UN MOMENTO DE CHARLA CON LA PROTAGONISTA DE «JURO NO VOLVER A AMAR» – LO QUE DICE STELLA MORIS – UN DEBUT EN ECUADOR
-¿Su artista favorita?
-La Bertini.
-¿Y de las norteamericanas?
-Ninguna.
-Antes de trabajar en «Juro no volver a amar«, ¿ha hecho usted otras películas?
-Ninguna. Yo trabajo desde hace muy poco tiempo. En el teatro, nada más que un año; en el cine, tres o cuatro meses. Yo fuí partiquina de la Compañía de los Autores Teatrales, dirigida por Cariola y Hurtado Borne; después me fuí al Ecuador con la Compañía Gobelay. A ese conjunto ingresé también como partiquina, y en dos meses conquisté uno de los primeros puestos. El público del Ecuador fué muy cariñoso conmigo.
-De las figuras del cine chileno ¿cuáles son sus predilectas?
-Yo creo que nuestras películas debían hacerse con elementos nacionales, pero no sucede así. Me gusta el trabajo de Silvia Villalaz, pero ella no es chilena. De los hombres, Pedro Sienna y de la Sotta, en algunas cosas.
-En el cine ¿cuál es el género que usted prefiere?
-El cómico. Yo le aseguro a usted que si tuviese que hacer una cinta en la cual riese o bailase, estaría muy bien. Lo dramático no me gusta, no lo siento. Cuando estábamos filmando la película de Coke, yo creí que eso iba a resultar muy mal porque estaba descontentísima de mi trabajo. Era para mí un sufrimiento inmenso tener que fingir que lloraba. Es decir, casi lloraba porque no sabía llorar…
-Pero usted tiene entusiasmo por el cine.
-Un gran entusiasmo. Si yo pudiera me dedicaría únicamente al cine, aunque también me gusta la opereta, y sé que en la opereta haría carrera con mucha rapidez. Y ya ve usted: sin tener tantas esperanzas en el cine, prefiero el cine. Pero no en el cine dramático. Mi ideal sería hacer comedias en la pantalla.
Stella Maris es muy joven, tiene apenas 18 años, y posee todavía mucha fe en ella misma. A ratos vacila entre la opereta y la pantalla, debido a las escasas perspectivas que tienen los artistas en nuestro país. Pero ella cree, -y nosotros también,- que con el estudio puede dar muy gratas sorpresas. A ratos se queja de las ingratitudes de las compañeras de teatro, pero luego se echa a reir y se consuela con el filosófico refrán que dice que nadie es profeta en su tierra. Pero, a pesar de que nuestro público es indiferente al arte, ella tiene porvenir y en este brioso despertar de la cinematografía nacional, ocupará un puesto brillante.
-De las cintas nacionales ¿cuál le gusta a usted más?
Sonriendo, contesta con simpática franqueza:
-Es usted sincera. ¿Y después?…
-«Golondrina» y «Un grito en el mar«.
-¿Tiene usted una anécdota que quiera relatarme?
Pensa un instante, y responde:
-Algo que me ocurrió en el Ecuador. Usted sabe que en el Ecuador. En los precisos momentos en que me presentaba a escena, se oyeron unos aplausos aislados en la sala, y se cortó la luz. Sólo quedaron encendidas algunas bombillas de la orquesta. Yo quedé aterrada. Pero el público, que fué muy cariñoso conmigo, empezó a pedir que cantara «la chilena». «La chilena» era yo. Entonces la orquesta empezó a tocar nuestra Canción Nacional, y yo la canté casi sollozando… Cuando terminé, el público me aplaudió con verdadero entusiasmo. Mi patria, cuando yo estaba tan lejos y tan sola, me fué a defender. Esta es mi única anécdota.
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Nota: El texto ha sido transcrito respetando la ortografía que presenta el artículo original.