Director. Sus primeros estudios de la especialidad los hace en la Escuela de Cine de Valparaíso, donde es alumno de Aldo Francia y José Román, entre otros. A los veinte años, se beneficia con los acuerdos culturales suscritos entre las autoridades soviéticas y el gobierno chileno de Eduardo Frei Montalva, y viaja en 1969 a Moscú con una beca que le permite estudiar durante cinco años en el principal Instituto de Cine de la URSS. Realiza, en ese contexto, en primera instancia, dos breves documentales, Ritmos eternos (1972), sobre las danzas latinoamericanas, y El despertar (1973), una suerte de arreglo de cuentas con su pasado religioso. Cercano ya el término de sus estudios, filma La primera página, la visión del golpe de Estado que tiene un estudiante chileno en una ciudad muy lejana, Moscú, en su caso. Trabaja, además, como asistente de Roman Karmen en el documental El corazón de Corvalán. Hacia esas fechas está ya decidido a convertirse en realizador de películas de ficción, no obstante lo cual hace todavía, en 1977, un último documental, La noche sobre Chile, que aborda los primeros días que se vivieron en Chile inmediatamente después del golpe de Estado. “Soy uno de los directores chilenos más desconocidos, pero seguramente el más visto”, dice en una entrevista, porque ese film, reproducido en mil quinientas copias –cifra normal en la entonces existente Unión Soviética—, y mostrado en salas de todo ese inmenso país, más la televisión nacional, fue visto por más de ochenta millones de personas. Muchos millones ven también sus cuatro largometrajes siguientes, todas ellos centrados o alusivos al tema chileno. Santa Esperanza (1980) se inspira en la vida de los prisioneros en el campo de concentración de Chacabuco durante los años de la dictadura; La caída del cóndor (1982) trata de un dictador latinoamericano que bien podría ser una recreación simbólica de Pinochet; La apuesta del comerciante solitario (1984) se sitúa en el Chile cotidiano (reconstruido de modo prolijo en tierras soviéticas) del tiempo del gobierno militar, y Jaguar (1986), versión libre de la novela La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, cuya historia El realizador traslada a la realidad chilena de los años ochenta. Opta posteriormente por la comedia, con Historia de un equipo de billar (1988), género en el que también incursiona a su regreso a Chile, en 1990. Su producción se torna un tanto errática en cuanto al género, por cuanto tras insistir con las comedias, Una actriz española para el Ministro ruso, Los agentes el KGB también se enamoran, En busca del falo de oro -de comicidad  un tanto gruesa-, que tienen una  mala acogida pública, retoma el género de connotación política, con Cicatriz, sobre el atentado a Pinochet de 1986, para volver enseguida a la comedia. Algunas de estas cintas son coproducciones ruso-chilenas, pero la era en que un film realizado por Mosfilm disponía de grandes presupuestos y contaba con el apoyo de una poderosa infraestructura ha quedado en el pasado, y el realizador se enfrenta ahora a grandes dificultades para financiar su trabajo. Las exigencias, además, propias de las coproducciones, que suelen dar origen a riesgosas concesiones, explican que Alarcón haya  realizado películas con temas de hibridez por momentos chocante, en que la mezcla de componentes rusos y chilenos no es siempre afortunada, a pesar de la indudable buena artesanía del director. Fuera de la realización, ha participado en la escritura de los guiones de todas sus películas, aunque en una buena parte de ellas, ha tenido el apoyo como coguionista a Alexander Adabashian, de conocida trayectoria en el cine soviético. Alarcón ha ejercido la docencia en universidades chilenas y ha participado como productor en la televisión en ambiciosos programas, La ruta de la seda, entre ellos, serie de una veintena de capítulos.

(Por Jacqueline Mouesca A., extraído del "Diccionario del Cine Iberoamericano"; SGAE, 2011)