Menos que regular: El Paso Maldito. (distribuye Películas Mexicanas (Chile) S. A.
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AUNQUE esperado con interés, este primer estreno nacional de 1949 no ha podido menos que desilusionarnos. El tema es confuso, heterogénea la parte interpretativa, y todavía primaria la conjunción técnica del encuadre, la fotografía y la iluminación.

EL TEMA.– Mezclando motivos de nieve y campo, el director Fred Matter intentó presentarnos un cinedrama, que creemos exento de interés, lógica y ecuanimidad emocional. Pensó sacarle provecho al todavía virgen y siempre fotogénico paisaje cordillerano, pero se limitó a lanzar la cámara hacia el horizonte. Esto no es suficiente, como receta destinada al aprovechamiento cinematográfico de la naturaleza. El camarógrafo mexicano Gabriel Figueroa, que en este es un maestro, dice que hay que conjugar los enfoques; elegirlos, de acuerdo con su mejor luminosidad, y cortarlos, dejándolos en la medida exacta del chispazo que decora, complementa o realza la secuencia. La cámara hay que sostenerla; no lanzarla.

LA TECNICA.– El encuadre es vital para el aprovechamiento de ese juego de imágenes que es el cine. Esto significa medir las escenas, justificarlas aisladamente, y encadenarlas una después de la otra. En “El Paso Maldito”, esta tarea se cumplió a medias. La fotografía, por otra parte, resultó, desequilibrada y estática. En cuanto a luminosidad escénica, faltó complementación de luz artificial a los enfoques de exteriores. Esto se traduce, principalmente, en ensombrecimientos que restaron físico y presencia a los artistas.

LOS INTERPRETES.– Figuras ya fogueadas, como Arturo Gozálvez, Chela Bon, Plácido Martín y Blanca Arce, pasan reticentes, como cohibidas. El tema no les da oportunidades; pero también se ve a las claras que les falta la mano de un director, para que los anime. La cámara se limita a fotografiarles lo que dicen. La escena del rodeo carece de bríos. La fiesta, cueca y asado al palo, no exhibe ni siguiera el atractivo de lo pintoresco. Sólo una cara nueva llama la atención  desde que logra mostrar las facciones. Ella es la debutante Sonia Edwards. Aunque su paso es fugaz, Sonia logra por presencia, o a través de un gesto o un ademán, transportarnos al suspenso que exigía su papel. Posee, además, una simpatía física, que la distingue nítidamente en el elenco. Después de ella, Raúl Gardy, también de paso fugaz, encaja un bocadillo con chispa, para empuñar luego la guitarra y brindarnos una agradable tonada original.

CONCLUSION.– “El Paso Maldito” parece un documental de nieve y campo chilenos, que el director Fred Matter reduce a largas y discretas instantáneas de paisaje y diálogo, a través de un tema incidental.