¿Qué hay de nuevo en el cine nacional 1966? Un frente a frente apasionante: ¿Chile debe decidirse por el cortometraje o por el largometraje?
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El reciente IV Festival de Cine de Corto Metraje, realizado el mes pasado en Viña del Mar, fue el encuentro de dos generaciones, como lo dijera nuestra revista en su edición 1841.

Con respecto a este punto, se realizó un enfrentamiento de estas dos posiciones en el Canal 9 de la TV.

Ahora ECRAN retorna al mismo tema, por ser éste el más palpitante y el más actual entre las más destacadas conclusiones de ese torneo.

He aquí el juicio de dos cineastas nacionales que concurrieron al Festival viñamarino: Patricio Guzmán, por un lado, y Naum Kramarenco, por el otro.

El primero tiene veinticuatro años. Casado. Ayudante de director del Instituto Fílmico de la Universidad Católica. Realizador de dos cortometrajes experimentales, «Viva la Libertad» y «Electro-Show«, este último ganador del premio a la mejor película de fantasía en 16 milimetros en el mencionado Festival.

Patricio Guzmán asegura:

—Ya se puede hablar de un cine chileno acorde con los tiempos, y casi desprovisto de aire anticuado. A mi juicio, este estilo culminó en la sinopsis del film «Morir un Poco«, de Alvaro Covacevich, que vimos en Viña. Refleja espíritu joven, vuelo, empuje. No tiene complejo de inferioridad.

Naum Kramarenco, 43, casado cuatro hijos, tres películas de largo metraje y una docena de documentales, estuvo presente también en el evento viñamarino. Es director de producción de la empresa cinematográfica «Chilencine», que acaba de terminar la película «Regreso al Silencio» y que entró ahora a su fase final de laboratorio, montaje y regrabación de sonido.

Kramarenco asegura:

—Está muy bien ser cineasta aficionado y experimental, pero eso no da derecho a referirse a los profesionales del cine como simples «comerciantes», en un sentido despectivo.

A ambos ECRAN planteó las preguntas:

1— ¿QUE NECESITA EL CINE CHILENO EN LA ACTUALIDAD PARA SOBREPASAR EL ÁMBITO LOCAL Y ALCANZAR MADUREZ?

2.— ¿CUALES SON, A SU JUICIO, LAS CONCLUSIONES QUE PUEDEN EXTRAERSE DEL IV FESTIVAL DE CINE DE CORTO METRAJE DE VIÑA DEL MAR?

3.— ¿QUE JUICIO LE MERECE LA LEGISLACIÓN PROPUESTA POR CHILE FILMS, QUE CREA EL INSTITUTO DE CINEMATOGRAFÍA?

1 GUZMÁN:

«Es mejor producir 20 buenas películas cortas al año, antes que un solo largometraje cada 3  años»

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HAY QUE crear películas breves. En otras palabras, cortometrajes y medianometrajes. Estas películas son las más fáciles de realizar, las más fáciles de financiar y la más fáciles de terminar con PLENO ÉXITO técnico y estético. Desde luego (y nadie lo pone en duda), es mucho más importante realizar largometrajes o películas de duración standard. Sin embargo, cuando se tienen pocos recursos, crearlos en Chile es una proeza notable. Hay que reunir muchísimo dinero. Conseguir muchísimos créditos. Implorar a muchísima gente influyente. Vender «la idea» a medio mundo. Organizar desfiles y arrendar una banda. Realizar piruetas de toda índole que a las claras demuestran que en Chile no hay un terreno adecuado para el género. Por eso AHORA (a mi juicio), creo mejor producir veinte buenas películas CORTAS al año (aunque en total no sobrepasen las dos horas de proyección), antes que hacer un solo largometraje cada tres años. Es un hecho, por otra parte, que las películas cortas son imposibles de distribuir comercialmente. No obstante, mientras se planifican leyes especiales en su favor, los cortometrajistas pueden acudir a otros medios de difusión nada despreciables, a saber; 1) Los «cine-artes» o cines de cámara. En Santiago ya funcionan cuatro «cine-artes». Y en Viña pronto funcionará el más importante del país. Muy luego existirá una verdadera «cadena» de cines de este tipo, que, por cierto, nunca llegarán a la. masa en forma global, sino a cierta élite formada por los intelectuales, por los universitarios y por algunos núcleos de empresarios. Es decir, a un público por ahora mucho más útil e influyente que la masa para la evolución de este nuevo cine chileno. 2) También la televisión puede promover, aunque en forma secundaria, la difusión del film breve. 3) Por otra parte, está el film de «episodios» (formado por varios cortos), con chance  de distribución standard. 4) Pero es, finalmente, en los festivales nacionales e internacionales donde se encuentra la MEJOR tribuna para el cortometraje. De aquí surgen importantes sucesos, que han hecho y seguirán haciendo impacto en la opinión pública y en las autoridades oficiales.

Estos comentarios abrirán paulatinamente las «compuertas mentales» de todos los chilenos hacia este nuevo cine nacional. Esta especie de consagración del nuevo cine (impulsada por el cortometraje) devolverá la solvencia estética y eliminaría el desprestigio de cierto «cine chileno» que nació añejo.

