El excedido debut que significó ser Mujeres Infieles, sobretodo en cuanto a una historia tan ajena como exagerada en factura, algo le sirvió al director chileno Rodrigo Ortúzar. Más calibrado visualmente y con un mejor control dramático, instala ahora la historia una disfuncional familia chileno-mexicana vacacionando en unas paradisíacas playas mexicanas.
Es ahí donde todos los conflictos, los de cada uno, explotan: el del matrimonio en crisis, el de una hija separada y confundida, el de la otra carente de afectos y opaca de sentimientos, y el de un adolescente que basa todas sus relaciones afectivas en Internet o a través de fotografías que saca sin parar. Y para escenificar tales claroscuros llega la noticia que un huracán arrasará la zona. La metáfora del filme.
Es por esa simpleza conceptual por donde navega el filme siempre, por el camino de las emociones fáciles, bordeando el efectismo típico de un telefilme, pero ello se equilibra, sobretodo, gracias a una mejor mano en cuanto a la puesta en escena y a la fotografía de Juan Carlos Bustamante. Es este factor la gran diferencia con el aciago debut de Ortúzar, ya que esta vez las imágenes están trabajadas de forma sobria y con más justeza en cuanto a enmarcar a los personajes y sus conflictos de forma coherente con el gran paisaje que los rodea y sin escamotear en efectismos técnicos innecesarios que la podrían haber hecho ver artificiosa, el gran pecado de Mujeres Infieles.
Así, esas justezas logran componer escenas efectivas emocionalmente (sobretodo las del padre confuso frente a un furibundo mar) que ayudan a configurar mejor las densidades de cada personaje. Densidades que en todo caso jamás llegan al extremo de instalar alguna real reflexión moral o social, pues el guión se preocupa de no hacer identificaciones de clase, ni de hacerlos chocar con el contexto que los acoge. Ortúzar entonces así no se quema y es sincero con el innegable afán comercial de su cine que opta por la sencillez, el estereotipo preciso, la consigna de buena crianza, en resumen, la facilidad dramática en pos de la universalidad. La que esta vez, al menos, resulta equilibrada y mucho más amable que en su debut.