Crítica: Ya no basta con rezar, de Aldo Francia
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La cámara-ojo va por los cerros de Valparaíso, siempre descubriéndonos el mar, ese mar que Aldo Francia no nos dejó ver en Valparaíso Mi Amor, porque el cerco tendido contra Mario era muy estrecho y el mar hubiera sido la liberación. Esta vez lo vemos limpio, con una cámara que nos lo va mostrando, como asustada de descubrir tanta belleza liberada. Dura poco. La aparición  del cerro, otra vez nos recuerda el cerco tenido contra Mario. Una iglesia y otra y otra hacen lo demás; otra vez el cerco.  Esta vez el cerro inhóspito se une al repicar de campanas que anuncian la  muerte. ¿La muerte de una Iglesia Vieja? Tal vez. Porque el coro de mujeres enlutadas y el rito solemne del sacerdote lo señalan. Un joven está diciendo los responsos fúnebres a un hombre viejo.

Pero la vida no se detiene en una muerte, por lo menos en el mundo cinematográfico de Aldo Francia. Al cerco cerrado de la familia de Mario en Valparaíso Mi Amor, se anuncia la venida de un niño. El niño que en Valparaíso Mi Amor roba en casa de los ricos, ahora «lanza la primera piedra». Ese gesto de «lanzar la pedrada» contra «la pro­piedad privada» es el santo y la seña de que estamos ante una película que nos indita un conflicto.

El conflicto está en Jaime, cura joven, sin parentescos literarios con los curas de Bernanos o Graham Greene o Pérez Galdós, lo que significa en cine, sin hermanos que se llaman curas de Buñuel o Bresson.  Es un conflicto consigo mismo y con su Iglesia en el terreno social, en el moderno entendimiento entre cristianos y marxistas. Aldo Francia ha querido que su personaje sea «otro cristo». Pero este Cristo no será inmolado. Por lo menos su inmolación no la verá el público. Quedará tras la imagen. No será el Cristo de la noche de Jetzemaní en que se pedía rezad para no caer en tentación. Este cura-cristo pisa otro huerto. Ese que le dice que está pisando «terreno enemigo de sus hermanos de clase» y ante el cual hay que ser sencillo como paloma y astuto como serpiente. El título de la película por lo demás es claro: Ya No Basta Con Rezar. No es Jetzemaní. Es el Templo de los Sacerdotes que han hecho del Templo del Padre una cueva de ladrones. Que no nos asusten los términos. En esta obra de Aldo Francia, la Iglesia aparece comprometida con los ricos. Si un átomo de cristianismo hay, este cristianismo es nada más  que paternalista. No hay denuncias contra un orden que se hace cada vez más insoportable para el pobre. Mientras hay hambre, miseria un cerros, el cura lee una pastoral del Obispo en que se refiere al uso de un traje de baño. El obispo, por su parte, en una entrevista con el cura Jaime, lee una encíclica de León XIII (Rerum Novarum), mientras toma su té, servido como un señor. Estos hechos irán haciendo crisis en el espíritu joven del cura. Hasta ahora, Jaime, según lo ha visto de sus superiores, se limita a cooperar con los pobres en obras de caridad, llevando medicamentos y cheques de los ricos a las poblaciones. La crisis le lleva a pensar que la solución parcial no es la solución. En este punto los hechos se precipitan: viene la huelga, interviene la justicia a través de la fuerza pública y los mismos obreros apegados al patrón, a través de los rompehuelgas o matones. Este hecho violento, en el cual ha participado el mismo cura Jaime como víctima, le lleva a decidirse: estar junto a los pobres, junto al trabajador, pero aún sin violentarse contra la violencia. El «estar junto a los pobres» de este «nuevo cura Jaime», tiene otro sentido. Su voz es una voz más. Se ha perdido en la masa, ya no es individuo, es parte de una masa clamante que enfrenta «el orden establecido». Recién entonces, cuando la violencia llega, él responde con la violencia, «lanzando la primera piedra». En realidad se trata de «la primera piedra», porque el sonido que escuchamos es el mismo del comienzo del filme: el de la piedra lanzada por el niño contra un ventanal. Al comienzo del filme, ni el niño sabe explicar el porqué de esta pedrada. Ahora ya no habrá duda: el Vía Crucis de Jaime es el Vía Crucis de todos sus hermanos, los pobres. En Ya No Basta Con Rezar el Vía Crucis está presente. Están presentes todos los personajes del Viernes Santo. No falta ninguno. Mientras avanza la crisis espiritual de Jaime, los hechos de la vida de Cristo se hacen presentes. En el momento en que Jaime enfrenta al cura también joven corno él, pero que se limita a “ayudar”, se escucha el grito del pueblo en su rito popular de la quemazón de Judas. Este grito va sobre la imagen del cura paternalista, antes que veamos el monigote ardiendo. Cuando en la parroquia se hace un remedo de la Pasión de Cristo, en el momento en que Pilatos se lava las manos, junto a Cristo coronado de espinas, vemos al cura párroco también junto a Pilatos, como en un acto de complicidad. Jaime pasa en medio de la Iglesia “y no es descubierto». Este «Cristo-espía» es descubierto «sólo por sus her­manos», en el momento en que se va a vivir en la Iglesia de los Pobres. Allí le descubre uno de los «fieles»: «¿Eres carpintero?», le pregunta. No hay respuesta, porque sería obvia. Pero vemos al joven cura con la cruz a cuestas plantándola en la tierra. Los símbolos de la Pasión continúan. Es a pleno día, en una calle en subida, como ascendiendo el monte de la Calavera, Jaime «cae». Es golpeado, herido casi de muerte. Una muchacha (¿Verónica?) le atiende. Ha sido herido en el rostro. Es la noche (porque esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas) y se le ha pedido a «Cristo de Palo» que vigile, mientras se pegan carteles. Pero «Cristo de Palo» no cumple su función. La aparición de los policías en medio de la noche recuerda la aparición de los soldados de Caifás. Y es prendido en la noche, arrastrado hasta la Justicia, encerrado en una celda, porque esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas. En la caleta de pescadores, donde Jaime-Cristo habla, no son más de doce los que le escuchan.

