“Alas de Mar”: Recuperando habitares
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En 2010 el realizador Hans Mulchi estrenó su documental Calafate, Zoologicos Humanos una película en donde daba cuenta de la historia de un grupo de habitantes de la Tierra del Fuego que en el siglo XIX fueron capturados y llevados a Europa para ser presentados como curiosidades de feria. La película se centró en la búsqueda de las osamentas de los aborígenes que nunca regresaron a Chile y la lucha de sus descendientes por traer de regreso sus restos para sepultarnos en sus tierras originarias.

El mismo realizador cuenta en Alas de Mar que la investigación que hizo para su anterior película lo llevó a ésta. Si la anterior impresionaba por la injusticia y brutalidad con que fueron tratados ese grupo de kawésqar, la presente se pregunta por el futuro de esta comunidad en un mundo en donde cada vez hay menos personas que recuerdan su cultura y hablan su lengua. 

En Alas de Mar  la narración acompaña a Celina Llán Llán -una de las últimas descendientes de los kawésqar – en un viaje junto a su madre, su hermano y su nieto en búsqueda de conocer los lugares originarios que habitaron sus antepasados. En este viaje les acompañarán dos antropólogos de la Universidad de Zurich que en sus conversaciones irán aportando con datos de contexto respecto al habitar de este pueblo en el pasado. De esta manera el espectador puede ir teniendo la información para empatizar con esta familia en el descubrir de las maneras y las geografías propias de los kawesqar y emocionarse con ellos frente a la inmensidad del paisaje que habitaron y las dificultades que, en esa época, les tocó vivir. Los paisajes del extremo sur de Chile se presentan de manera majestuosa, sin caer en la fotografía turística, sino como contexto de un relato de vida mucho más trascendente.

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Una de las cosas más atractivas del documental es que el autor explicita la dificultad de hablar de los otros con respeto y honestidad. Todo documental antropológico corre el riesgo de caer en el paternalismo o en presentar la subjetividad propia de toda construcción audiovisual como una realidad objetiva. Acá sabemos que vamos en un viaje que es al mismo tiempo personal y universal, que al mismo tiempo busca rescatar la memoria y hacerse preguntas sobre el futuro.

Y aunque en algunos momentos pudiese molestar el tono pedagógico que en ciertas escenas adquiere el documental o la repetición de algunos conclusiones políticamente correctas como la responsabilidad del hombre blanco moderno en la desaparición de estos otros hombres y su cultura o la decadencia del ecosistema en que vivieron, esos son temas que aún no tenemos resueltos y que -por obvio que parezcan- su exposición aún puede ser útil para llevarnos a reflexionar sobre nuestra responsabilidad en asegurar la permanencia de la diversidad ecológica y social de nuestro mundo.