Entrevista a Christopher Murray, director de «Brujería»
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Cinechile.cl conversó con el director audiovisual, cofundador y Director General del proyecto documental “Mapa Fílmico de un País” (www.mafi.tv), quien tiene entre su filmografía los documentales Propaganda y Dios y el largometraje de ficción El cristo ciego. Brujería es su más reciente estreno.

La semana pasada se estrenó en salas chilenas Brujería, primero preguntarte ¿qué te produce la expectación que ha generado la película. Entiendo que después de esto tuvieron una premiere en Castro ya que la película está filmada en Chiloé.

La verdad como equipo estamos muy contentos con la reacción porque ha sido cálida. La crítica y la gente, por la calidad de la película, se ha sentido conectada. Se ha sentido harto interés, yo creo que es un tema muy particular y llamativo de la historia de Chile, muy enigmático y también siento que hay temáticas ahí que todavía rondan en nuestro país, entonces creo que ha habido harta conexión e interés así que muy contento con eso. 

La historia se sitúa a finales de siglo XIX en Chiloé. Es la historia de una mujer, muy joven, que sufre una injusticia y que en busca de reivindicación va primero al Estado, quien no le resuelve, y luego a la iglesia, y el cura de la iglesia le dice «usted tiene que ir a buscar justicia a otro lado» y la manda a la Recta Provincia, a la casa grande, donde se organizaba este otro nivel de autoridad en Chiloé. Hasta mitad del siglo XX todavía existía la Recta Provincia y esta idea de que había una asociación de brujos que tenía dividido Chiloé, administrándolo desde la magia, y es ahí hacia donde ella se dirige en busca de justicia produciendo, por supuesto, un montón de tensiones, que en la historia de Chile está instalada como el Juicio a los Brujos de Chiloé. ¿Cómo llegaste a esta historia? 

Llegué primero por conexión familiar. Mi abuela es chilota y la isla siempre fue este territorio mítico, que rondaba lleno de historias y una de las historias era este caso judicial. Después fui leyendo sobre este caso, los documentos reales que existían de él y los escritos más históricos y me pareció muy fascinante la idea de un Estado moderno persiguiendo a esta suerte de Estado brujo en Chiloé y eso me llevó a investigarlo en terreno, a tratar de empaparme un poco del significado de este caso, más allá de lo judicial, sino del sentido que la gente le otorga. Ahí me di cuenta de que había un conflicto político bien interesante respecto a la brujería. Más que como condena como gesto reivindicativo, como fuerza de resistencia y eso me fascinó mucho porque me pareció una mirada muy distinta a la idea de la brujería como una categoría peyorativa, sino que también había una reivindicación de la palabra.

Ahora, esa lógica de lo local sobre lo extranjero, de que aquí tenemos nuestras propias maneras de organizarnos, esas maneras también están vinculadas con creencias. La película cuenta la historia de este brujo español que vino y entregó el libro donde estaban las claves, pero que se enfrentó también a la brujería local. Y lo que es finalmente la Recta Provincia es hacer esta mezcla entre una cosa y otra, y eso además tú lo trabajaste con elenco local. La mayoría de los extras de la película son gente de Chiloé. Cuéntanos cómo fue la recepción de ellas y ellos cuando llegaste con el proyecto. 

Fue bien interesante. Chiloé como es una isla tiene un poco de eso, que cuando en primera instancia uno toca una puerta, siempre hay una incredulidad del extranjero que llega a tratar de contar una historia local. Muchas veces se ha tratado de hacer proyectos de este tipo y la gente va y vuelve rápidamente. Yo me empecé a quedar ahí y eso fue generando confianza. Recuerdo mucho estar en Quicaví, que es donde se cuenta que está la cueva o el lugar de reuniones, y claro, la gente, los vecinos al rato se empezaban a acercar, a contar historias, a contar sus experiencias con la Recta Provincia, o contar sus historias sobre casos de justicia entre vecinas o justicia con alguna fuerza desde afuera y cómo funcionaba. Ahí me empecé a dar cuenta de que estaba muy vivo hasta el día de hoy y eso también fue generando confianza respecto a que había un trabajo serio de investigación, de tratar de entenderlo profundamente. Eso duró como tres años, entonces ahora que la estrenamos en Castro fue muy cálida la recepción. Lo que pude conversar con ellos es que estaban muy contentos porque sentían que la película tenía un respeto y una ética y sobre todo había puesto en imágenes algo de lo que se habla mucho pero que no habían imágenes concretas en la pantalla grande, así que ojalá sea un aporte. 

Es interesante el ejercicio porque al ser una película fantástica hay mucho misterio dando vuelta y uno como espectador conecta los lazos, pero no hay grandes momentos de “shazam”, sino más bien un gesto que tiene que ver con el misterio de lo trascendente y otras lógicas. Hay que decir que la puesta en escena, la dirección de fotografía de María Secco, es increíble y todo el diseño de sonido juega con la emoción del espectador para hacernos entrar. ¿Cómo se cruzan tus maneras de ver el mundo para dar cuenta de la atmósfera de este relato que tiene su mayor atractivo en hacernos entrar en este mundo que es otro mundo?