Para narrar esta historia ocurrida en  Chile «hace algunos años», Aldo Francia ha abandonado el estilo «toma secuencia» utilizado en Valparaíso Mi Amor. La razón es aceptable. Su primera obra acosaba a sus personajes en medio de una «cámara envolvente»  con lo  que lograba el vértigo en la puesta en imágenes. Ya No Basta Con Rezar es la toma breve, el contrapunto visual y sonoro en el estilo más cercano al noticiero dándoles, de esta  manera, la cercanía a la realidad más absoluta a los hechos.  Este «hecho noticioso» impide penetrar más en los personajes. Los coloquios que nos hubieran permitido acercarnos al «pensamiento» de sacerdotes, dirigentes sindicales, burgueses y niños, están en la acción. Parece ser todo buscado, premeditado. Se dice lo preciso y se pasa  a otra  escena. La posición católico-marxista queda reducida a un brevísimo diálogo entre los dos curas jóvenes: «Con esto se le hace el juego a los comunistas».  «¿Y tú, de qué lado estás?».

En esta escena, Aldo Francia recurre al «picado». Los dos curas están en un momento crucial, mientras,  al fondo, el mar está enfurecido. Para lograr esto, la cámara «ha descendido» hasta los dos curas. Es el momento de la ubicación de ambos en medio de este conflicto.

En esta obra, Aldo Francia no abandona a sus maestros. Cierto aire viscontiniano rodea las secuencias en casa de los ricos, a la vez que Eisenstein está presente en toda la «planificación» del enfrentamiento pueblo-soldados de la secuencia final. Sin embargo, los momentos más notables de la película no están allí. Están al comienzo de la obra, aun antes que veamos los créditos. Cuando la cámara-ojo nos va mostrando la bahía de Valparaíso desde ángulos inéditos, ni siquiera descubiertos por el maestro Ivens.

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El carácter documental de la presencia de Aldo Francia en el cine chileno adquiere toda su fuerza al demostrarnos los pobres de los cerros. En forma contenida, sin los desbordes a que nos tienen acostumbrados los documentalistas nacionales e incluso latinoamericanos en general, se nos hacen latentes todos los problemas sociales que justifican el enfrentamiento final.

El folklorismo, tan caro para quien conozca la filmografía de este director, no está ausente de Ya No Basta Con Rezar.

Los bailes de los «chicos” en el día de San Pedro, unidos a la bendición del mar, esa mezcla de religión y paganismo tan sudamericana, adquieren colorido y carácter dramático, a la vez que una contradicción, por cuanto, mientras los «creyentes» avan­zan en su rito por el mar, en tierra los obreros avanzan para enfrentar al orden establecido. La posición marxista del autor no puede ser más evidente: «la religión es el opio del pueblo», que los adormece. Pero entonces, Ya No Basta Con Rezar ¿es un filme marxista-comunista? Sería limitar la obra. No se trata de dejar el cristianismo y cambiarse a los «ideales marxistas». El cura es rechazado por la directiva sindical, no por sus «ideas cristianas», sino porque «este es un conflicto puramente gremial». Por su parte, el cura no desea polémicas doctrinarias, según queda claro en la visita que hace al sindicalista enfermo: «No he venido a hablar de dogmas». La obra de Aldo Francia no está contra la Iglesia, sino contra la esclerosis de la Iglesia. Es una denuncia a la no-actuación de lo que la Iglesia dice en sus documentos pontificios en que se ha condenado violentamente a la injusticia, el abuso de la propiedad privada, «el gasto de ostentación personal o nacional que son un escándalo intolerable v que estamos aquí para denunciar» (Populorum Progrcssio). Si de algo se puede acusar al director sería de ser blasfemo, pero no herético. Blasfemo y no herético era Graham Greene cuando denunciaba a los Obispos de Méjico de haber escondido las Encíclicas Sociales en las bodegas del Obispado y no darlas a conocer al pueblo. La misma acusación cae ahora en el seno de la Iglesia con esta obra. De no haber un cura Jaime en la película, de hecho la acusación de la obra habría sido un insulto. Por eso Ya No Basta Con Rezar lleva esta dedicatoria: «A mis amigos los cristianos, por ser cristianos». Y este «cristiano» significa mucho. A la muerte de la Iglesia Vieja (comienzo del filme) está el niño que lanza la piedra identificado con el cura Jaime en la toma final: Iglesia Nueva. Sin embargo, sobre esta imagen hay un hecho claro: el destino de este gesto es incierto. La imagen se congela, queda «petrificada». No está «el mar», como en la imagen final de Truffaut en Los 400 Golpes. El mar purificador, luego de los «créditos», adquiere en la película de Aldo Francia otro sentido. Se enfurece o bien se le ve «inmóvil», prisionero en un cuadro en la mansión de los ricos, en el momento en que se discute el pliego de peticiones. El mar no saldrá  de sus bordes al final de la película, al menos que para Aldo Francia el mar sea ahora «la masa pueblo» que avanza por las calles, uniéndose al «mar» que bendice el obispo, en esa mezcla de religiosidad y paganismo.

