Biógrafos (Estreno de la película “El hombre de acero”)
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EL Hombre de Acero

2a Gran vista nacional de Cariola y Frontaura

 

Teatro Unión Central. La película “El hombre de acero”. 

Ayer se estrenó en los teatros Unión Central y Septiembre la película “El hombre de acero”, de los conocidos autores de teatro señores Carlos Cariola y Rafael Frontaura. Esta cinta ha sido impresa por los talleres Chile Film, de propiedad de los prestigiosos industriales señores Larraín y Bidwell.

El argumento de esta película es digno de aplauso pues en él se exalta la virtud del trabajo. Vemos á un muchacho de fortuna que, por entusiasmo que, por entusiasmo, aprende el oficio de mecánico, el cual le sirve luego para ganarse la vida, después de la ruina de su familia, que ha perdido su fortuna en una jugada de bolsa. El premio de las virtudes del protagonista sí aumenta con el amor que le profesa una mujer de fortuna, que casa con él.

Diremos nuestra opinión con franqueza y sinceridad, teniendo siempre en cuenta las grandes dificultades que han encontrado los autores para llevar al lienzo su trabajo y la falta de elementos apropiados y disciplinados con que cuentan las casas europeas.

En total la película es plausible. Si bien es verdad que las primeras partes pecan de falta de interés, las tres últimas –tiene ocho– logran atraer la atención del público.

Lo más acertado de esta film, lo que más llegó al público, fueron todas aquellas escenas cómicas; por algo los autores son autores cómicos aplaudidos en este género en el teatro. Recordamos que en lo sentimental, los señores Cariola y Frontaura han sido poco afortunados y esta poca fortuna se repite en “El hombre de acero”. Las escenas que tienen despuntes de sentimentalismo son las más débiles de la film que nos ocupa. En cambio, en todo lo cómico acotan con acierto y éxito.

Se pudo, á no dudarlo, en su interpretación sacar mayor partido de este argumento; pero se notan descuidos en la dirección escénica y mayor deficiencia aún en la labor de los intérpretes, labor que en general nos hace el efecto de gente aficionada. No se detalla, no se tiene conocimiento ni hay malicia de los efectos: por lo tanto, el libro resulta un tanto deslavazado.

La señorita Reyé tiene una hermosa figura para posar en el cine. Fué la que más nos gustó, la más natural y sencilla. Hey en ella porvenir. El señor Pedro Sienna, discreto, sin sobresalir en ningún momento, pero convencido de lo que hacía. El señor Riera, á pesar de su papel antipático y deslucido, logró hacerlo llevadero. Gracioso Martínez.

Se nos dirá que hay que tomar en cuenta que este arte apenas nace entre nosotros. Muy bien. Pero por lo menos debe tener el autor una defensa en el intérprete y no un inconveniente. El público, salvo una parte razonable, no se acuerda, cuando ve una película ó cualquiera otra obra de teatro, que ésta era ó no nacional. Inconscientemente las compara con las europeas que ha visto. El cine tiene para el actor la ventaja del silencio –y ¡qué ventaja tan enorme!–, pero exige, más que nada, el gesto, y este arte ¿acaso no requiere intuición, estudio y por lo menos malicia estética? Y todo esto, salvo las excepciones apuntadas, no lo hay en la película que hemos visto.

La Chile Film, antes que nada, debe procurar mejorar sus elementos, y así la labor será más fácil y de mejor resultado artístico.

El público aplaudió varios pasajes de la película, entre éstos la bonita fotografía de la salida del Congreso del Presidente y el Cuerpo Diplomático.–N.Y.S.

Nota: El texto ha sido transcrito respetando la ortografía que presenta el artículo original