Cine chileno: En busca de la memoria perdida
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Ni Pedro Sienna sabía qué había ocurrido con su película. El realizador dio todo de sí para El húsar de la muerte (1925): la dirigió, protagonizó, estrenó y exhibió, pero luego le perdió el rastro. Hasta que, a fines de los 50, una copia fue recuperada de forma fortuita y adquirida por la Universidad de Chile. “Era una copia de los 40 y fue la primera cinta antigua que apareció”, relata Luis Horta, restaurador y subdirector de la Cineteca de la U. de Chile.

Hoy la cinta es todo un símbolo de la recuperación del patrimonio fílmico del país. Aunque para ello, primero tuvo que desaparecer. El mismo Sienna se impresionó al verla de vuelta: en 1962, él mismo ayudó a restaurarla, tal como recordaba que había sido creada.

Pero no todos los filmes chilenos han tenido la misma suerte. Si en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) sostienen que el 80% de las películas filmadas antes de 1950 están perdidas, en Chile hay cifras más desoladoras: se calcula que sólo un 1% de las películas mudas chilenas han sido rescatadas. Muchas están desaparecidas y otras aún permanecen guardadas en bodegas y cajones, sin las condiciones adecuadas para su conservación. Hasta los años 90, no existían instituciones adecuadas para hacerse cargo del patrimonio fílmico, pero hoy la recuperación y conservación están dando sus primeros pasos de la mano de la Cineteca Nacional, de la Fundación Imágenes en Movimiento y de la Cineteca de la Universidad de Chile.

La larga recuperación

La más antigua de estas instituciones, la Cineteca de la U. de Chile, tiene una existencia accidentada. Creada en 1960, con El húsar de la muerte como estandarte, el organismo se desarmó tras el golpe de Estado. Preocupado por que la institución fuera allanada por las autoridades militares, y su material destruido, Pedro Chaskel se encargó de esconder el material. “Cambió rótulos y latas, asustado por un allanamiento que al final no ocurrió. En cambio, las nuevas autoridades expulsaron a trabajadores y esas películas quedaron dando vueltas”, explica Horta.

El destino de esos filmes, desde entonces, fue incierto: gran parte de las que hoy están en la refundada Cineteca de la U. de Chile fueron halladas en el conservatorio de música de esa casa de estudios. “Estaban en una especie de basural, en el que cualquier persona podía llegar y sacar alguna, y bajo un techo de zinc”, recuerda Abdullah Ommidvar, productor de cine que, a partir de 1994, conservó en comodato esos filmes en las bóvedas de su fundación, Imágenes en Movimiento. “De unos tres mil rollos, sólo quedaban 1.800”, dice Ommidvar.

Los filmes los guardó en dos bóvedas de gruesas paredes y puertas de fierro, donde, como en toda cinemateca, el ambiente se mantiene fresco y seco, para evitar la humedad que produce moho en los filmes (de ahí el color sepia de los antiguos registros) y, sobre todo, que aumenta el riesgo de inflamación, que es muy alto en las cintas más antiguas, las de nitrato. Es algo que ya ha ocurrido en otros lugares: recordado es el incendio del Laboratorio Alex, en Argentina, que guardaba negativos de alrededor del 60% del cine chileno. Todo se perdió.

Instalaciones similares tiene la Cineteca de la U. de Chile. En sus bóvedas aclimatadas se guardan unas dos mil cintas de todo tipo, desde los 35 mm a los super 8 mm. Están las de su acervo histórico, como los primeros filmes de Raúl Ruiz, Miguel Littin y Helvio Soto, pero también hay producciones recientes, incluso digitales. “La emulsión de la cinta de cine dura 100 años, pero con el DVD no se sabe. Con lo digital podría ocurrir lo mismo que con el cine mudo”, advierte Horta.

Varios rescates históricos se exhiben actualmente en el Festival de Cine de Valparaíso. Otras, como la filmación que Chaskel realizó de los aviones Hawker Hunter al momento del bombardeo de La Moneda, irán al futuro Museo de la Memoria. Este último tendrá un archivo y centro de documentación audiovisual, a cargo de María Luisa Ortiz: “Ya empezamos a recopilar registros caseros y profesionales de protestas, actividades culturales y de la sociedad en general del período posterior a 1973. Hay mucha información, pero en estado precario”.

