Viña del Mar reveló semillero de cineastas
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Un número menos (1964) La escala (1964)
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“DE aquí saldrá el cine chileno», dijo Aldo Francia, presidente del Cine-Club Viña del Mar en la ceremonia de clausura y entrega de premios del II Festival de Cine Aficionado, el domingo 16. Y en realidad, las cuatro películas chilenas premiadas mostraron alta-calidad, a veces superior a cualquier película nacional profesional. Estos aficionados lo son porque no hicieron sus películas con afán de lucro. Pero en la técnica y en la seguridad con que trataron sus temas, resultan casi más profesionales que nuestros profesionales de cine. Los santiaguinos podrán comprobarlo, ya que el teatro Bulnes de  la  Cineteca presentará en breve todos los films premiados.

De entre las 39 películas que compitieron, 22 fueron nacionales y 17 extranjeras. Estados Unidos fue el que envió más películas (4), pero Checoslovaquia presentó la mejor selección de conjunto, ya que las tres participantes conquistaron premio, incluyendo una. «Suita», que se llevó el galardón máximo, más tres otros premios (fotografía, guión y montaje). España también envió tres películas, y aunque no ganó premios, llamó la atención del Jurado el director hispano Felipe Sagués con sus films «Consumatum est» e «Hybris» por su calidad técnica. Otros países participantes con una película cada uno fueron: Alemania, Canadá, Escocia, Inglaterra, Cuba y Venezuela.

Checoslovaquia, como hemos dicho, se lució al ganar cuatro de los trece premios del Festival, más una mención honrosa y el Premio Especial del Jurado. «Suita», el film ganador del Paoa de Oro, es una película de 13 minutos con excelente fotografía en blanco y negro, que en imágenes interpreta una suite musical con su introducción pastoral, allegro furioso y nocturno, teniendo como protagonistas a dos niñitas en un día de juegos y paseo y sus reacciones ante la naturaleza. Presenta una gran armonía entre imágenes y sonido y riqueza simbólica en magnífica fotografía. El film que ganó el Premio Especial del Jurado. «Championi» (Campeón), es un documental muy especial, lleno de humor y calor humano, sobre un ex campeón de gimnsasia que al concurrir, viejo ya, a un torneo gimnástico y contemplar a sus colegas jóvenes, recuerda sus tiempos en una graciosa secuencia a cámara acelerada al estilo de los films mudos. «Semper idem» (Siempre igual), film de fantasía que ganó una mención honrosa, combina las marionetas y el dibujo animado en colores, para satirizar a los reyes (o gobernantes) que declaran la guerra por motivos tontos, haciendo sufrir vanamente a sus pueblos inocentes.

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Gran Bretaña conquistó también dos premios: «Red Type» (Tipo rojo) fue la mejor película de fantasía. Definida por su realizador, Albert Noble, como «un film escrito a máquina», en cinco minutos narra una completa historia teniendo como personaje a un tipo de máquina de escribir rojo (el signo inglés. es decir, centavo), que pelea contra todas las letras negras de la máquina. Con acopio de ingenio y habilidad técnica se destaca la batalla entre  negros y rojos, hasta que al final se ve con pena a nuestro héroe, sucumbir bajo las granadas de los tipos negros. Escocia se llevó el premio al mejor film familiar con «A Lick and a Promise» (Un lengüeteo y una promesa), deliciosa historia de un chico que se arranca de la casa para comerse un helado: lo ayuda su perro regalón, acosado por los remordimientos, ya que por su culpa se habla castigado a su pequeño amo.

Las películas nacionales, en general, fueron de menor calidad que las extranjeras, lo que resulta explicable por las diferentes condiciones culturales y la disposición de mayores medios técnicos que tienen los europeos o norteamericanos. Sin embargo, «Un número menos«, la película que ganó el Paoa de Plata al mejor film nacional y a la mejor película de argumento, no desmerece de sus competidoras extranjeras. En veinte minutos, con excelente fotografía en blanco y negro, narra las aventuras de un galán que, prendado de unos zapatos a cuadritos blancos y negros, los compra aunque le quedan chicos. Hay graciosos comentarlos de la cámara sobre los zapatos, y se logra una identificación del espectador con el problema del protagonista mientras pasea con su novia, baila twist en una boite. etc. Suspiramos de alivio con él en el inesperado desenlace. Fue la primera participación del Foto-Cine Club de Valparaíso, y el segundo esfuerzo de realización de Natalio Pellerano. Esta película hace creer la afirmación del doctor Francia, que de entre los aficiónanos saldrá el futuro cine  chileno.

Igual cosa sucede con las películas de Aldo Francia. Aunque quienes vieron su selección del año pasado opinan que fue mejor que la de éste: la calidad de realizador de este médico pediatra enamorado del cine se mantiene. Nuestros cineastas profesionales tienen mucho que envidiarle. Su película, «La escala«, ganó el premio a la mejor fotografía en color. Y en realidad, ninguna película chilena, ni siquiera el documental «Isla Guarello» o «Suma de esfuerzos», han mostrado colorido de tanta calidad. En quince minutos narra una historia de tipo neorrealista, sobre los personajes (un mendigo, un organillero, niños, una pareja) que transitan por la escala Santa Justina, de un cerro porteño. Un elemento surrealista, el ojo de la escala que ve a estos personajes, altera la unidad del conjunto: pero la idea fue buena y la realización técnica notable. Con «Paceña», de cinco minutos de duración, Francia ganó el premio a la mejor película folklórica. Nuevamente el color que sabe tomar con su cámara ayudó mucho en estas vistas aisladas, pero aprovechadas en el montaje, sobre las mujeres de La Paz, Bollvia.

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El Jurado otorgó una mención honrosa a «El billete», film argumental de quince minutos, en blanco y negro, dirigido y presentado por Víctor Cádiz: del Clne-Club Viña del Mar, más bien por el esfuerzo y la intención: trata de un vagabundo que roba un billete a un ciego para gastarlo en bebida, y que, borracho, cae a la línea férrea donde sufre un accidente. Esta última escena de suspenso, con el automotor que avanza por un lado, y el hombre, dormido sobre los rieles por otro, está bien construida. Interesante también un paralelismo de la vida del vago con la de un perro de una «callampa». Aunque se presentaron catorce películas documentales (tantas como de argumento), no hubo ninguna digna de premio, y el MOAI de ECRAN quedará esperando hasta el próximo año. También quedó desierto el premio al mejor film turístico, que cae dentro de este mismo caso. No es de extrañar que no hubiera tampoco premio al mejor film nacional en 8 mm. ya que la mayoría de los films premiablcs y premiados, exceptuando «Paceña», fueron en 16 mm. El próximo año, el Festival se lanzará de lleno a este tipo de películas —aunque sin olvidar los modestos 8 mm.— y pasará a llamarse Festival de Cine Experimental, para que participen no sólo los aficionados, sino también los profesionales (como el Centro de Cine Experimental de la Universidad de Chile y el Instituto Fílmlco  de  la Universidad Católica).

Como conclusión, creemos que no exagera Aldo Francia cuando dice que en la actualidad estamos a la cabeza de los festivales de cine aficionado de América latina. Y el próximo año se avanzará más aún con esos planes y con el hecho de que la muestra cinematográfica formará parte de la prestigiada Escuela de Verano de la Universidad Santa María, entidad particular. El Festival y el Cine-Club Viña del Mar son una prueba fehaciente de lo que puede hacer la iniciativa privada responsable, dejando a un lado la mala costumbre latina de esperar que  todo lo haga el Estado.