Cine por A.R.M. El diálogo de América
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Producción: chilena, 1972

Dirección: Álvaro Covacevich

Fotografía: Óscar Gómez

Sonido: Jorge di Lauro y J. Vega

Laboratorio: Gamma

Intérpretes: Salvador Allende, Fidel Castro y Augusto Olivares

Interventor: Eric Schnake

Censura: mayores y menores

Cine: Bandera

A las cinco en punto de la tarde, -hora muy García-lorquiana- del pasado 10 de noviembre, tocaba la loza del aeropuerto de Pudahuel el avión Ilyushin 62 de la Aeroflot soviética trayendo al Primer Ministro cubano Fidel Castro, en su primera visita oficial a Chile. La natural curiosidad que su llegada despertó entre los santiaguinos, hizo que cerca de un millón de almas se congregaran en las calles durante el trayecto entre el aeropuerto y la Embajada cubana, ubicada en el barrio alto. Al día siguiente hacía su primer discurso en la comuna de San Miguel. Posteriormente viajó a la ciudad de Antofagasta, donde también fue recibido con eufórico interés, continuando su gira por Chuquicamata y las salitreras. Siguiendo su inveterada costumbre de dirigir la palabra en cuanto ve a más de tres personas reunidas, el visitante debe haber hablado durante su gira por el país, un promedio de dos horas diarias, las que multiplicadas por 25 días de permanencia dan 50 horas de tropical verborrea. Como gran parte de estas “clases magistrales” fueron transmitidas a todo el país a través de cadenas obligatorias de radio y televisión, el interés por ver y escuchar al líder cubano fue decreciendo gradualmente, hasta el punto que a la concentración de masas con que se le despidió en el Estadio Nacional acudió menos público que a un partido amistoso entre Unión La Calera y Palestino.

De ahí que el estreno en Santiago, efectuado el lunes pasado, de la filmación de un diálogo privado entre Salvador Allende y Fidel Castro realizada en el parque de Tomás Moro por Álvaro Covacevich, sólo asistieran unas cincuenta personas, con mucho aspecto de ser lectoras incondicionales de “El Siglo”, e incluso de los artículos del flamante Ministro Orlando Millas, lo que demostraban con entusiastas aplausos cada vez que uno de los actores nombraba la palabra “imperialismo”, vocablo que repiten dos o tres veces en cada parlamento. Pero como en esta cinta no figura un guionista, no podemos cargarle los dados a ningún escritor por la monotonía del libreto.

Si bien “El diálogo de América” (tercera película del diseñador de jardines Álvaro Covacevich) no constituye ninguna joya de la cinematografía, ofrece bastante interés como documental histórico (sin que con esto queramos dar a entender que sus protagonistas estén para la historia).

Y su atractivo principal reside en que el público puede ver pro primera vez a estos dos personajes hablando en un tono coloquial, sin los gestos grandilocuentes ni los trucos oratorios a que acostumbran en las tablas, o mejor dicho en la tribuna.

La cinta, en cuyos títulos los productores comienzan por agradecer a la Oficina de informaciones y Radiodifusión de la presidencia por la facilidades otorgadas para su realización y al diputado Eric Schnake, que sirvió de mediador para que se realizara la entrevista, nos muestra primero a los dos actores principales paseando por la zona más selvática del parque que rodea la mansión presidencial de Tomás Moro, lográndose vislumbrar la sombra de algunos GAP tras unos macizos de bambú. El recorrido continúa bajo un parrón, para concluir en un idílico rincón donde les espera una mesa de mimbre y tres sillas del mismo material, una de las cuales ocupa el tercer actor, el periodista y director del Canal estatal Augusto Olivares, quien se encargará se hacer las preguntas “objetivas”.

La cámara, aunque un tanto estática, logra un buen trabajo al enfocar los rostros de los dos protagonistas y sus más mínimos gestos, captando detalles muy humanos como, por ejemplo, la cara de aburrimiento de Fidel durante un largo parlamento de Allende y la peculiar forma de rascarse la barba, como si estuviese habitada por algunos bichitos intrusos y pertinaces.

La labor más ardua para Covacevich debe haber sido la de seleccionar el material, ya que como los contertulios del film no son muy parcos en el hablar, la filmación del diálogo se extendió a cinco horas, tiempo muy adecuado para una ópera china, pero no para una cinta occidental. Mediante el uso de la tijera y la inserción de tomas de diversos lugares de Chile, para hacer descansar al espectador de las caras de los protagonistas, la cinta quedó en 55 minutos. Lo que resulta corto para quienes estamos acostumbrados a mamarnos dos o tres horas de discursos cada vez más que uno de estos caballeros agarra un micrófono. Contribuye también para alivianar la entrevista y darle mayor ritmo, el dejar que las voces sigan en “of”, mientras la cámara ilustra, a veces con bastante acierto, el tema del cual se está conversando, como el aumento en la producción de cobre, la detención de la inflación o los óptimos resultados alcanzados por la reforma agraria.

Como el diálogo no ofrece mayores novedades, ya que ni siquiera falta la mención de Allende a su “limpia vida revolucionaria”, sólo nos limitaremos a reseñar dos frases que no conocíamos, y que las expresa nuestro Primer Mandatario: “Sólo dejaré de cumplir mi período presidencial, acribillado a balazos” y “Los revolucionarios nunca han generado la violencia”. Esto último hizo sonreír a algunos espectadores que aún recordaban los últimos asaltos miristas y a los asesinos de Pérez Zujovic indultados por S.E. por su idealismo. Pero esto nada tiene que hacer con cine.

La película de Covacevich deja con el ánimo optimista, al mostrarnos que estamos en el umbral de Edén, pese a que no es tan tierna como “New Love” (ni sus personajes tampoco). Sus mayores méritos residen en la fotografía, un bien logrado color y un  excelente sonido. Sólo habría que criticar el micrófono usado por el Presidente Allende, cuyo cordón, al cruzar las piernas se le enredaba en lugares bastante poco cinematográficos, lo que pudo provocar problemas en los equipos de audio.

Mención aparte merece el maquillador (que no aparece en los títulos) al lograr que Allende luzca más juvenil y rozagante que el Pollo Fuentes (maquillado).

EN RESUMEN: dos actores bastante conocidos, que muestran una nueva faceta cinematográfica aunque repitiendo los textos y las morcillas que ya les conocíamos en las tablas. Como cien, podría aspirar a un “Óscar”… Schnake.