Doble de Riesgo. Entrevista con Carlos Flores del Pino
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Jurado de la Selección Oficial Argentina, Carlos Flores Delpino posee una obra gigante en su Chile natal. Pero como vengadores anónimos que somos, quedamos fascinados por su cosecha 75, El Charles Bronson chileno (o idénticamente igual). Una película gigante, una comedia sociológica que posee el doble de acción, de demencia, de inteligencia, de absurdo que cualquier otro Charles Bronson que se les ocurra.

En el Bafici se muestran tus viejos trabajos documentales, que sorprenden por su capacidad de comprimir. En El Charles Bronson chileno mostrás, desde una anécdota extraña (una persona que en los setenta busca la fama debido a ningún otro talento que su parecido con Charles Bronson), los problemas de un país.

El Charles Bronson chileno es producto de la intuición más que de la intención. Una tarde de sábado de 1978, Fenelón Guajardo López irrumpió en mi Westinghouse de 16 pulgadas blanco y negro como el chileno más parecido a Charles Bronson. Este personaje un poco ridículo, un poco odioso y muchas veces querible me iluminó. Me di cuenta de que yo también tenía algo de él. Algo de nuestro mundo chileno se escorzaba en su saludo al público, en su emoción, en su
paseo ante las cámaras. Si hago un documental sobre el Charles Bronson chileno, personaje que es importante solamente porque se parece a otro, voy a descubrir elementos estructurales de este país que, como él, logra ser importante cuando se parece a otro país.

¿Entonces eras consciente de que la película estaba convirtiéndose en algo mucho más grande que esa mera y ridícula anécdota?

La película empezó a convertirse en una metáfora del país. Estaba metiendo mi mundo en un pedazo de materia. Así, pensando con las manos, me fui dando cuenta de que el Charles Bronson chileno representa el drama de una sociedad que no puede encontrarse con sus propias habilidades y deseos, y que, cansada de buscar una identidad que le permita vivir con alegría, prefiere tomar otra ya hecha. Me di cuenta de que, en el fondo, todos somos el Charles Bronson chileno.

Descomedidos y chascones (1972) fue filmada un año antes que Palomita blanca, y ambas son un retrato de la juventud chilena pre-golpe. Es una película muy vital. ¿Qué creés que cambió el documental en el cine de Chile a partir del gobierno de Pinochet?

Al revisar ahora, treinta y cinco años después, los documentales hechos durante el gobierno de Salvador Allende se hace posible entender algo que sus protagonistas no pudieron percibir mientras filmaban: su conmovedora esperanza en el futuro y la más plena e ingenua confianza en el avance positivo de la Historia. Lo que pasó después, en el cine chileno post Pinochet, por lo menos en el que se hizo a partir del 73, es la pérdida de la certidumbre y la irrupción de la subjetividad. La duda respecto de si el futuro sería efectivamente nuestro.

Como director de la carrera de cine de la Universidad de Chile, ¿cómo ves el futuro del cine chileno?

Yo veo con optimismo lo que está pasando en el cine en Chile. Con la creación de las escuelas de cine, la aparición de los fondos concursables, la aprobación de la Ley de Cine y la consolidación del video digital, surgió en estos últimos diez años, de manera paralela y antagónica al cine alegórico y simbólico de la generación adulta, una nueva generación de cineastas. Son autores descreídos, relajados, juguetones y muy activos que saben que es necesario darse las condiciones para repetir la experiencia de filmar y, de este modo, poder
ganar en verdad y en acercamiento a la difícil y necesaria realidad.

Lo que muestra El Charles Bronson chileno sigue existiendo: la cultura popular como lugar donde crear una identidad, por más pronta fecha de vencimiento que ésta posea.

Cuando se agota la posibilidad de encontrar una identidad o, lo que es lo mismo, cuando nos damos cuenta de que eso que somos −o podríamos ser− no sirve para mucho, porque vivimos en un mundo donde para ser alguien es necesario parecerse al modelo propuesto por los medios de comunicación, surge la necesidad de ser otro. A 25 años de El Charles Bronson chileno creo que todo sigue casi igual. Seguimos siendo teledirigidos pero con salidas laterales importantes: aumentan las posibilidades de que los espectadores se transformen en autores. Como dijo Jorge Semprún: “Todo fue equivocado pero nada fue inútil”.