Estrenos: Erase un niño, un guerrillero y un caballo
Películas relacionadas (1)
Personas relacionadas (1)

Los tres cortos que componen “Erase un niño, un guerrillero y un caballo”, más que una película propiamente tal, constituyen la historia del aprendizaje y de la evolución de un director. “Yo tenía un camarada” (1964, Ercilla 1521) es un cuento directo y emotivo que, gracias a los cortes que le hiciera Helvio Soto, resulta más conciso que la versión inicial que, hace tres años, tuvo buena acogida crítica como el primer corto de un nuevo realizador.

El analfabeto” (1965) tiene por protagonista a dos guerrilleros; un estudiante y un obrero o campesino (Jorge Guerra y Miguel Littin). Lo breve en este caso, conduce  cierto esquematismo algo ambiguo en el mensaje. Más que un corto, es un ensayo o esbozo previo de largometraje.

En “El caballo” (1966), un grupo de pobres quiere apropiarse del equipo del lechero, un viejo que murió durante su diaria ronda. No han comido carne en mucho tiempo y se preparan para en banquete que les significará el animal. Sin embargo, los personajes de clase media del barrio se oponen. Les parece un escándalo que se proceda así con el pobre caballito. Se imponen y los llevan a las autoridades. Estas consideran que ya está demasiado viejo para trabajar y el animal se transforma en alimento para los leones del zoológico, mientras los pobres siguen hambrientos. El cuento está bien estructurado, pero su impacto es menoscabado por Soto al subrayar y moralizar en exceso, cuando su mensaje ya se desprendía con absoluta claridad de la historia misma.

Como enlace entre los diferentes cortos, Helvio Soto recurre a secuencias de cine-encuesta, a la manera del “cinema novo” del Brasil. Con la diferencia de que aquí este mecanismo resulta algo forzado e insuficientemente integrado al conjunto del film. Se entrevista al diputado del PDC Alberto Jeréz y al periodista Augusto Olivares, al Secretario General del PC, Luis Corvalán, al Padre Ruiz Tagle, de la Fundación Mi Casa y al futbolista Fouilloux. Sin embargo, aunque el método  en sí puede ser muy valedero, resulta débil en este caso. No por los problema tocados en las preguntas (revolución, infancia abandonada), sino porque estos cortos no son el complemento ideal o natural de la parte teórica del film (encuesta).

Lo que sí se haya en estos es una voz cada vez más definida. Auqnue, paradójicamente, el más logrado –en el sentido de redondeado- de los tres cortos es, cronológicamente, el primero. Pero, en contenido, hay un afinamiento evidente de la puntería, y en “El caballo” se da una posición clara y comprometida frente al medio social. Técnicamente, con problemas de creciente complejidad, hay cierto progreso.

Sin embargo, insistimos: ésta es, en conjunto, la historia del aprendizaje de un realizador, al que también hay que sumar el fallido episodio chileno en la coproducción “El ABC del amor”. Puede ser el fin de una etapa de Soto. Ahora hay que esperar su Opus 1.