La conclusión del Festival es triple: 1) En Chile existe (realmente) un buen cine de cortometrajes documentales y experimentales. 2) En Chile hay un organismo (concreto, dinámico) que se ha hecho responsable de abrir camino a este nuevo cine: el Cine-Club de Viña. 3) Ya se puede hablar de un cine chileno acorde con «los tiempos», y casi desprovisto de aire anticuado. A mi juicio, este estilo culminó en la sinopsis del film «MORIR UN POCO» (de Covacevich), que se dio complementariamente en las sesiones del Festival. Un publicista diría que esta sinopsis «tiene zwing». Es decir, tiene vuelo, tiene empuje, tiene espíritu joven. No tiene complejo de inferioridad. Y esto es lo importante. (Quizás éste, por su carácter experimental, sea el primer largo-metraje realmente «adecuado» para Chile.)

Creo que hay que apoyar, de antemano, todas las medidas legales en pro del cine chileno. Desde luego, es muy probable que tales medidas, en la práctica, no resulten enteramente perfectas. Pero si se llama a los CINEASTAS a colaborar, es muy posible que esta legislación sea todavía mejor.

2 KRAMARENCO:

“En el cine de largo metraje también se puede experimentar”

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CREO que la ÚNICA posibilidad consiste en establecer un cine de LARGO METRAJE digno y permanente. El cine es, fundamentalmente, un lenguaje dirigido a grandes masas de público. El minifilm, o cortometraje, ya sea documental o experimental, difícilmente pasa de la pantalla de un festival al hombre de la calle. Hay países con una voluminosa, madura y excelente producción de ese tipo. ¿Cuánto de ese material llega hasta nosotros? Son lo mismo que algunas excelentes «memorias de grado» con que optan a su titulo los estudiantes de ingeniería, medicina, etc. ¿Se puede considerar reemplazado el ejercicio vital de dichas profesiones por la sola presentación de esas memorias? Por otra parte, en todo el mundo los cines de programas dobles o triples no exhiben jamás los llamados «agregados» y los cines de una sola película dedican todo su espacio disponible a las películas cortas que les entregan GRATIS los distribuidores como complemento de programa, a las sinopsis de sus próximos estrenos o, preferentemente, a las películas de propaganda, ya que COBRAN grandes sumas por pasarlas. No soy enemigo de ese «minicine» de exploración y, algunas veces, de avanzada, pero desgraciadamente hay que atenerse a la realidad. A ver si alguien consigue que un diario de la mañana, por ejemplo, le publique un poema de Gabriela Mistral o de Pablo Neriida, ocupando el espacio que tienen reservado para un aviso.

CINE DE LARGO METRAJE, ARGUMENTAL

Este tiene sus vías normales para llegar al público y nuestros mercados internacionales han crecido de OCHO a casi DOSCIENTOS millones de habitantes. Esto, en virtud de la resolución N.º 82, del 1.º de octubre de 1963, artículos 3.º y 4.º de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), que procedió a calificar las películas cinematográficas de países de la Zona y también a las filmadas en terceros países, pero desarrolladas o copiadas en países de la ALALC, como originarlas de la Zona. Les aplicó, en consecuencia, las franquicias del Tratado de Montevideo, suscrito por nuestro país y definitivamente aceptado por el Banco Central de Chile en su Sesión N.º 318 del 12 de abril de 1965. Las puertas de América están de par en par abiertas, sin trabas aduaneras, esperando que el cine chileno se haga presente, llevando su mensaje a todas las pantallas, a todos los pueblos, pero sólo por la vía normal del largometraje argumental. En esa clase de cine también se puede experimentar y quebrar lanzas. No hay que olvidar que en TODOS los archivos de TODAS las grandes cinetecas del mundo, las películas atesoradas como clásicos del cine mundial nacieron en manos de profesionales, destinadas a la exhibición pública.

LAS CONCLUSIONES

Desde el punto de vista profesional, ninguna. El ambiente amateur tiñó absolutamente a los organizadores, al Jurado y hasta a los periodistas que cubrieron la información. Desde el punto de vista amateur, muchas, primero: el nivel cultural de los participantes es algo que, de por sí, ya promete una renovación importante para el futuro de nuestro cine. Segundo; la elevada ética cinematográfica amateur, que ojalá puedan conservarla al enfrentar la profesionalidad, ya que hemos visto que algunos de nuestros profesionales olvidan algunos valores intrínsecos fundamentales ante la presión de una realidad nacional totalmente adversa. Con esto no quiero decir nada malo. Es lo mismo que cuando observo alguna candorosa ingenuidad de mis hijos y pienso: «Ojalá pudieran llegar a grandes, pensando así, sin que la vida los cambie».

No conozco el proyecto de Ley en sus términos exactos. En todo caso, debe aunar TODOS los puntos de vista de TODO nuestro gremio. Más importante que dictar una Ley de Respiración Nacional es crear las condiciones para que haya oxígeno en las calles y cada uno viva su vida. Si la Ley de Chile Films logra tales condiciones, ¡bien venida!