“El primer año” rico anecdotario fílmico
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Ante un público casi exclusivamente masculino que aplaude las apariciones del Presidente Allende, se exhibe en el Teatro Pacífico –al que le faltan cerca de diez filas de butacas- la película “El Primer Año”, dirigida por Patricio Guzmán y producida por la Escuela de Artes de la Comunicación de la Universidad Católica.

La cámara, a ratos tan ágil que baila enloquecida hasta marear al estómago más firme, se pasea por el elástico año que abarca desde el 5 de septiembre de 1970 hasta el 3 de diciembre de 1971, día de la “marcha de las cacerolas”.

El enfoque tipo “reportaje”, con entrevistas y documentos fílmicos, usa el contraste y el ridículo, sabiamente administrados, para tratar aspectos que merecen mayor seriedad. Así, el público ríe a mandíbula batiente ante las escenas de la elección municipal de 1971, ante el Congreso Pleno aprobando la Reforma Constitucional de la Nacionalización del Cobre y la escena en que voces leen un trozo de la lección de historia sobre el Combate Naval de Iquique. En estos casos, el ritmo de la película se acelera y adopta los caracteres de una película muda del año veinte, provocando la risa de los espectadores.

Llama la atención que comienza el film con una cita de Fidel Castro, que hay gran cantidad de tomas donde aparece la efigie del líder cubano (la camiseta del acordeonista en la fiesta de los mapuches), hasta que por fin se prolonga el período que cubre la película hasta la visita de Castro a Chile. Aquí la cámara se torna beata para contemplar a Fidel, lo sigue en distintas poses y lugares y hasta opaca la figura del Presidente Allende. Si se toma el tiempo, Castro habla más largo que Allende a lo largo de toda a película. ¿Curioso, verdad?

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Entre lo raro: un mapuche dice “nosotros somos los verdaderos chilenos”, como si los espectadores del film no lo fuéramos. Otro sostiene que los españoles los consideraban diablos y no seres humanos. Y por fin, cuando otro aún agrega que la gran conquista del gobierno de Allende es que los niños tengan almuerzo en el colegio, como si la Junta de Auxilio Escolar y Becas, no existiera hace ya bastante años. Notable es también la intervención del minero del carbón quien asegura que la nacionalización de Lota y Schwager es “puras comodidades” para ellos.

Pero lo más impactante es la entrevista que se hace con ocasión de la nacionalización del cobre a un personaje anónimo, de quien debió decirse el nombre para grabarlo en la historia. Según este “experto” la nacionalización del cobre debió hacerse “en la época de Bernardo O’Higgins”. Y agregó que ella importaba “nuevas divisas económicas para la Contraloría General de la República”…

Entre las frases para el bronce están principalmente las del ex ministro Pedro Vuskovic, quien explica la intervención de Yarur diciendo que se trata de mejorar las condiciones del abastecimiento textil, y la del ministro José Tohá, cuando era del Interior, con ocasión del asesinato de Edmundo Pérez Zujovic, al asegurar en el Senado que los posibles culpables no podían tener “ni la más remota relación” con la Unidad Popular ni el Gobierno de Allende.

La película filmada con  un exagerado criterio proselitista se limita a un repaso, muchas veces anecdótico, de acontecimientos o anuncios (como el del Ministerio del Mar, al que se dedican elogiosas frases) sin ahondar en la  realidad chilena, muchísimo más rica que este “poster” fílmico hecho con recursos de la Universidad Católica.

Fuera de la transparencia de la intención, de esta película sólo queda la reflexión de que si los chilenos somos protagonistas de ese “Primer Año”, -como dice la propaganda-, hay que exigir a Guzmán que entregue el resto, porque en esa hora y media aparece mucho Fidel y poco Allende. Y, por favor, señor Guzmán, la Escuela Militar ha desfilado siempre en la Parada Militar con la marcha Radezky y no con la de la Escuela de Aviación…