Brujería: Tierra y el otro
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Chile tiene secretos a voces. Amamos decir que no tiene memoria, pero eso no es cierto. Tenemos memoria, una que muchas veces nos avergüenza. Sabemos que las historias están ahí, pero hacemos como que no existen. Nos pasamos los hechos de boca en boca, se transforman en otra cosa, se leen de otra forma. Por lo mismo, no es raro que un halo de misterio llene lo que pretendemos no conocer, como si al no nombrarlo, no existiese.

Christopher Murray tiene una carrera cinematográfica especialmente notable. En sus películas podemos ver un permanente conflicto entre el dogma estructural y la fe; las creencias espirituales que van más allá de la tradición y la búsqueda de aquello que podemos llamar “el fervor”. Desde ahí no es casual que su más reciente entrega escape de lo formal para adentrarse en el mundo de lo desconocido, eso que por años hemos hecho como que no existe. Sin embargo, la presencia de la Recta Provincia, una organización de brujos que hasta el día de hoy resuena como una leyenda, es uno de esos secretos que componen eso que llamamos “el país”, una forma concebida pero apenas materializada.

Brujería aparece como una buena forma para poder entender esa relación. A través de nuestra protagonista, Rosa, una adolescente huilliche que trabaja como empleada para colonos alemanes en el sur de Chile, somos testigos del horroroso crimen de su padre. En la búsqueda de justicia, descubre que el mundo formal no tiene respuestas para ella. Desde ahí, sabido es que muchas veces, si no hay justicia, sólo queda la venganza, la cual será buscada por Rosa a través de Mateo, el Rey de la Recta Provincia.

Algunos elementos de esta película sugieren el proceso de madurez de la protagonista a través de este nuevo vínculo; tras la muerte de su padre, no solo carece de una figura significativa, sino que las instancias buscadas previamente no responden a lo que ella espera. La presencia del alcalde del pueblo (Daniel Muñoz) representa precisamente el abandono por parte del Estado, tanto del pueblo mismo como de los grupos originarios. Resulta ser esta agrupación de brujos, la Recta Provincia, la que a la larga puede dar respuesta en esos lugares donde el Estado no llega.

A través de estos aspectos, muy vinculados al género de misterio y lo sobrenatural, Murray se las arregla para instalar tópicos respecto a la realidad y el “miedo al otro”, un concepto que probablemente, ha existido desde los inicios del cine. Concibe al otro como un territorio, un cuerpo al que no se tiene acceso, casi tan salvaje como la tierra en la que vive. Este límite mental y físico es evidenciado, en este caso, con la representación de los famosos juicios del Estado contra la Recta Provincia; la única forma que tenemos de romper ese límite es atrayendo lo desconocido hacia nuestro territorio para una mayor comprensión de este.

Sin embargo, no olvidemos que Chile es un secreto a voces y es ese secreto el que le juega una mala pasada a quienes persiguen a Rosa y compañeros, porque no hay nada peor que intentar poner sobre la mesa el misterio de lo que uno no es capaz de entender. La forma de enfrentarlo, entonces, tampoco nos permite conocer ese misterio. Christopher Murray conjuga esa certeza – La única que podemos tener como espectadores y como habitantes del continente – con la presencia de la tierra, del paisaje como otro protagonista. De alguna forma, Murray también se enfrenta a lo incomprensible, mostrando lo que solo puede ser aprensible a través de su cámara.

Con elementos verdaderamente notables – fotografía, diseño sonoro y la increíble actuación de su protagonista, Valentina Véliz – podemos pensar en las posibilidades del cine de género en nuestro país. Desde las historias de desaparecidos en el norte, el gótico chileno, la leyenda del diablo y la brujería, pareciera que estamos preparados para ello. En esas historias está lo que buscamos, la realidad del país, la explicación de lo que somos y, por qué no, la vía para saber hacia donde vamos, en días en que nada para tener respuesta.