Estrenos de la Semana: «Árbol Viejo»
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“ARBOL VIEJO”.Enrique  BarrenecheaEglantina SourAmèrico VargasGerardo GrezAndrea Ferrer, Rodolfo OnettoLuisa BottoRodolfo Martínez.-Dirección: Isidoro Navarro.-Cámara: Luis Bernal.-Argumento: Antonio Acevedo Hernández.-Teatros Cervantes, Santa Lucía y Continental.- Sello: Aconcagua Film. 

No puede negarse la honradez de propósitos que demuestra Isidoro Navarro en este su primer film chileno. Se advierte una pureza de conceptos mayor que la que ha animado casi todas las cintas nacionales. Es Navarro un cineasta correcto, sano y solvente. Basta el hecho de que elegiera el argumento de Antonio Acevedo Hernàndez para comprender su deseo de calar hondo en nuestra tierra y en sus estampas literarias. Lo que nos parece reprochable es que no haya logrado desentrañar el verdadero significado de “Arbol Viejo”. Lo trató como una simple obra de argumento, atento mas bien a la anécdota exterior, cuando, en verdad, la trama es sólo una fórmula para desarrollar una tesis simbólica. No es la historia de Juan de la Cruz en sí lo que importa en ella, ni el desbande de sus hijos, ni la muerte de su compañera, ni los trances de soledad. Lo que ya en el título se insinúa, lo adentran las escenas y sus personajes y lo desenvuelve el hilo de la trama: es el drama de la tierra, representada por esos árboles centenarios de las heredades agrícolas, en donde las ramas cobijan pájaros y flores, y frutos, con sombra para los que se acercan, siempre en ansia vertical de alcanzar aire y cielo, pero luego helados y rotos por inviernos y vendavales, ennegrecido por noches y borrascas, por fin derrumbados en muerte. Navarro desarrolló, en cambio, este argumento como una comedia cualquiera y sólo al final puso hincapié en la raíz conceptual. De ahí que la cinta sea casi siempre lenta, con escenas teatrales, que no llegan a penetrar en el interés completo del público. Distinto habría sido si se hubiera dedicado a espesar más los detalles de simbolismo, con lo cual habría conseguido mayor abudancia de matices plásticos y fotográficos. Pero, a pesar de este olvido, vemos a Navarro a un cineasta en quien puede confiarse, que merece respeto y plauso, que es limpio de intenciòn y ejecuciones y que, aun cuando luce una ténica un tanto antogua, conoce su oficio y lo realiza con con corrección. La interpretación está falta de movimiento, por el corte y el ritmo de la cinta. No logró Navarro-o no quiso-sacar un partido más dinámico de los diversos papeles. En ellos, todos cumplen una labor bien encuadrada a sus tipos: Barrenechea, sobrio; Vargas, teatral; Onetto y Grez, parejos; Eglantina Sour, discreta; Andrea Ferrer fuera del personaje; Luis Botto, a veces exagerada; Rodolfo Martínez, el más posesionado de su rol; Jorge Quevedo, acertado. La Fotografía, bien en general, con algunos aciertos dignos de encomio, aunque está más hecha para acompañar la cinta que para expresarla.

En total: un intento honesto y capaz de mejores realizaciones.