Ya está en camino la edición 63 del festival de Cannes. Como en mis 13 visitas anteriores, me acredité temprano a la víspera de la inauguración. Mucha gente todavía no llega. Curiosamente, el 4 de mayo, el litoral de la Costa Azul sufrió una tremenda tormenta con olas de hasta 6 metros, causando muchos daños a la infraestructura playera, que se ocupa en forma intensa durante el certamen. El día 6, me paseo por La Croisette, la famosa costanera de Cannes, esperando ver una versión de Constitución en la Riviera. De hecho, salvo algunos tractores y barcos que reponen la arena en su lugar, y varios maestros reparando cocinas y tablones, casi no se nota el efecto de la tormenta. Muy esperada este año es la película italiana Draquila, documental de Sabina Guzzanti, que describe como el gobierno de Berluscni saco provecho político del terremoto que arraso con la ciudad de Aquila hace unos años. ¿Suena familiar el tema?
A la entrada del Palacio de los Festivales, se ha relajado la seguridad. Ya no inspeccionan bolsos. Una simple pasadita con un detector de metal que no creo impediría pasar a alguien realmente mal intencionado. Hago mi primera visita a la vasta sala de prensa, casi desierta. Podría estar en Chile más que nada por el relajo. La única impresora, que sirve para casi 70 computadores, no tiene papel. El log-in no funciona, y la máquina de agua no tiene vasos. Bajo en el sótano en donde se ubica el Mercado (Marche du Film), la feria comercial que sirve de apéndice al festival. En el stand de Chile hay un joven solitario. La delegación todavía no llega. Con gente nueva del sector público, esto va ser interesante. El próximo domingo hay fiesta chilena en una playa muy taquillera al lado del recinto. Recorriendo las publicaciones especializadas, me llama la atención una nota muy positiva en la prestigiosa “Variety”. Se refiere a la cinta de Che Sandoval, (Te creis la mas linda pero eris la mas puta). La describe como la película más cool que haya salido en los últimos tiempos desde el talento joven del cine chileno.
Voy a las dos primeras conferencias de prensa, empezando por la asociada con la nueva versión de Robin Hood por Ridley Scott. El director acaba de operarse de las rodillas y los médicos no le han dejado viajar, así que la batuta de la reunión está a cargo del actor principal Russell Crowe, y su compañera Cate Blanchett. Crowe tiene fama de malhumorado pero arriba del podio es la simpatía misma, a pesar de desviarse varias veces del tema y hablar de su afición al Barça y sus predicciones para el Mundial. La siguiente conferencia de prensa es la del jurado, presidido este año por Tim Burton. Estilo muy relajado, y la presencia de, entre otros, el latino Benicio del Toro. Entre los jurados figura también Victor Erice, un muy respetado director español que guarda muy bajo perfil. Quizás su película mas conocida es la excelente adaptación de La Colmena.
El primer día termina con la primera fiesta, ofrecida en la playa del Hotel Carlton por una agencia de prensa. Bastante gente, mucho trago y poca comida (bastante usual para Cannes que se vuelve casi una caricatura de periodistas borrachos). Llego temprano y me encuentro con Serguei, un famoso periodista que reporta desde más de dos décadas para una cadena rusa. Proviene de una gran familia de intelectuales. Está bebiendo solo y parece deprimido (más que el promedio normal de eslavos). ¿Que tal, Serguei? Hoy he perdido mil euros, responde. ¿Jugando en el casino? No, que va, fui a comprar una tarjeta SIM francesa para mi celular, saqué mi billetera, pagué con 50 Euros y guardé la billetera. Me fui a un restauran, y cuando saqué la billetera, habían desaparecido los 1000 euros que llevaba. ¿Pero Serguei, estás seguro? ¿Quién se iba arriesgar a sacarte la billetera, retirar el dinero y devolverla a tu bolsillo? Quizá se te cayeron en la tienda. ¿Fuiste a preguntar? No, no lo pensé. Hazlo, aunque sea un última esperanza. Gracias Armen, fue un alivio hablar contigo, ¿tomamos algo? Aunque nunca tomo, es muy poco cortés rehusar de beber con un ruso deprimido, así que lo acompaño con un vino rosado. Tiempo después, vienen unas periodistas de América latina. Ellas si que no saben de depresión. Charlamos un buen rato y todo el mundo a su casa. Así termina el primer día en Cannes.