Coke habla a Ecran
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TENEMOS NECESIDAD DE UN CINE CHILENO QUE FIJE PARA SIEMPRE LAS CARACTERISTICAS DEL ALMA NACIONAL

Por qué es preciso hacer películas en Chile.-Cómo y con qué cantidad de dinero podrían filmarse.-La colaboraciónn extranjera.-Reciprocidad con otros países productores de cine.

ecran7_16031937.jpgCuando hace treinta y tantos años el pequeño Jorge Délano destruyó su linterna mágica para proyectar una película que había construído con papel de mantequilla, su destino ya estaba echado: sería cinematografista. El acto le costó sus lágrimas y dos o tres bondadosos azotes de su padre, pero era una revelación maravillosa para él, significaba el descubrimiento de un campo de magia al cual había que llegar por cualquier camino. ¡Hacer una película! Pero, ¿cómo, cuándo, con qué? Hacer una película, supremo ideal, que Coke llegó a realizar con creces. Son pocas las personas que en el mundo consiguen realizar un ideal. Son pocas, pero las que llegan lo hacen a fuerza de talento, de corazón y de voluntad.

Pasemos por alto su personalidad, tan vastamente conocida en Chile y en el extranjero. Sus films llamaron siempre la atención. Su permanencia en Hollywood, junto con abrirle definitivamente el apetito por el cine, le enseñó mucho. Su espíritu estaba pronto para captar y captó. Las caricaturas de Coke han traspasado fronteras y continentes. Las películas que hizo también. ¿Y las que hará? Ah, voilá la chose la plus importante! Las películas que hará. De eso queremos hablar y hemos hablado. Sobre eso Coke se ha explayado ampliamente para los lectores de «Ecran».

-¿Por qué quiere usted hacer cine en Chile? ¿No encuentra suficientemente buenas las películas americanas, alemanas, francesas e inglesas?

-Sí, las encuentro buenas. Pero el cine hablado ha creado un problema que no es posible solucionar. Nunca nos conformaremos con oír solamente hablar en inglés y leer las leyendas traducidas. Eso se acabó. Por otra parte, el método del doblaje que se introdujo en España, me parece innoble y el público chileno lo rechaza de buena gana. No hay derecho… ¿Cómo pretenden engañarnos, haciéndonos oír a Greta Garbo o a Paul Muni hablandonos un idioma que no es el de ellos? El doblaje me parece sensillamente insoportable. No queda, pues, sino un recurso: el cine en español. España lo estaba haciendo bastante bien, pero hoy no puede producir.

-¿Y las cintas producidas en estudios sudamericanos?

-Ahí justamente está el peligro. Hemos tenido el año pasado unas cuantas películas argentinas, de calidad inferior, técnica y artísticamente hablando. Esas películas son, en sus temas, en su modalidad, en su índole, en su idioma, un reflejo del alma argentina, que, por cierto, es distinta de la nuestra. Pero ocurre que nosotros, con nuestro gran poder de asimilación, todo lo captamos. Conozco ya infinidad de gentes que sin haber estado jamás en el país vecino, hablan en argentino. ¿Qué pasa entonces con nuestra pobre personalidad de chilenos? Se disuelve, se borra, es absorvida. Y eso no está bien. Todavía nos quedan características raciales, rasgos peculiares, gestos propios. No dejemos que se los lleven. Recreemos una conciencia chilena de las cosas. Hoy por hoy, como está el mundo, ni el libro, ni la música, ni el diario, ni el teatro podrán hacer esta labor como podría hacerlo el cine, el más popular indudablemente de todos los artes.

Además, está el factor económico. ¿Por qué vamos a seguir pagando al extranjero tanto y tanto dinero como pagamos en el cine, cuando nosotros podríamos hacerlo? Tengo alguna experiencia, acentuada con «Norte y Sur«, mi última producción. Una película se financia en Chile. Queda el recurso, muy legítimo, de exhibirla en otros pueblos de habla española. Todo lo que produzca será entrada, será dinero que llegue al país, a cambio de unos miles de metros de celuloide que salieron.

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Una foto que es todo un momento de expresión. Coke dirigiendo su última película «Norte y Sur».

-¿No le parece que el acento chileno en la pronunciación de la lengua española será un inconveniente, un estorbo en las películas habladas?

-No. Estoy convencido de que no. El acento chileno es una especie de transición, de equilibrio entre el acento español y el tropical y en todas partes será aceptado por lo tanto; desde luego se presta mucho más nuestro modo de hablar que el argentino, que resulta duro, o que el peruano, demasiado suave. Tiene que tomar en cuenta que los actores tampoco van a hablar como habla Verdejo, comiéndose las letras. Con una pronuncación correcta todo estará arreglado.

-Existiendo, entonces, posibilidades económicas e importancia espiritual, ¿por qué no hay entre nosotros, ningún estudio cinematográfico?

