malbarata el esfuerzo desplegado— es ingenioso. Hay ambiente y clima en la realización. Es cierto que la trama tiene lugares comunes, pero cinematográficamente, este episodio es el mejor de los tres.

«Tres Miradas a la Calle» constituye un esfuerzo intermitente por conducir al cine nacional hacia otros derroteros, alejados de los caminos convencionales. Pero, como película, ofrece escasos atractivos.