Tema de la semana: La cinematografía nacional. Desarrollo de nuestra cinematografía
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Luz y sombra (1926) Ideal y carne (1926)
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Todas las opiniones sobre cinematografía nacional que ya van publicadas, señor Director, han sido escritas antes de conocerse la última película chilena, y a ello se debe que, partiendo de base errónea, se refieran a este asunto cómo si se tratara de algo que dista mucho de llegar a su perfeccionamiento.

Nuestra manera de pensar -después de haber asistido a dos exhibiciones de «Luz y Sombra«,- es que esta magnífica producción ha venido a marcar, con carácteres precisos, el comienzo de una nueva etapa en la industria cinematográfica, y así, para hablar actualmente del cine chileno, es indispensable manifestar si se refiere a antes o después de «Luz y Sombra«, ya que sería absurdo pretender que hay derecho para considerarlo todo en conjunto, sin diferencias de ninguna especie.

Antes de «Luz y Sombra» es preciso reconocer que la cinematografía amenazaba tomar el desolador camino seguido por nuestro inverosimil teatro nacional. Porque si en las primeras películas filmadas en el país todo tenía disculpa por tratarse de ensayos inciales, ya con las producciones del último tiempo no era posible gastar idéntica benevolencia, pues así jamás habríamos salido del período inicial.

Y, precisamente, en las últimas cintas estrenadas, se acentúa la semejanza a que hemos aludido: «Ideal y Carne» -por ejemplo- no tiene diferencia alguna con cualquiera de los lamentables conjuntos que, decorados con el título pomposo de «Compañías Nacionales», han pasado por los escenarios de Santiago.

Se habían exhibido ya tantas películas de esta categoría, que los más entusiastas admiradores de la cinematografía nacio- otro insoportable disparate ci- esperanzas de ver confirmados los felices ensayos hechos por Borcosque y Coke. La lista de mamarrachos era abrumadora, frente a las dos o tres producciones aceptables presentadas por los directores mencionados.

Y en tales circunstancias, ha aparecido «Luz y Sombra«, película definitiva, admirable y suficiente para que nos sintamos orgullosos de nuestra cinematografía nacional.

Mucho se ha dicho y escrito sobre la belleza y perfección de esta película, para que nos atrevamos a emitir juicios sobre sus cualidades e intérpretes; bástenos decir que se trata de una producción sin defectos, que significa una asombrosa  muestra del enorme talento artístico de Coke y de sus admirables colaboradores, los jóvenes que tuvieron a su cargo los principales roles. Ellos nos han demostrado que ya existe el cine chileno con méritos sobrados para alcanzar aplausos en cualquier parte del mundo.

Por eso deecíamos al empezar esta carta, señor Director, que todas las opiniones publicadas partían de un error al considerar a nuestra cinematografía como algo que necesita aún perfeccionarse mucho: «Luz y Sombra» es un triunfo definitivo y ahora sólo resta impedir que venga a empequeñecerlo algún otro, insoportable disparates cinematográfico.

Es indudable que el cine nacional seguirá triunfando si continúan su trabajo Jorge Délano y Francisco Huneeus S., en películas dramáticas y los señores Taulis-Pizarro filmando comedias al estilo de «Una lección de amor«. Los demás candidatos a cinematografistas pueden -y deben- dedicarse a otras actividades. Hay algunas muy lucrativas y que no son perjudiciales.

AVISO: El texto ha sido transcrito respetando la ortografía y los errores de redacción que presenta el artículo original.