Estímulo a la Cinematografía Nacional

Hay una frase que anda en boca de todos nuestros «cinéfilos» y que para los que conocen nuestro ambiente fílmico se ha convertido en un axioma. Es la siguiente: El cine chileno está en marcha.

Es una frase muy simpática, suena bien al oído y hasta se diría que tiene cierto ritmo atrayente. Pero analicemos su significado y veremos que la cosa cambia de aspecto.

En primer término forzoso es confesar que todo lo que hay referente a la industria cinematográficac en Chile se debe única y exclusivamente al esfuerzo duro y desalentador que han tenido que realizar empresas privadas, pues sólo hace unas pocas semanas que el Gobierno concedió rango de sociedad anónima a la Chile Sono Film. El lector se podrá imaginar lo que ha significado para los particulares empezar a sacar del nirvana más absoluto en esta materia, toda una industria cinematográfica sin ninguna ayuda oficial. Porque para nadie es un secreto que la ayuda oficial no es más que un mito en lo que respecto a películas nacionales.

No nos cabe la menor duda de que la cinematografía chilena se podrá mantener como cualquier otra industria: de sus entradas. Pero eso será para cuando las cintas nacionales dejen los pañales.

Actualmente los estudios locales nos producen la impresión de niños que recién comienzan a andar: saben dar pasos, se pueden dirigir donde les plazca, pero en cualquier momento están bajo el peligro de que la inseguridad y el temor les produzcan una caída. Para disipar esas inseguridades y esos temores deben tener el aliciente de una voz alentadora y hasta de una mano conductora. En el caso de nuestro estudios, esta voz y esa mano deben estar constituídas por una hábil intervención de las autoridades gubernamentales.

Decíamos que el cine nacional podrá mantenerse con sus propias entradas. Lo más probable en este caso es que el público va a responder unas veces por curiosidad, otras por snobismo y hasta por simple patriotismo. Con esto vendrá el progreso material, aumentará la cantidad de películas, pero… ¿Y la calidad? ¿quién nos asegura que los productores, sumidos en su afán de hacer marchar la industria económicamente, no la descuidarán cualitativamente? Aquí está el peligro, porque el público puede ser patriota, pero no será patriotero, y en cuanto vea que se pretende presentarle producciones descuidadas artísticamente, por muy chilenas que ésas sean, les volverá la espalda y adiós cine nacional.

Es este uno de los papeles que las entidades oficiales deberán desempeñar en nuestra incipiente industria peliculera: velar por la buena calidad de sus producciones, tratar de elevar su nivel artístico, y eso lo podrá hacer sólo estableciendo estímulos.

Nosotros vamos a proponer uno.

Las películas chilenas, como tales, estarán exentas de impuesto fiscal en el territorio nacional. Considerado el caso desde el punto de vista del público, se observa que a éste no le extrañará ni le significará nada seguir pagando un 10% a que está acostumbrado. Pues bien, vamos a sugerir, con la seguridad de que esto no ha de significar un sacrificio para los productores, que ese impuesto lo siga percibiendo el Fisco y que con su producto se cree un premio anual a la mejor película chilena y, si los medios lo permiten, premiar también al mejor estudio, artistas o director.

En Europa, Estados Unidos y Argentina hace mucho tiempo que se realizan con un considerable éxito, operaciones como la que proponemos. Basados en datos oficiales, estamos seguros de que la aplicación de ésas en nuestro medio no será una pérdida para nadie y si una ganancia para muchos y, muy especialmente, para la industria cinematográfica chilena en general.