Más allá de incendios, desapariciones y robos, el descuido es la gran causa de las ausencias de patrimonio fílmico del país. Para que un filme se conserve en buenas condiciones, debe estar refrigerado a 14 grados Celsius, a 35% de humedad y con apropiada ventilación, para expulsar los gases peligrosos. La Cineteca Nacional, creada en 2006, cumple estrictamente todas estas condiciones, además de otros requerimientos de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos, como no apilar más de seis latas en cada repisa.

Cada vez que un filme llega a una cineteca, la cinta es limpiada y su contenido es revisado para poder hacer un catastro de su contenido. Pero la restauración de un filme completo es costosa: entre 13 y 15 millones de pesos puede salir la restauración de la imagen y sonido de un negativo; la mayor parte del dinero proviene de Fondart. Restaurar en forma digital, con un escaneo que permite arreglar luz, colores y más, cuesta alrededor de 30 millones, especifica Carmen Brito, jefa del área técnica de la Cineteca Nacional. “Tampoco todo se puede hacer acá. No hay laboratorios para revelar en blanco y negro en Chile y hay que mandar las cintas a México. Una restauración puede demorar un año completo, si se trabaja cuadro a cuadro”.

El último gran hallazgo de la Cineteca Nacional se titula Canta y no llores, corazón (1925), un filme mudo que en su época compitió con El húsar de la muerte. “Nadie tuvo conciencia de que esto tenía que ser guardado, en negativo”, dice Brito. “Hicieron la película y no conservaron nada. Hacían dos o tres copias, los revelaban en laboratorios Alex y luego daban los filmes hasta que se destruían”.

Por eso, no se trata sólo de recibir filmes: mucho consiste en identificar, a través de la investigación. Así, a veces se descubren grandes y olvidadas historias, como la de Edmundo Urrutia: un fanático del cine que, en los años 60, recopiló filmaciones de principios de siglo, desde registros del Centenario de Chile, segmentos de películas mudas hasta cintas sobre el centro de Santiago. Ese material lo reunió en el filme Recordando, recién hallado por la Cineteca de la U. de Chile. “El es una especie de padre de nuestro patrimonio fílmico”, sostiene Horta. “Todo lo que encontró lo guardó. Hoy, ese material es único”.

Líderes en rescate fílmico
Museo de Arte Moderno de Nueva York
Tiene un catálogo de 22 mil filmes, que incluye cine mudo de D.W. Griffith y Eisenstein, el cine animado de Walt Disney, las propuestas independientes de John Cassavetes y filmes recientes de Peter Jackson y Woody Allen. Una de sus últimas restauraciones es Taxi driver, de Scorsese.

Cinemateca francesa
Creada en 1935, es uno de los mayores archivos fílmicos del mundo, con 40 mil películas. Además, es todo un museo: exhibe objetos como la calavera de Psicosis, de Alfred Hitchcock, y el robot de Metrópolis, de Fritz Lang. Hoy su director es Constantin Costa-Gavras.

World Cinema Foundation
Se especializa en filmes «huérfanos, abandonados u olvidados», de países que no cuentan con la tecnología ni el financiamiento para su conservación y restauración. Cuenta con el apoyo de cineastas como Martin Scorsese, Abbas Kiarostami, Wim Wenders, Stephen Frears y Guillermo del Toro.

Festival de Cine de Valparaíso
Hasta el lunes se realiza en la capital de la Quinta Región uno de los principales eventos para ver cintas patrimoniales de todo el mundo, el Festival de Cine de Valparaíso. Aunque exhiben también películas internacionales, las que más se lucen son los rescates locales. Algunos destacados son:

A Valparaíso (1963), de Joris Ivens. Se estrena en Chile la versión remasterizada de la cinta, que no se exhibía hace 40 años en Chile. Sábado 29, a las 12 horas, en el Museo Naval Marítimo. Paseo 21 de Mayo 45, Cerro Cordillera.

Tres tristes tigres (1968), de Raúl Ruiz. Estuvo perdida hasta 1993, cuando una copia original fue encontrada, por azar, en la Cinemateca Uruguaya. Hoy, a las 19 horas, en el Consejo de la Cultura. Plaza Sotomayor 233.

Cortos de Fernando Balmaceda y Lukas. Recién rescatados filmes publicitarios y documentales de Balmaceda y cortos históricos de Renzo Pecchenino, Lukas. Lunes 31, 12 hrs. Avenida Errázuriz 25.

El último grumete (1982), de Jorge López Sotomayor. Versión remasterizada del filme basado en la novela de Francisco Coloane. Domingo 30, 12 hrs. Duoc UC de Valparaíso. Brasil 2021.