Los estrenos de la pantalla: «Norte y Sur»
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Cuando por primera vez se nos dijo que Jorge Délano tenía el propósito de hacer una película parlanta, con maquinarias fabricadas en el país, e interpretada por cómicos y aficionados nacionales, creímos que esta valerosa y noble empresa no pasaría de ser la aspiración algo quimérica del fino artista que hay en Coke, y como tal quedaría en el recuerdo de los muchos intentos culturales que en nuestro ambiente fracasan por escasez de dinero, de mecanismos adecuados, de precisiones técnicas y, sobre todo, por la fatal tendencia criolla de mirar toda obra constructiva con ojo turbio y desconfiado.

Así, pues, grande ha sido nuestra sorpresa, y mayor nuestra satisfacción, al enterarnos de que en tiempo más corto del que era dado imaginar, se puso término al rodaje de la primera cinta parlante realizada en Chile, cuya realización ha probado que no era utopía, mostrando, además, el vasto y halagueño porvenir que nos abre frente a una de las más enriquecedoras industrias modernas, como hemos podido asegurarlo después de asistir a la exhibición privada de «Norte y Sur» que se llevó a cabo en el Teatro Central hace algunos días.

Los que sabemos que este filme ha sido hecho disponiendo de precarios elementos, ciñéndose a una estricta pauta de gastos y apoyado tan sólo en el entusiasmo del director Délano y de sus pacientes y felices colaboradores, los señores Spencer y Vivado, que fabricaron las complicadas máquinas para la grabación del sonido, debemos estampar sin reticencias el aplauso más ardiente por tan significativa y bien lograda empresa.

La fotografía es clara, limpia y se da el lujo, a ratos, de presentarnos curiosos y atrayentes efectos de imágenes superpuestas o combinadas con originalidad y muy fino buen gusto. En cuanto a la sonoridad, debemos decir en justicia que constituye el capítulo más interesante de «Norte y Sur«. Las distintas voces de los artistas están reproducidas con notable pureza. Ningún ruido las confunde ni opaca su timbre; de modo que en el diálogo de conjunto delinean claramente sus tonalidades valorizan con su naturalidad el interés de las conversaciones.

Salvado este escollo, que era el más grave de los muchos que habían de surgir en el cultivo de un arte nuevo, tan estrechamente vinculado a los rigores de la ciencia, la interpretación tomaba un segundo plano de importancia, fácil de correcciones y cambios que terminarían venciendo todo obstáculo. Y en esta materia, Jorge Délano también ha triunfado, pues, desde luego, su película viene a mostrarnos que en Chile contamos con dos figuras de positivo valor para el cinematógrafo: Hilda Sour y Guillermo Yánquez.

La primera es una actriz de magníficos dotes fotogénicos. Hermosa, esbelta, simpática, con una fuerte dosis del «sexe appel» que busca el público de hoy en las heroínas del celuloide, y luego condiciones artísticas muy apreciables, como ser una voz de gratísimo timbre y una sencillez de maneras y actitudes que le dan un estilo de juego escénico personal y atractivo.

El joven actor Guillermo Yánquez ha sido otra revelación para el futuro de la pantalla chilena, pues no obstante haber tenido a su cargo un papel que no era el del galán (que éste es siempre el que conquista la simpatía del público) se adueñó inmediatamente del favor de los espectadores por su labor natural, sobría, sentida, hábilmente mesurada y de una profunda e íntima comprensión de los planos en que debe situarse el intérprete del cine para borrar de su trabajo todo ribete artificiosos. Por su juventud, por su agradable y espontánea franqueza en el decir y en la acción, está llamado a triunfar ampliamente en el «set».

El popular actor teatral Alejandro Flores, interpretando el protagonista principal de «Norte y Sur«, ha realizado un trabajo meritorio, aunque a ratos se hacen demasiado visibles sus recursos del proscenio.

María Llopart, en un papel de menor importancia, lo ha animado con gracia y delicada emoción.

Con verdadero regocijo reconocemos que la obra de Jorge Délano representa la iniciación afortunada de la industria cinematográfica en Chile. Él ha venido a mostrarnos con «Norte y Sur» que, aún desprovistos de los adelantos mecánicos de Hollywood, es posible hacer buenas películas en nuestra tierra. Su obstinado anhelo que para muchos, por lo reducido de nuestro ambiente, parecía un vano sueño, como los del buen manchego, ha tenido el premio de todo artista que no desmaya en su fe y que labora con tesón y entusiasmo, por lo que ha conquistado nuestro aplauso y gratitud.

Ahora que está marcado el primer paso, aguardamos que la cinematografía entre de lleno en el campo de las actividades nacionales. El suelo de nuestros territorio y el alma de nuestro pueblo aguardan como un bloque de húmeda arcilla, las nuevas manos que modelen sus formas y sentires.