Entrevista a Raúl Ruiz (1971)
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Quisiera que me hablaras sobre la manera como el actual gobierno enfoca el problema de la TV, que es un medio, dado el desarrollo que puede tener en Chile, tiene una importancia tan grande o mayor que el cine.

Política clara no la hay, y todo el mundo lo reconoce. Se dice «debíamos tener en claro una política de medios de comunicación antes que nada», pero es una gran falla nuestra, pues se sigue diciendo. Hay tantas políticas como canales y tantas tendencias como canales, que están sujetos todavía a una serie de compromisos nacionales e internacionales desde el punto de vista comercial, así es que se está procediendo con ellos tan cautelosamente como con la nacionalización de los bancos, y todo lo que se está haciendo en Chile. Lo que sí hay interés es por formar gente con conciencia de los que significa trabajar en cine o trabajar en TV, así que estamos en una etapa muy elemental. Creo que los talleres cinematográficos obreros y campesinos van a definir una situación respecto a la TV, porque en última instancia es la TV la que se va a tener que tomar todas esas inquietudes y no el cine. Ya están comenzando a llegar los equipos livianos de video-tapes, con lo que supongo que se agudizará mucho más la presión de los obreros que obligará a un cambio en las directivas, que no es que estén en contra ni a favor, sino que mantienen una disposición de echar a andar adelante el aparato que todavía aparece como un poco complicado, tratan de hacerlo lo mejor posible y acogiendo toda idea nueva, pero sin una visión realmente orgánica y eso un poco por culpa de nosotros, pero es que hay que empezar por algún lado.

Al principio de la Revolución Cubana surgen dos líneas muy definidas respecto al despegue del cine cubano, una de ellas la documental, acompañar constantemente el desarrollo de la Revolución y de sus hechos más importantes, limitándose a testimoniar y a mantener al cine presente, el otro sería el camino de la ficción. Como parte del primero se crea un nuevo canal de información popular que son los noticieros, que abarcan gran parte de la actividad de Santiago Álvarez, como es sabido. ¿Está ocurriendo algo parecido en este renglón de Chile?

Claro, todo el trabajo directamente centrado en Chile Films se mueve en el plano del noticiero. Pero respecto a esto sí prefiero ser claramente crítico: ellos se limitan a copiar las fórmulas de Santiago Álvarez a la realidad chilena, desconociendo todas las diferencias, ya no sólo de temperamento, sino de momento político. No estamos aún en el momento de la toma del poder, como todos sabemos, sino en el previo. Pero los compañeros se dedican a presuponer una cierta euforia que no existe, una serie de posiciones ganadas que generalmente no lo están y, concretamente, al crear todo este conjunto de llamados informes, crean una especie de epifenómenos que, en última instancia, es peligroso porque más que nada anula la capacidad revolucionaria de los sectores medios progresistas y por otro lado enardece a los sectores de tendencia reaccionaria. Soy muy crítico respecto a lo que se está haciendo.

Respecto al documental hay una voluntad de plantearse una tarea a hacer, pero está claro que hasta este momento nuestro proceso no es heroico, es decir, lo es en un sentido profundo, pero no en el plano exterior y no hay batallas ganadas a balazos, etc… Ha sido un proceso muy largo que hay que desentrañar y reinterpretar de manera que nuestro documental en sus elementos exteriores tiene que ser también muy diferente. Lo que creo es que se nos da la posibilidad de anular definitivamente esta diferencia entre lo documental y lo argumental o de ficción, integrándolas en torno a esa capacidad de la cámara de indagar en sectores de la realidad y simultáneamente registrarlos e interpretarlos, darles contenido ideológico. Esto implicaría automáticamente la anulación de toda diferencia de géneros y plantearse una actividad en la que difícilmente se distinguiría el campo político del estético, que son una sola cosa, y es realmente así.

Toda esta conversación me conduciría a una posición de gran expectativa. No sé si estás de acuerdo, pero creo que el cine chileno vive actualmente una nueva etapa en la cual hay todavía una serie de cosas que están por hacer y se trata de que este hacer esté preparado tanto en el plano teórico como en el práctico para convertirlo en un hacer útil, efectivo para la Revolución.

Justamente al estar trabajando en crear las condiciones nuestras para la militancia y en impedir cualquier tipo de alejamiento del proceso revolucionario, lo que suele producirse en los intelectuales, implica al mismo tiempo y necesariamente desencadenar un proceso de revolución cultural e implica, por lo tanto, previamente estar preparados para encauzarlo dentro del contexto chileno y evitar todo terrorismo cultural y la diversificación de tendencias que en un momento en que se amplían las posibilidades de expresión de las masas, naturalmente se produce y evitar el exceso de un empleo de esfuerzo en demasiadas direcciones, que es lo que acertadamente nos critican los compañeros comunistas. Pero creo que todo este proceso vale enormemente el esfuerzo.

París, Julio 1971.

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*Transcrito por Pablo Molina Guerrero

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