Aunque falta la parta más llamativa, la preemisión, la edición 63 del Festival de Cannes se está acabando. Hace unos días que se ve menos actividad en los pasillos, que para decir la verdad en ningún momento estuvieron muy concurridos desde que empezó la muestra. Cuando saquen las estadísticas en la página web oficial, si pretenden que no hubo una baja en los asistentes, sea prensa o los profesionales que acudieron al Mercado del Cine, estarían mintiendo. Es cierto que en lo que se refiere a los negocios, se hacen en reuniones en lugares más discretos, y la prensa especializada que publica diariamente ediciones especiales durante el festival estuvo llena de anuncios de acuerdos, proyectos y cualquier cosa más. Hoy DIA, el más escueto cortometraje aparece con varios coproductores de diferentes países, para que decir de las superproducciones. Eso sí, estas mismas publicaciones que normalmente aparecían hasta la víspera de la clausura dejaron este ano de publicar un par de días antes.
En vísperas de la gran preemisión, las secciones paralelas y secundarias ya tienen sus ganadores. Tanto la Quincena de los Directores como la Semana de la Crítica premiaron a obras europeas (en el último caso la ya mencionada Armadillo desde Dinamarca). También la Cinefundacion, entre los 13 trabajos de graduación seleccionados desde las principales escuelas de cine del mundo, dio sus dos primeros lugares a un finlandés y un alemán respectivamente. El jurado Ecuménico premió De los Hombres y de los Dioses que cuenta la historia de unos monjes atrapados en una zona de Argelia sometida al radicalismo islámico, y el primer premio de FIPRESCI (Federación internacional de Críticos de Cine) la obtuvo otra cinta francesa, Tournée (“Gira”).
Una de las últimas películas proyectadas fue la esperada obra del ruso Nikita Mikhalkov, Exodus (en su más escueto titulo en inglés), segunda parte de una trilogía cuya primera parte se presentó en Cannes en 1994 y ganó el Gran Premio del Jurado. Mikhalkov es un personaje controvertido en Rusia, acusado por algunos de “vendido” al régimen y criticado por su cercanía al gobierno. La película fue inspirada, dice el director, por el trabajo de Spielberg Buscando al Soldado Ryan, para dar una versión rusa de cómo es una guerra de verdad. No obstante, Exodus es una obra mucho más complicada, que mezcla en un estilo que combina aspectos del tradicional cine soviético en su época clásica, con alusiones a películas sobre la realidad del campo de batalla que han surgido en el cine occidental post-Vietnam. Además, trata de un período muy complejo que incorpora un régimen dirigido con mano de hierro por Stalin, pero que debe hacer algunos compromisos para movilizar la nación, incluyendo hacer el visto gordo, por no decir alentar, un discreto retorno a la religión y Dios como el protector tradicional de la Madre Rusia. La historia básica es la suerte del castigado ex general Kotov (papel asumido por el propio Mikhalkov), mientras se pasea como soldado raso en batallones disciplinarios por varios campos de batalla. Al mismo tiempo, su hija (interpretada por Nadia, verdadera hija de Mikhalkov, ambos repitiéndose el plato de la primera parte) quien lo creía muerto, lo busca por todos lados, lo mismo que hace un oficial de la inteligencia militar (interpretado por Oleg Menshikov) por encargo de Stalin, aunque nunca queda muy claro para que lo quieren ubicar.
Con un alto presupuesto (de U$ 40 millones incluyendo una mini-serie de 15 episodios filmada en paralelo, y el presupuesto de la tercera parte todavía por hacer), Exodus tiene escenas espectaculares, humor y tragedia. Se estrenó en Abril en Rusia, con un éxito limitado (estuvo en el puesto 9 en venta de entradas). También se estreno en los países bálticos y Kazakhstan, lo que teóricamente rompe una regla de la selección de Cannes que permite solamente un estreno previo en el mercado de origen de las películas presentadas. A una pregunta acerca de este aspecto, Mikhalkov respondió en forma provocativa, diciendo que “había que ver” si estos países eran realmente fuera del ámbito ruso. Lamentablemente, en Chile, el cine ruso contemporáneo solamente se ve en las raras ocasiones organizadas por alguna universidad o la embajada de Rusia, así que la posibilidad de los cinéfilos locales de juzgar por si mismo tendrán que esperar.
Al decir de los espectadores que aguantaron las cinco horas y media de función de Carlos, la película del francés Assayas sobre la historia del terrorista más famoso del siglo XX, es muy buena. El suscrito no la pudo ver, por un problema de incompatibilidad de horario en la primera parte, y cuando trató de entrar para ver el resto de la película, el (y varios otros) recibieron la repuesta que “había que estar allí desde el principio”. Siendo totalmente ridículo pensar que todo el cuerpo de prensa puede bloquear una tarde entera de Cannes para ver una sola película, es el tipo de pequeñeces burocráticas que sacan uno de quicio en este certamen.