Festival de Locarno: Tigres con cría de leopardo
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ercilla3_22101969.jpgEl camaleónico Raúl Ruiz suele interpretar personajes muy diferentes, según sus estados de ánimo. Sabe ser parcamente silencioso o abstrusamente filosófico; cuando está de buen humor, le brota el ingenio, y desde que volvió de Europa, con un leopardo a cuestas, tiene motivo para sentirse bien.

La estatuilla corresponde al gran Premio del Festival de Locarno (Suiza) y le fue otorgada por sus Tres Tristes Tigres, que en Chile cosecharon buenas críticas, distinciones de fin de año… y la peor taquilla de los film chilenos de 1968.

Como preparativo para su primer viaje a Europa, Ruiz cultivó bigotes y patillas:

– Sentí que eso me daría un tipo chileno, pero calculé mal; en Europa me paraban en la calle como si fuera baqueano para pedirme direcciones.

Asistió primero al Festival no competitivo de Pesaro y luego pasó a Locarno, que actualmente otorga cuatro “grandes premios” (Leopardos).

Tres Tristes Tigres se exhibió un día viernes, 48 horas antes del fin del Festival.

– Se fue casi todo el mundo, menos el jurado, que se quedó hasta el final.

– ¿A qué altura partieron los primeros?

– Mientras se proyectaban los créditos. Salieron fuera de foco y no se entendían. En parte se debía al rechazo natural del cuerpo después de ver 50 películas. Yo mismo me salí de muchas. Pero me dijeron que después de la primera media hora no se fue nadie más.

– ¿Usted o se quedó entonces?

– No. Me fui. Era una situación incómoda.

En la noche se realizó una democratizada conferencia de prensa al estilo de Locarno; intervenía tanto el público como los periodistas.

– Al comienzo los estudiantes estaban en contra de mí, pero bastó una cita de Mao para ganarlos.

Le preguntaron en qué medida su película contribuía al proceso de liberación latinoamericano.

– Ninguna.

Luego quisieron saber quién gobernaba en Chile.

– Un suizo

Advirtieron a Ruiz que la noche de la entrega de premios podían pifiarlo.

– No sucedió, lo que fue una gran desilusión para la previsión suiza. Había en esos días un Congreso de Farmacéuticos en Locarno y asistió un grupo de delegados que había vivido en Chile. Aplaudieron como locos. Lo mismo en un grupo de rusos que lo aplaudían todo. Los suizos se dejaron llevar.

Ruiz había pensado quedarse algún tiempo en Europa, pero al día siguiente de la entrega de premios, súbitamente (“me tincó”) decidió regresar. Entró a una agencia de turismo y preguntó por el próximo vuelo a Chile: “ si parte en 20 minutos – le dijeron – lo alcanza”. Ruiz tuvo el tiempo justo para ir a las oficinas del Festival y restirar su Leopardo. Y volvió. Ni siquiera alcanzó a buscar su maleta en el hotel. Allí quedó.

En sus dos festivales vio un total de 120 películas.

– ¿Recuerda alguna en especial?

– No. Eran tantas que se me borraron.

– ¿Aprendió algo en este viaje a Europa?

– Claro que sí. Algunas palabrotas en italiano.

Esta visión festiva de los hechos varía en grados y matices según el interlocutor y la hora del día. Pero la displicente actitud de Ruiz no logra disimular qu está contento y muy contento. Su película fue invitada a la “semana de la crítica” del Festival de Cannes en 1970, y hay una probabilidad de que se estrene en un cine-arte de París. Esos resultados, como el mismo premio, no sólo son importantes para Ruiz, sino igualmente, para el cine chileno.