A menos de dos semanas de su estreno 31 minutos: La película superó los cien mil espectadores. Cifra impresionante no sólo para una película chilena, sino para cualquier filme que se presente en el circuito nacional.
Es evidente que parte de este éxito se debe al público seguidor de la exitosa serie de televisión, que esperaba con ansias ver las aventuras de Tulio Treviño y compañía en pantalla grande. Pero como siempre, esta expectativa conlleva un riesgo. Ya que –como ha quedado demostrado repetidamente a lo largo de la historia del cine- un buen programa de televisión no asegura una buena película.
Concientes de lo anterior Pedro Peirano y Álvaro Díaz – creadores y responsables del proyecto- supieron asesorarse y contrataron para su película a algunos de los más destacados profesionales de la cinematografía chilena. Esta astuta humildad da sus frutos en 31 minutos: La película que no es simplemente un capitulo extendido de la serie de TV, sino un trabajo fílmico en toda su dimensión.
Tanto el argumento como la puesta en escena de la cinta son coherentes con el propósito de desarrollar una historia de aventuras para ser disfrutada en gran pantalla. Mucho se ha comentado mucho que 31 minutos: La película tomó tres años en desarrollarse y que es el filme más caro de la historia del cine chileno -con una inversión de 2,5 millones de dólares en coproducción con Brasil y España-, pero poco se ha dicho respecto a como están utilizados esos recursos.
Desde los créditos iniciales esta cinta toma distancia con su antecedente televisivo, invitándonos elegantemente a sumergirnos en esta propuesta. Desde el argumento – que pone a los reconocidos personajes en una situación extrema y los obliga a enfrentarse a una serie de peligros y aventuras- hasta el trabajo en fotografía, el uso de las cámaras, el montaje, el diseño de sonido y especialmente una cuidada y coherente dirección de arte, arman una narración atractiva y eficiente para el público infantil.
Y quizá allí radica –para los fans adultos de “31 minutos”- la mayor debilidad de esta película. Al tratarse de un proyecto a gran escala que debe encontrar su camino a la comercialización en todo el continente, los autores fueron muy conscientes que las aventuras de Juanín Juan Harry, Tulio Triviño y Juan Carlos Bodoque debían ser comprendidas por la mayor cantidad de niños posible. De allí que en la película se pierda el juego de citas y guiños a la memoria chilena más adulta, que tanto disfrutamos en la serie de televisión.
De todas maneras 31 minutos: La película es un ejemplo de lo que puede lograr una buena idea, realizada con tiempo y recursos y una buena prueba de que el público responde a productos de calidad. Lo que situó en su momento a 31 minutos: La película como lo mejor del cine infantil hecho en Chile.