Pioneer del cine chileno, Pedro Sienna realizó nueve películas que gustaron en todas partes
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19430511_ecran642_Husar.jpgActor, autor teatral, crítico de arte, periodista y poeta, Pedro Sienna resume aquello que él mismo escribió en versos: “De todo hice en la farsa”…

Es uno de los que se han quemado las pestañas por dar una ubicación honrosa a nuestra cinematografía. Esta foto corresponde a la ajustada caracterización que hizo en el recordado film silencioso “El húsar de la muerte”.

La vida de Pedro Sienna resume toda una accidentada trayectoria del cine y el teatro chilenos. Pertenece a esa generación que en su juventud se divertía en las “tandas” del antiguo Teatro Santiago, con las funciones de Pepe Vila y Joaquín Montero, y había tomado partido a favor de las renovaciones artísticas contenidas en el “Azul”, de Rubén Darío. Durante más de 25 años ha sido actor y autor teatral; ha hecho películas, periodismo y versos, bohemia, novelas y libretos radiales. Pero en esta vida multiforme ha dominado el hombre de teatro con su concepto romántico de la escena, empujado por esa especie de fiebre atormentada que hace confundir la realidad y la farsa. Así lo dice él mismo: “la vida de teatro en sí es casi la renuncia al orden establecido. Anormal y amoral, es el Imperio de la Anarquía de la Farándula. Bella palabra. Está llena de música y de magia –mandolinas a la medianoche, bajo una luna enorme–. Lo mismo que la caracola guarda la lejanía del fragor del mar, ella encierra la gama tumultuosa de la vida errabunda. Toda la lira del tinglado, con sus aventuras, con sus amoríos, con sus ambiciones y su perenne inquietud. Iluminada por dentro como un farol chinesco, giran en torno de ella mariposas nocturnas. ¡Farándula! Fanal de carrusel. Tiene la cabeza trágica y las piernas de bailarina. Esa pálida y alegre. Cuando bebe champaña, llora y ríe estrepitosamente, con la boca pintada y el sombrero de copa echado atrás”.

COMO SE HIZO ACTOR

Como todo estudiante con inquietudes, Pedro Sienna escribía ensayos literarios, pintaba y discutía sobre lo humano y lo divino. Su padre quería que fuera ingeniero. Pero él prefería esa luminosa creación dispersa. Abandonó la casa –igual que los personajes de Panait Istrati–, y obtuvo de don Enrique Molina un cargo de inspector en el Liceo de Talca. Allí organizó veladas y trazó un horizonte que ha mantenido inalterable. Eran alumnos de ese establecimiento Juan Marín, Roberto Meza Fuentes, Pablo de Rokha. Aníbal Jara dirigía “La Actualidad”. Había ambiente para fomentar preocupaciones artísticas, entre café y café, sobre los chivaletes [sic] de la destartalada imprenta provinciana. Por esa época se organizaron los primeros juegos florales en Santiago y Pedro Sienna envió el poema titulado “Rogativas en mi corazón”. Le dieron un premio, y tuvo que trasladarse a la capital para recitarlo. Bernardo Jambrina –maestro de muchos actores chilenos– lo escuchó, y, por esa especie de intuición fraternal que poseen los cómicos, vió que reunía condiciones. Le ofreció incorporarlo a su compañía como galán y Pedro Sienna tuvo que decidirse por una gira a la Argentina de un día para otro.

Nuestra intención era hablar de Pedro Sienna sin consultarlo. Pero no hemos podido dejar de visitarlo. Dice que se ha retirado a tiempo como actor profesional para poder escribir con tranquilidad. En su gabinete de trabajo, hay centenares de volúmenes acumulados a través de cuarenta años de lectura. Ahí encontramos desde los cuetos de Andersen hasta las últimas novelas de John Dos Passos y Hemingway, y un archivo completo de lo que Sienna ha publicado: artículos en “La Nación”, “Las Últimas Noticias” y “Zig-Zag”, y sus libros: “Muecas en la sombra” (poemas); “La caverna de los murciélagos”, (novela espeluznante); “La vida de Arturo Bührle” (biografía ilustrada por Víctor Bianchi); “El tinglado de la farsa” (recuerdos del teatro); y “Recuerdos del soldado desconocido” (homenaje a los héroes olvidados).

Es audaz en sus imágenes y echa mano de todos los recursos del lenguaje hablado o escrito. Su estilo recuerda al Vicente Huidobro de “La próxima”. Veamos cómo describe a Mook: “Cuando Armando Mook empezaba su brillante carrera de autor, y viajaba con nosotros conviviendo los azares de la farándula, agarró la manía de vestir un tato caprichosamente. Gran chambergo felpudo sobre las melenas craspas y abundosas, mostachos y perilla a la mosquetera, camisas escotadas hasta el pecho, zapatillas de baile y una amplia capa española con vueltas de terciopelo azul, que llevaba terciada con suprema arrogancia. Parecía un D’Artagnan traducido al esperanto”. Su próximo libro serán “auténticas historias de fantasmas narradas por las propias víctimas de los aparecidos”.

EN EL CINE

Pedro Sienna puede llamarse con todo derecho un precursor del cine chileno. Sus películas son: “El hombre de acero”, “Manuel Rodríguez”, “Los payasos se van”, “Todo por la patria”, “La avenida de las acacias”, “El empuje de una raza”, “Un grito en el mar”, “El húsar de la muerte” y “La última trasnochada”.

Todas ellas son pequeñas obras maestras. Pertenecen a la época muda, pero por la esforzada constancia y el esperanzado optimismo que determinaron su filmación, no deben ser olvidadas como ejemplo en nuestra todavía incipiente industria cinematográfica. En “Todo por la patria” hay escenas de multitudes que ningún film chileno posterior ha logrado. En “Un grito en el mar” hay magníficos efectos fotográficos. Consideremos que esto se hacia en Chile en una época en que en Estados Unidos Adolf Zukor recién divulgaba su sello “Es un film Paramount”, en competencia violencia con la “Firt nacional”, con William MacAdoo y Marcus Loew.