Estrenos de la semana: Dos corazones y una tonada
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El tercer repique del cine nacional en su renacimiento se echa a vuelo con «Dos Corazones y una Tonada«, el film que ayer se estrenó simultáneamente en Santaigo, Valparaíso y Concepción. Rodado en su mayor parte en el amplio escenario campestre de Las Condes, colaboraron en su ejecución Carlos García Huidobro, de director, Egidio Heiss, de cameraman y los artistas Teresa León, Elena Puelma, Esther Soré, Rafael Frontaura, Nicanor Molinare, Carlos de la Paz, Enrique Olavarría, Romilio Romo, Peter V. Yurik y Los Cuatro Huasos.

«Dos Corazones y una tonada» está realizada sobre un tema sencillo. Don Jorge (Rafael Frontaura) es un rico hacendado que después de amasar fortuna siente la necesidad de buscar una compañera comprensiva con quien compartir su felicidad. La encuentra en Marian (Teresa León), una mujer de gran mundo que por razones que se ignoran es seducida por Roberto (Peter V. Yurik), un elegante vividor que otrora fuera su amigo. Ambos proyectan una escapada a Buenos Aires, pero los íntimos remordimientos de la esposa que huye tras un destino ignorado, la hacen arrepentirse y volver a los brazos de su marido que perdona ese ligero arranque, para abrirle mansamente su corazón. Todo esto, matizado de festivas escenas cómicas a cargo de Romilio Romo y Elena Puelma y canciones y tonadas que interpretan Los Cuatro Huasos y canta Esther Soré.

El film, con un tema como este, pudo ser filón de mejor causa. Desgraciadamente los resultados no han sido los que se esperaban. La dificultad técnica para producir efectos que habrían evitado numerosas escenas inútiles fueron un duro escollo para su realización. La cámara abusó de los planos completos y medios planos, ofreciendo sólo dos o tres primeros planos que, técnicamente hablando, no alcanzan a satisfacer los requerimientos de una comedia dramática como esta. En muchas partes, la monotonía, el detalle sin interés para el total, los diálogos sentimientos rebuscados, no consiguen una expresión acabada de lo que el argumentista y director se propuso. La iluminación, por otra parte, fracasó rotundamente en innumerables escenas tomadas a horas poco propicias del atardecer cuando se trataba de exteriores y con mala distribución de lámparas, en el caso de los interiores.

Debemos reconocer, en cambio, que «Dos Corazones y una Tonada» es un escalón más alto que, después de «Hombres del Sur» y «El Hechizo del Trigal«, conduce al cine nacional hacia su auténtica ruta. Supera a las anteriores en cuanto a argumento y dirección. Esto no quiere significar, sin embargo, que la dirección pueda compararse a la de los «meteur en scéne» del cine extranjero. Carlos García Huidobro debió exigir más desenvoltura a los artistas. Teresa León, a quien hay que reconocerle méritos interpretativos, se muestra estatuaria, fría como un mármol, ausente de la realidad. Rafael Frontaura estuvo discreto pese a que su talento de viejo actor da para más; Esther Soré, hondamente emotiva en sus canciones y tiernamente juvenil en su rol de muchacha campesina; Enrique Olavarría en su rol de amigo de la casa, dispuesto al orden establecido, sobrio; Elena Puelma y en especial Romilio Romo, son los únicos que logran con sus escenas de humor -lamentablemente «ad-hoc»- proporcionar al espectador instantes de franca carcajada. Los demás, discretísimos.

En suma, «Dos Corazones y una tonada» es un film al que pudo sacársele mucho más partido con una dirección más exigente que hubiera extirpado la languidez que se advierte de principio a fin. La conclusión es intesperada y brusca. Los momentos más agradables lo proporcionan sin duda alguna, las guitarras de Los Cuatro Huasos y lo repetimos, la emotiva voz de Esther Soré interpretando bellas canciones de Donato Román Henman. El sonido R.C.A. es un buen ensayo.

El público debe reconocer en nuestras palabras desapasionadas que la brújula que nos guía en nuestra valorización obedece al afán de ver en buen pié al cine nacional del futuro. Como chilenos, debemos enorgullecernos y alentar a quienes luchan por la implantación definitiva de esta bella industria en nuestro suelo.