Boceto de juicio crítico sobre la película «La Señal de la Cruz»
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Ésta se estrenará el Viernes (1)

Gentilmente se me invitó hace pocos días, a la exhibición y prueba privada de «La Señal de la Cruz» cuyo estreno (que se verificará el Viernes en el Teatro Serena) es esperado con ansiedad, por el público de toda esta región.

Presenciaron el acto, distinguidas personalidades, artistas, periodistas, amigos numerosos de la Empresa; en una palabra: la «èlite» (como dicen los galiparlantes) de tales acontecimientos, por su puesto descontando en esa «èlite» a mi modestísima persona.

Del itéme, ¡en Dios y en su ánimo lo aseguro sin exageraciones! con esa película, admiraba bajo todos conceptos, y descartando todo apasionamiento que en mis ojos pusieran a modo de antiparras de aumento, mi efecto por los autores e intérpretes, el hecho de ser nacional la obra y otras muchas consideraciones que se suman a las mencionadas.

Pero ¡ay! caro me costó el gustazo de la primicia y la gentileza de la invitación. Cuando salí, relamiéndome golosamente del rato de arte exquisito disfrutado, aguóme la fiesta, el protagonista de la cinta, Plácido Martín, quien invocando vieja amistad (conocile hace 18 años, él muchacho y yo, cuando aún no había caído tanta nieve sobre mi cabeza) me pidió un juicio crítico sobre la producción exhibida en prueba, a fin de publicarlo.

No fué mi disgusto, ante la petición, desgano en servir al viejo amigo, ni temor a decir con toda lealtad lo mucho y bueno que decirse puede sobre «La Señal de la Cruz«, aún a trueque de mentida acusación, o siquiera suspicacia, de apasionamiento: ni fué tampoco causa de mi disgusto, exajerado sentimiento de modestia que me haga creer incapaz del lance.

Fué ¡ay de mí! la dificultad de hacer un juicio crítico sobre una obra, de la cual no me es dado detallar muchas cosas que detallaría, si para ello no tuviese que «reventar el cuento», como dicen los andaluces y quitar al público el placer de la sorpresa.

Menguado juicio crítico ha de ser éste, en que diga y no diga, hable y calle, pregone y silencie, ensalce y reserve…

Dios sea en mi auxilio… … y vamos allá.

El argumento, no te lo puedo decir, lector; mas si, anticiparte a buena cuenta, como tú lo comprobarás de visu muy en breve, que es interesante, fino, captador de la atención, de armónico y lógico desarrollo, nada le falta, ni nada le sobra en exposición, desarrollo y desenlace, al uso de las novelas cinematográficas y dentro de una originalidad apropiada al género de las llamadas de aventuras.

Tiene lo que tener pueden de bueno, las tituladas de cow-bows, saliéndose no obstante, de la servil imitación y trillados caminos de las de esa especie y en lo demás, abunda en escenas tiernas y novedosas, como la del cementerio, sorprendentes, como el desenlace y todas encaminadas, ante todo y sobre todo, para dar a conocer soberbios paisajes en que natura fué tan prodiga con esta tierra privilegiada.

La fotografía es nítida, clara, hermosa y tal que no solo iguala sino que muchas veces supera a las mejores de Norte-América o de Europa. En esta obra, Arnulfo Valck se ha acreditado de insuperable «maestrazo» y de príncinpe de cameraman (hablando a lo gringo).

La interpretación…… ¡Bueno la interpretación es… (lo diré a lo chileno neto) es «macanuda», comenznado por la de mi colega don Adolfo Salvatierra (empiezo por los míos, como lo manda la caridad bien entendida). Me retozaba el gusto en el cuerpo, cuando veía al Director de «El Chileno» intervenir en bellísimas escenas, con tanta soltura, y naturalidad y arte, como las que emplea para los menesteres de este ingrato oficio del periodismo.

¿Para qué hablarte, lector amable, de todos y cada uno en particular? Sábete de una vez que los avezados como Martín y Santana, lo hacen con tanta perfección, como las estrellas que cobran un chaparrón de dólares y los aventajan en que no dan besos, de ésos de succión, que los hombres de buen cirterio no vacilamos en llamar cochinos, y dispensad la franqueza.

Los improvisados: Genoveva Cerecda, Nita Davis, Carmen Velásquez, el teniente Allende, Núñez, Munizaga, Peralta, hasta el guatón Pizarro, los comparsas, los carabineros, todos en una palabra, como maestros del arte mudo.

Y no terminaré sin consignar un acierto del argumento y de la interpretación que el curioso lector, recordará luego de vista la obra, y comentará con el mismo elogio que yo.

¿Puede una pesadilla o sueño cuya realización práctica requeriría meses y hasta años, desenvolverse en la mente humana, en breves momentos, en un par de minutos? Los ignorantes quizá digan que no. La ciencia médica, ha dicho que sí y lo han comprobado los experimentos psiquicos.

Santana, el autor de «La Señal de la Cruz» sabe por lo visto, mucho de biógrafo y no poco de psicología.

Y nada más, porque de otro modo te quitaría, lector, el placer de la sorpresa.

¿Qué esto no es un juicio crítico?

Pués, por eso lo titulé BOCETO y como tal y como impresión a vuela pluma, basta y sobra.