-Gracias a la inercia chilena. Estoy seguro de que si se montara un estudio con capacidad limitada, tres o cuatro películas al año, antes de seis meses habría diez estudios cinematográficos en Chile. Es natural. Viene la competencia, el deseo de emular, el estímulo. Cuando se instaló la primera fuente de soda, a los diez días había una docena de fuentes de soda. Bien. La instalación de numerosos estudios, lejos de molestar al primero, le serviría mucho, pues así se lograría la creación de un espíritu cinematográfico, de un ambiente cinematográfico. Chile tiene espléndidas condiciones para el cine. Su luminosidad, superior a la de Hollywood, es admirable. El pueblo chileno es un actor incomparable. Imagínese, además, las perspectivas económicas y sociales. Cuántos músicos, obreros, pintores, decoradores, hallarían trabajo en los estudios…

-Pero instalar un estudio cuesta muy caro… Tal vez millones.

-Millones, sí, pero no tanto como los que usted cree. Con tres millones, no sólo se montaría un estudio, sino que se harían cuatro buenas películas. La industria comenzaría a marchar sola, porque, al terminarse la primera ya estaría produciendo dinero, dinero que se utilizaría para otras, y así sucesivamente.

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Coke en Hollywood. En la primera entrega su caricatura a Joan Crawford, que la recibe emocionada. En la segunda da las primeras lecciones de español a los célebres bufos Laurel y Hardy. A la izquierda: el actor chileno Guillermo Yánquez.

-Al instalarse un estudio de cine en Chile, ¿no cree usted que sería necesaria la colaboración extranjera?

-En un comienzo, sí, naturalmente. Desde luego tendríamos que importar las maquinarias y traer un buen técnico de filmación. Actores también sería interesante traer. Hay en Hollywood muchas sirenas varadas, figuras que hasta hace cuatro o cinco años gozaban de enorme prestigio y que hoy han decaído un tanto. Ellas podrían prestarnos servicios espléndidos y le aseguro que no serían muy caras. Imagínese una película nuestra protagonizada por Adolfo Menjou, por ejemplo, ¿cree que la gente no iría a verla? El pueblo chileno, además, tiene grandes condiciones para el cine. Por otra parte, la cuestión extras estaría resuelta y como de los extras salen los actores, dentro de un tiempo prudencial, contaríamos con un buen elenco.

-¿Y podrían aprovecharse como elemento de atracción las bellezas naturales de Chile?

-Sí, ¿por qué no? Las tenemos magníficas. Siempre que fuera posible podrían aprovecharse. Pero usted comprende que a veces es caro trasladarse con toda una compañía de un punto a otro. De ahí viene el abuso que se hace del truco en los estudios. El truco, podría decirse que es el alma oculta de la película, la esencia necesaria, que no se ve. Como la necesidad aguza el ingenio y yo he hecho todas mis películas con pocos recursos técnicos y económicos, he usado mucho el truco, he inventado, incluso, trucos que al revelarlos a los productores, cuando estuve en Hollywood, causaron cierta admiración. En cuanto al paisaje chileno, imagínese… Hacer un viaje a Magallanes, sin que nos movamos y, lo que es más importante, sin que del estudio, la realidad sufra en lo más mínimo. Todo es cuestión de truco bien empleado. ¡Truco, truco, truco! En Hollywood usan toda clase de trucos, y usted ve que jamás aparece ninguna desproporción. La perspectiva no es otra cosa que un truco. Lo he venido comprobando a través de mi vida de caricaturista.

-¿Cree usted que es necesaria, para realizar sus proyectos de instalar un estudio cinematográfico, la ayuda del Estado?

-La ayuda indirecta, si usted quiere. La ayuda económica, no. La intervención del Estado en el arte resulta siempre fatal. Imagínese que un escritor escribe un libro y el Estado tenga que controlarlo antes que se publique. Eso no puede ser. En Estados Unidos, el control del Gobierno se ejerce con muchísima discreción y no tiene ningún objeto político. El interventor, por ejemplo, velará por que en las escenas de crímenes nunca aparezca un hombre matando a otro, disparándole o asestándole una puñalada. Es decir, que el asesino y la víctima no pueden aparecer juntos en la escena del crimen. Hay también ciertas palabras tabú, que por ningún motivo pueden oírse en un film. Usted sabe que se ha dicho tanto que el cine influye en el aumento de la criminalidad, que se quiere evitar con ello toda posiblidad al respecto. La palabra «secuestro» está totalmente abolida en las películas.

-¿Y cómo debería ser la protección del Gobierno, esa protección indirecta de que habla?

-Debería limitarse sencillamente a la dictación de leyes de protección a la industria del cine chileno. Por ejemplo, Estados Unidos, para seguir su comercio cinematográfico con Chile, debería comprarnos un determinado número de películas al año. ¿Que no resultarían propias para el espectador yanqui? Pues, peor para ellos. Pero la reciprocidad debería existir, existiendo naturalmente la producción chilena. Asimismo sería necesaria una ley que protegiera nuestras películas en el interior del propio país, obligando a los empresarios a exhibirlas.

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El truco cinematográfico en acción. Con un telón pintado y dos o tres sillas de tela se finge la cubierta de un transatlántico.