MAS QUE REGULAR: SI MIS CAMPOS HABLARAN.– (Araucanía Films.)
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Disgustados como estamos con los films nacionales que sólo exhiben la etiqueta del país y que desprecian lo vernáculo para penetrar en lo foráneo, esta película significa el reencuentro del hito que marca el camino perdido. Esos panoramas del Sur, de policrómica perspectiva y verdor lujuriante; esa tierra, todavía virgen, donde prendió la gesta colonizadora del pasado siglo, son veta de oro a flor de tierra para cualquiera que busque las cosas bellas. Una cámara, que Ricardo Younis acciona con maestría singular, depara el espectáculo de naturaleza cimbreante  que sólo poseen las tierras privilegiadas. Este arte sutil que es el cine enhebra los motivos del drama y los desgrana en imágenes que se recortan en el paisaje. Este es el mérito fundamental del film; pero hay que advertir que la realización se resiente por falta de entereza en la composición escénica. No se conjugan los detalles, que son la médula del cine; se repiten, cuando llegan a ser tocados, y el todo deja de tener enjundia, pierde fuerza emotiva por enfoques que a ratos se prolongan demasiado.

Hay tipos bien logrados, como el de Arturo Gozálvez, un mayordomo de campo de aristas definidas; el breve personaje de Bohr –director del film–; el “malo” de Rodolfo Onetto, la ductibilidad de Chela Bon, la presencia de Mecha Calvo, la aparición promisoria de Carlitos Bon y la discreción de Armando Bo.

Pierde eficacia el diálogo, sin lugar a dudas, por su tono declamatorio. Y esto apaga al Vicente Pérez Rosales de Roberto Parada. Grata es la música de Román Heitman. Parejos el sonido y el trabajo de laboratoios