Ya No Basta Con Rezar es una obra importante dentro del cine nacional. Quizás las posibles «lagunas» se hayan dejado de manera premeditada, ya que no es obra que vaya a explicar «posiciones doctrinarias». Es una obra de la acción, donde los hechos se plantean y solucionan en la acción. El cura deja «el monasterio», abandona los libros sagrados y retorna al cristianismo primitivo: el pan repartido de mano en mano, el vino bebido por todos como en una gran cena pascual. Cristianismo de las catacumbas. Se sabe que los marxistas-comunistas son la base obrera porque los letreros de la marcha así lo indican y no porque canten la Internacional en el momento de la huelga (se canta la Canción Nacional). Pero también ahora, a las hoces y martillos se habrá agregado un cartel de los «cristianos de Puertas Negras», donde está la Iglesia Joven del Cura Jaime. Este entendimiento en la acción y no en el diálogo entre marxistas y cristianos, ¿se justifica, es profético? No. Aldo Francia pone en vigencia los deseos de ambos bandos. Por eso, todo incomodo en el espectador carece de sentido.

Citamos: Si un sacerdote viene a nosotros para entregarse a un trabajo político común y cumple concienzudamente con su tarea en el Partido, sin alzarse contra nuestro programa común, podemos admitirlo en nuestras filas, porque en esas condiciones la contradicción del espíritu y de los principios de nuestro programa con las convicciones religiosas del cura podría mantenerse como una contradicción propia de él, esto es, que le concierne personalmente (Lenin, 1909).

«Toda acción social implica una doctrina. El cristiano no puede admitir la que supone una filosofía materialista y atea, que no respeta ni la orientación de la vida hacia su fin último, ni la libertad ni la dignidad humanas. Pero con tal de que estos valores queden a salvo, un pluralismo de las organizaciones profesionales y sindicales es admisible, desde un cierto punto de vista es útil, si protege la libertad y provoca la emulación. Por eso rendimos un homenaje cordial a todos los que trabajan en el servicio desinteresado de sus hermanos» (Paulo VI, Populorum Progressio). Si Aldo Francia ha encontrado el «lenguaje» justo para narrar este conflicto humano de un hombre que es cura, hay que agregar que su obra es cromáticamente bella. En este punto hay que reconocer que Silvio Caiozzi está en un excelente momento de su carrera como director de fotografía. Sin tanto preciosismo como en Voto Más Fusil, logra un cromatismo  parejo y movimientos de cámara impecables e inolvidables (la comida en casa del rico, la entrevista de Jaime y el Obispo, los largos travellings laterales de las peleas callejeras).

Es en la dirección de actores donde la obra muestra sus grietas más profundas. Marcelo Romo no ha logrado transmitir el conflicto humano de Jaime. Parece ser que no entiende nada y su único puntal son los parlamentos (punto débil, por lo demás, de toda la película). Hay ciertos gestos propios del sacerdote ausentes en la interpretación de Marcelo Romo. Este hecho es grave en la realización, y la asesoría religiosa de lo que Guardini llamaría «el gesto de la liturgia» se hacía imprescindible. La no preparación del personaje, la marcación de de parte de la  dirección hacia el personaje clave de la obra son notorias y atentan contra toda la película. Hay dos excepciones: la actuación de Tennyson Ferrada, sobria, profundamente trabajada, y la de Navarrete. Navarrete es grato al espectador, siendo en el fondo el personaje que defiende intereses egoístas. Parece ser que esta vez el director escuchó  la voz de  Welles: «a los poderosos hay que darles las mejores armas para que se defiendan». Los demás personajes «pasan» por la vida del cura y sus momentos carecen de pasado. Por tanto, las actuaciones son  efímeras,  algunas mejores que otras, ninguna descollante. Ya No Basta Con Rezar es al católico lo que Voto Más Fusil es al comunista. Como tal está llamada a recibir criticas de algunos sectores dentro de la Iglesia que no aceptan cambiar las estructuras   conservadoras. Corre el mismo riesgo de Helvio Soto: el rechazo de los   intransigentes. Tal es el destino que le depara a Aldo Francia su segundo largometraje.