Cuando el estómago derrumba al espíritu
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La historia es simple. Mario Godoy quezada, el único investigador e historiador del cine chileno, autor del libro “Historia del cine chileno” (1902-1966), ganador del concurso CRAV en la Radio Minería en 1964, está en la calle.

Sucede con frecuencia en Chile. Hay pianistas clásicos famosos que viven arruinados e ignorados. Hay escritores de primera línea que tienen que hacer milagros para comer. Hay pintores de talento que deben vivir, punto menos, como indigentes. La Diosa Fortuna es sumamente esquiva con los que nacieron con talento para el arte. El caso de Mario Godoy, chileno, casado, de 39 años, es doloroso pero desgraciadamente no es el único.

Un aviso de un matutino de Santiago anunció que Mario Godoy vende, en tres mil escudos, su Exposición Fotográfica sobre el cine chileno mudo. Los afiches y fotografías las reunió con esfuerzo y cariño a lo largo de muchos años. El documento, un trozo de la historia nacional, fue acumulado con cariño y privaciones. Sin embargo, con todo lo que representan y significa para su autor, llegó la hora en que el estómago se impone al espíritu. En un gesto final y que no necesita muchos adjetivos vende más de 50 joyas que hablan de nuestro pasado en el séptimo arte.

Cuando conversamos con Godoy y sin mediar palabras o explicaciones nos da cuenta de su drama. Nos acordamos de otros dramas. La historia se repite. Van Gogh vendía sus telas por un plato de comida. Balzac escribió sus obras magistrales para calmar la sed de billetes de sus acreedores. Guardando las proporciones nos encontramos ahora ante un caso similar.

MUNDO MAGICO

Charlar con Godoy, en la pieza que ocupa en Huérfanos 2453, es entrar sin mayores trámites, a un mundo mágico. El viejo cine chileno surge a través de anécdotas y recuerdos. Todas las grandezas y miserias de una época de torbellinos, asoman, con los nombres de Coke, Pedro Sienna, Nicanor de la Sotta.

Aparecen como fantasmas trozos de vidas inconclusas, mujeres elegantes, dramas inesperados, personajes de tongo y levita, empresas que nacieron y murieron en menos que canta un gallo, planes fallidos, ilusiones truncas.

Entre miles de anécdotas anotamos una: el camarógrafo Gustavo Bussenius fue uno de los mártires de los tiempos heroicos del cine nacional. Lo mataron mientras filmaba un incendio de una bomba bencinera. Estaba haciendo un noticiario. Una bala loca lo tumbó en las escalinatas del monumento a San Martín, en Alameda. Era el 4 de junio de 1932 y el país se estremecía. Ante el drama político; caía el Presidente Montero.

Mario Godoy advierte con pena que tendrá que desprenderse de su preciada colección.

– Me gustaría que quedara en buenas manos –dice–.

La reunió durante añós, comprando los afiches, consiguiendo las fotos a los familiares, y protagonistas de las 170 películas que se han hecho en nuestro país.

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MUCHOS PROYECTOS

Cierto que esta aguda situación en que se debate el investigador no le mata las esperanzas. Piensa hacer otros libros. Sueña con filmar su propia película. Quiere contar sus experiencias de chileno corajudo, sufrido y caminado.

La vida no la ha sido grata a Mario Godoy. De cuna humilde se empinó con esfuerzo en su trabajo, vinculado a la industria panadera. Se dio maña y tiempo para darse por entero a su pasión: el estudio del cine. La única vez que le reconocieron algo fue cuando lo llamó la Universidad de Chile. Lo contrató la Cineteca para que diera forma a un archivo del cine nacional como parte del que mantiene esta entidad sobre el cine mundial. Cuando coronó su tarea lo llamaron, le agradecieron y le dijeron “mucho gusto de saludarlo”.

SIN REPROCHE

En la voz de Godoy no hay ningún asomo de reproche. Sin duda las circunstancias le han sido adversas. Para él es un pecado público tener ilusiones.

Ojalá una ayuda concreta y le ofrezcan el puesto que se merece. Y que también nadie le compre su exposición. Por ningún dinero del mundo nadie tiene derecho a tenerla. Solamente él debe atesorar estos documentos.

Sin embargo, el estómago, el frío, y la miseria son más reales y poderosas. Golpean con mucha más frecuencia a los inocentes.