El desafío de Helvio Soto
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Helvio Soto se planteó LUNES 1° DOMINGO 7, como un desafío cinematográfico. Quería demostrar y demostrarse a sí mismo, que se podía hacer una película ágil, bien estructurada, con diálogos adecuados, una fotografía creadora, un doblaje correcto, un montaje que diera el ritmo necesario y con una actuación menos “teatralizada” y más de acuerdo al séptimo arte. Y hay que decir que lo logró.

La historia de su comedia es tan trascendente como el nacimiento del amor entre dos jóvenes estudiantes, con todas sus alegrías y pequeñas tragicomedias. Domina en el film el optimismo y un sano humorismo no exento de pintura de costumbres, muy contemporáneo. Los jóvenes de Helvio Soto son los corrientes, estudian en la Universidad, viven en residenciales, tienen que estudiar para las pruebas, sufren problemas “existenciales”, conocen y hablan de las contradicciones sociales, sienten el lógico llamado del sexo, etc. Son normales y quizás en ello reside el mérito de Helvio Soto. Haber realizado una película – que creemos merece realmente llevar ese título –, con elementos no rebuscados y tomando una anécdota fácil de encontrar. Con la cual un joven se puede identificar.

Notable resulta en LUNES 1° DOMINGO 7, la actuación de los protagonistas, Patricia Guzmány Jorge Guerra, quienes dan frescura a sus personajes, transmitiendo al público sus emociones. El humorismo, sonrisas y carcajadas francas, que se desprenden de su diálogo o de sus acciones no es forzado y resulta fluido. Lo importante es que ambos no son figuras destacables por su atracción taquillera o su “hermosura”. Simplemente, son actores que aprendieron a trabajar ante las cámaras.

El aspecto técnico demostró un evidente mejoramiento, si se compara LUNES 1° DOMINGO 7 con el resto de las producciones nacionales que hemos visto, Fernando Bellet es el responsable de la fotografía, que en blanco y negro logra sugerencias poéticas de gran hermosura. Hay secuencias realmente emocionantes, como la del Funicular y la final, con el encuentro en el Parque. El montaje de Carlos Piaggio tiene el valor de corresponder a al orientación de la dirección del film, al dar un ritmo ágil al desarrollo de la historia a través de una acertada elección de cuadros y secuencias. El sonido, por fin, es parte integrada al film, teniendo la intensidad precisada en diálogos, música incidental y sonidos ambientales. Los laureles son para Gonzalo Salvo.

Carlos González y Roberto Lecaros, dos músicos de distinta orientación y formación, son los responsables de la música incidental, de bastante calidad.

Pero, sin duda, quien es el responsable de la totalidad de estos aspectos positivos es Helvio Soto, cineasta cuyas anteriores producciones adolecieron de determinadas fallas técnicas, pero que en todo caso evidenciaban una potencialidad creadora. Soto, suficientemente autocrítico, estudió y trabajó mucho para dar solución a los aspectos conflictivos y junto con los técnicos logró los resultados que están a la vista. Especialmente importante es el haber demostrado la posibilidad de hacer una buena película.

Forma y contenido son dos aspectos inseparables de una obra artística. En este caso, hay un aspecto formal correctamente elaborado y un contenido argumental simple, pero de un gran valor poético. Incluso hay un mensaje de autenticidad que se expresa como resultado total del film. Eso se expresa en un aspecto externo como el vestuario de Patricia, al conocer a Jorge y al volverse a encontrar en el “happy end”.

Esperamos, con cierta seguridad, que Helvio Soto demostrada ahora la posibilidad de hacer un buen film, utilice los recursos adquiridos para llegar a contenidos de mayor complejidad social, en los cuales él ya ha incursionado y con los cuales, en cierto modo, se ha comprometido.

El desafío que Helvio Soto resolvió positivamente, es ahora también un desafío para el resto de los cinematografistas nacionales.