Reconozco siempre inquietud de temas de la realidad o temas políticos territoriales bien específicos y locales que me llaman la atención. En el caso de MAFI yo creo que esa apuesta colectiva, apuesta por un cine más observacional, tiene como una distancia distinta. Siento que, en esta película la inmersión en este mundo no tiene tanta distancia, que es bien en profundidad o más que nada conectado con lo que está observando, sin una distancia crítica tan analítica, creo que es un poco más expresivo en ese sentido. Para mí era importante justamente que la brujería no estuviera tratada con una distancia crítica, sino que la película se sumergiera en ella y se apropiara de la puesta en escena. El sonido, la cámara, cómo se mueve, la atmósfera que crea, es decir, cómo poder sumergir al espectador también en una lógica misteriosa, no explícita, no evidente, porque yo creo que así es también como opera la brujería, en ese misterio de lo que sucede o no sucede, en esa pregunta sobre qué es lo que estamos viendo, cuál es esa forma. O sea, en el momento en que la cosa se pone demasiado explícita o nítida siento que pierde esa cualidad única de confundir y de dar miedo también. En ese sentido, creo que es una película que se sumerge en el personaje, en la empatía con el personaje, y también apuesta a que todos esos elementos sobrenaturales que aparecen en se sientan naturales u orgánicos, es decir, que como parte de un cotidiano y no algo que viniera de afuera, espectacular o pirotécnico, sino como algo que emerge de esa misma humedad, esa bruma, de ese mismo espacio. 

Eso efectivamente se siente y por eso, de nuevo, la invitación es ir a ver Brujería en pantalla grande porque vale muchísimo la pena poder disfrutar de esta propuesta, que es inmersiva. La idea es que uno pueda sentirse en esta experiencia, como lo hace la protagonista, porque esto tiene que ver también con el camino de la heroína, en este caso de Valentina Veliz Caileo, la actriz que interpreta a esta chica. Ahora, nos contabas, que la película ha tenido varias pasadas interesantes. Estuvo en Sundance, luego en Santiago, la estrenaste en Chiloé, ahora estás en Toulouse. Cuéntanos respecto a cómo recibes la mirada de distintos tipos de espectadores, porque por supuesto es distinto para gente que está viendo su propio territorio versus lo que pasó en Estados Unidos o lo que tú sientes que está pasando en Francia.

Sin duda, yo creo que siempre es interesante, cuando las películas circulan, poder ver esas diferencias. Y lo que me ha llamado la atención es que es una película sobre el proceso de colonización violento y agresivo cultural en ciertos territorios chilenos y en este caso muy particular en Chiloé y cómo se dio esa lucha, pero sea en Utah, Sundance, o en Gotemburgo, donde se mostró también, o en Toulouse, acá en Francia, siempre existe una historia que está vinculada de uno u otro lado con ese proceso. De hecho, acá en esta zona del sur de Francia, donde estoy, también la brujería es un elemento muy pregnante, muy potente, entonces uno se empieza a dar cuenta de que la película abre el espacio para poder conectar las propias historias de los países, del lado que te haya tocado estar, respecto a esos procesos colonizadores. Entonces creo que es difícil estar un poco indiferente porque es la historia de cómo se ha construido, lamentablemente, la humanidad. Creo que es una historia que, por muy particular que sea, abre una pregunta bien compleja respecto a los Estados modernos, cómo se constituyen, cómo se relacionan, cómo abrazan la diversidad de cosmovisiones, etcétera, que son temas bien contingentes y que de distinta manera aparecen en todos los lugares donde la película ha estado. 

Ahora, eso es también lo interesante de trabajar desde el género, y de nuevo estoy pensando en tu filmografía. El trabajar desde el documental de registro, que es lo que han hecho históricamente con MAFI, contar historias de viaje, y quizás aquí también nos emparentamos con El cristo ciego respecto a lo fantástico, quería preguntarte también por ese interés tuyo por trabajar desde lo fantástico. 

Sí, yo creo que me he ido interesando cada vez más en estas dimensiones que son más intangibles. Quizás entre intereses personales y también porque me doy cuenta de que algo que a veces es difícil de capturar desde la lógica de lo tangible, el cine puede ingresar a esas dimensiones, que por lo general se pueden trabajar desde un espacio más sensorial, atmosférico, más abstracto y profundamente político. El cristo ciego es una película sobre la idea del milagro y la fe en un territorio específico, que es el Pampa del Tamarugal y las condiciones de vida en ese espacio y cómo se van trenzando la fe con la existencia de personas ahí. Acá (en Brujería) es desde un lugar totalmente distinto, pero también ingresando en ese espacio que encuentro profundamente político y siento que el cine me llama a ingresar con la cámara porque se vuelve muy fascinante y permite escapar al realismo tan duro. Siento que en Latinoamérica hemos tenido una tradición de cine realista muy potente, muy rudo, muy de filmar lo que está sucediendo en la esquina y hacerlo de la manera más concreta posible y cercana a lo que uno miraría, pero también me he interesado, pienso en el cine de Glauber Rocha, en cines que ingresen a esos territorios más míticos y lo conectan con lo político, y ahí siento yo que para mí se abre un abanico de emociones, sensorialidades. Me atrae mucho y me da hambre de filmar.