CONTROL DE ESTRENOS: “Casamiento por poder”
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En “Casamiento por Poder” se intenta la realización de una comedia de intriga en la cual sirve de protagonista un personaje cínico y no habitual pareja del amartelado galán y la tímida doncella. Basada en la suplantación de la personalidad con algunos ribetes aptos para ridiculizar al nuevo rico, la acción de la pieza se desplaza en algunos instantes a un plano similar a aquel en que discurrieron “El Angel Azul” y “Topaze”. No se trata de comparar. Aquéllas son creaciones enterizas, de grande envergadura dramática, y ésta queda, a pesar del carácter universal de sus observaciones, en un plano más bien modesto y local.

Fernando de Mastías, la primera figura de la película, conquista de inmediato la simpatía del público, por lo desenvuelto de su acción. Monologa largamente en multitud de escenas y, aunque lo que dice no es muy profundo ni excepcionalmente brillante, logra adueñarse de la atención del espectador, y es justo que así sea. Hombres del hampa, apot para la falsificación y el chantaje, su apodo, “Manos de Plata”, lo caracteriza cabalmente. Hay un amor en su vida, el que siente por una hijita a la cual quiere ver libre de la mala sombra que sigue a sus pasos, pero no es capaz de sobreponerse a las inclinaciones delictuosas ni menos a la asechanzas de la suerte.

Y lo grave es que la suplantación envuelve a su autor, lo arrastra a nuevas demasías y termina por envolver a la cinta entera de un desarrollo que acaso no estuvo en la mente de quienes la concibieron. Porque lo grave es también que la película se tiñe de un matiz inmoral al mostrar triunfante al engaño, al no castigar ninguno de los excesos que se han cometido contra la candidez del ambiente formado por los personajes de segundo plano. Y al embadurnar, inclusive, la tierna niñez del nieto del autor de tanta fechoría. Es el más serio reproche que cabe hacer a esta cinta, digna de su realización y por el ingenio con que se enlazan los acontecimientos, de haber tenido un argumento más ejemplarizador, o, por lo menos, más sano.

En los papeles secundarios ocupan sitios de alguna categoría: Alejandro Lira, justo y prudente; Esther Soré, atractiva en muchas escenas, pero un poco rígida en sus actitudes; Plácido Martín, pomposo y tribunicio; Caicedo, con pocos momentos felices; Cora Díaz, brillante en algunas escenas y exagerada en otras; Sallorenzo hace reír, aunque su actuación es menos graciosa que en películas anteriores; Jorge Reynó, Marilú Zol, Anita Beltrán, Emma Escobar, tienen papeles episódicos en los cuales no alcanzan a lucir condiciones interpretativas precisas. El reparto, como se ve, es homogéneo, pero no en el sentido de excelsa calidad, sino más bien de gris medianía.

La dirección de José Bohr no sobrepasa grandemente esa medianía. Llama, en efecto, la atención el hecho de que director tan experto, fogueado en todas las lides del arte, y dotado, sin duda, de vigoroso temperamento, haya perdido algunas oportunidades, que sin duda eran propicias, para suscitar la hilaridad del espectador y para restar monotonía al diálogo y a la secuencia de las escenas. Se luce grandemente, por ejemplo, a través de la dirección de Bohr a Fernando de Mastías, cuando declama sobre su irregular conducta, pero no se brindan oportunidades semejantes a otros de los intérpretes. Se concebiría avasallar en ese grado la escena a un carácter vigoroso, pero no inmoral. No se concibe semejante avasallamiento en beneficio de un pillo afortunado.

EN RESUMEN: Es una cinta ingeniosa, pero sin golpes de comicidad efectista. Lamentamos, como ya hemos dicho, que la gracia del tema esté al servicio de una idea cínica, sin que haya una pizca de nobleza que la redima. Es de esperar que el autor del argumento, Fernando Jiménez de Cisneros, emplee en una próxima producción un talento vivaz y rico en recursos, para darnos una cinta que enaltezca nuestra producción nacional, llevándola por ese camino de progreso y dignidad que todos esperamos.